Coronavirus: ¿Con la independencia menos muertos?

La temeridad, que ya resulta impudicia, del Gobierno independentista de la Generalitat, no conoce límites. La última hazaña es la de la portavoz del Gobierno, la consejera Meritxell Budó, quien ha afirmado que con la independencia todo hubiera ido a mejor y se tendrían menos muertos en Cataluña.

Hablan como si ellos no estuvieran a cargo del Gobierno, que tiene competencias plenas en sanidad y en servicios sociales, además de otros muchos aspectos fundamentales. Hablan como si sus actuaciones estuvieran marcadas por el éxito y no por los fracasos más rotundos. Baste comparar lo que ha hecho la Generalitat, que dispone de un amplio autogobierno, con lo conseguido por la región italiana del Véneto, que dispone de muchas menores atribuciones. Esta región, a pesar de ser uno de los focos iniciales de la pandemia, ha conseguido controlarla con eficacia y rapidez marcando la diferencia con Lombardía, el otro gran foco inicial. Mientras que en el primer caso, el del Véneto, están contabilizados 16.127 contagios, en Lombardía la cifra asciende a 66.971, con la diferencia adicional de que en el Véneto, se han realizado muchas más pruebas para identificar a los portadores.

El último fiasco del Gobierno catalán ha sido el inicio de la distribución de las mascarillas, porque a las pocas horas y sin que se formaran colas en las farmacias, se había colapsado el sistema informático. No será por falta de tiempo para prevenir y organizar mejor la distribución, porque hay que recordar que esta distribución en las farmacias ya es producto de un retraso, obligado por la improvisación con la que el presidente Torra anunció días atrás el inicio de este servicio. Pero además es que solo se distribuye gratuitamente una máscara quirúrgica por persona. Al tratarse de material desechable su uso es muy limitado y como mucho podrá servir para algunos días. El resto de mascarillas solo serán accesibles a un coste de 0,70 céntimos, un precio singularmente caro.

En la Comunidad  Valenciana, que está aquí al lado y que está mucho peor financiada que la Generalidad, ya ha empezado sin problemas la distribución de este factor de protección básico. En Cantabria se han distribuido masivamente mascarillas de fabricación propia, elaboradas mediante un innovador tratamiento del papel. Aquí ni cantidad, ni buen servicio, ni previsión, ni creatividad y tecnología, y no será porque en la sociedad catalana no se disponga de todo ello en abundancia.

Aquí, cuando las camas de UCI y el acceso a los respiradores fue desbordado por las necesidades, se prefirió practicar la selección vital en función de la edad, en lugar de acudir a una distribución de enfermos graves en otros territorios y centros, que tenían camas disponibles, en la sanidad pública, y en la privada, que se ha quedado con más de 2.000 camas UCI sin utilizar.

La primera medida que adoptó la Generalitat por su cuenta fue el confinamiento de Igualada y la Conca d’Òdena. Las medidas pertinentes derivadas del hecho de que uno de los principales focos de transmisión era precisamente el hospital comarcal, el lugar donde precisamente debían acudir las personas que enfermaran y sus familiares. Resultado: ha significado una multiplicación de contagios, hasta el extremo de convertir aquella zona en una de las que poseen una mortalidad más elevada de Europa. La primera medida que tomó la Generalitat al darse cuenta de lo que estaba sucediendo, fue suprimir el conteo por separado del número de casos y defunciones de esta zona. Hoy no conocemos el balance específico del territorio, que en su momento fue confinado por la Generalitat, y presentado como un ejemplo de capacidad de actuación.

Y qué decir de la gran catástrofe de las residencias de ancianos. Ha sido tal el desastre, que se han sustraído las competencias al Departamento de Trabajo y Asuntos Sociales, que se han traspasado a Sanidad. Es el único caso entre todas las autonomías que, en plena pandemia, se produce una desautorización tan evidente como esta. ¿Cómo puede funcionar la administración en estas condiciones? ¿Cómo confiar en un Gobierno, cuyo presidente crea un Comité de expertos al margen del que dispone el Departamento de Sanidad, con lo que también significa desautorización de la consejera Alba Vergés?

La clave del éxito de Alemania, Portugal, Chequia, Véneto, Finlandia, ha radicado en dos puntos, que la Generalitat a diferencia de otras comunidades, como el País Vasco, ha sido incapaz de emprender: test de contagio numerosos y capacidad de identificar y aislar las líneas de contagio, y uso masivo de mascarillas por parte de la población. Para eso no es necesaria la independencia. Basta con personas capaces al frente.

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