COP29: el multilateralismo en crisis

La reunión anual de la Convención Marco sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas, más conocida como COP, se ha convertido, particularmente desde su vigésima primera edición que tuvo lugar en París (COP21), en una vitrina muy mediática.

Considerada como la gran instancia desde donde debe dirigirse la lucha mundial contra el cambio climático, la COP lleva años deslizándose por una pendiente que socava su legitimidad de manera cada vez más irreparable.

En su edición precedente (COP28), el hecho de que la reunión tuviera lugar en los Emiratos Árabes Unidos y que estuviera presidida por el director ejecutivo de la empresa petrolera estatal de este país ya colmó ríos de tinta de la prensa y activistas occidentales.

Este año, la COP29 tiene lugar del 11 al 22 de noviembre en Bakú, capital de Azerbaiyán. Un país que como los EAU debe gran parte de su relativa riqueza en las energías fósiles, y que además mantiene un larguísimo historial de represión tanto interna como del pueblo armenio, al que infringió una limpieza étnica en toda regla hace tan sólo un año en el territorio disputado con el estado vecino.

La elección de Bakú se debió principalmente a que Rusia, por un lado, y los aliados de Ucrania, por otro, boicotearon las candidaturas del bloque opuesto. Y es que efectivamente, Azerbaiyán es uno de los pocos países que mantienen relaciones tanto con Occidente como con Rusia y sus aliados, aunque en el caso de los primeros se deba sobre todo a intereses… energéticos.

Una vez acordado el lugar, con mucho retraso, varios negociadores consultados por Politico.eu expresaron sus dudas respecto a la voluntad política de Azerbaiyán de avanzar hacia una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.

De hecho, las negociaciones de la COP29 están centradas en la financiación de la transición energética para los países pobres, que piden que se multiplique por diez desde los actuales 100.000 millones de dólares anuales.

Este dinero debe provenir además de los países que fueron designados como “industrializados” en la primera COP, que tuvo lugar en 1992, y Occidente exige que naciones como China o las monarquías del Golfo Pérsico contribuyan a ello.

El dictador azerí, Ilham Aliyev, contribuyó a caldear aún más el ambiente al tachar de hipócritas a los países occidentales durante su discurso inaugural, y un par de días más tarde acusó a Francia y a los Países Bajos de colonialismo y de reprimir brutalmente la oposición interna en lo que parece una doble alusión a sus territorios de ultramar, pero también en los disturbios antisemitas de las últimas semanas.

La ministra Agnès Pannier-Runacher, que debía dirigir la delegación francesa, canceló su participación en la conferencia, acusando a Azerbaiyán de instrumentalizar la lucha contra el cambio climático en favor de la “indigna” agenda personal de Aliyev.

La intrincada situación en la que se encuentra sumida la COP29 no es sólo el resultado de una mala elección del país que acoge la cumbre, sino que pone de manifiesto la degradación de la diplomacia multilateral en los últimos años a raíz de la distancia creciente que separa Occidente del este y del sur globales, como Víctor Pou exponía recientemente. Una tendencia que se ha acelerado desde el inicio de la guerra de Ucrania y los atentados del 7 de octubre del pasado año en Israel.

Entrades relacionades

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Rellena este campo
Rellena este campo
Por favor, introduce una dirección de correo electrónico válida.

El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.