El rechazo clamoroso del PAM (Plan de Acción Municipal), que sólo registró los votos a favor del PSC, muestra lo grande que es la falta de un gobierno sólido para la ciudad. En definitiva, el PAM es el instrumento concreto que permite la gobernación de la ciudad. En estas condiciones es imposible que se puedan llevar a cabo grandes iniciativas porque, además, el programa municipal consistía básicamente en acciones para ordenar Barcelona después del período de desastre de Ada Colau.

No había nada extraordinario, ni polémico, con la excepción seguramente de la incertidumbre del tranvía, porque se gasta mucho dinero en una obra de utilidad incierta sin definir cuándo se abrirán las dos líneas, la del Besòs y la del Llobregat, y sin aclarar cuál será la empresa que lo gestionará. Si la actual, que es privada y que significaría que la inversión pública trabaja en beneficio del sector privado, o superar un rescate de la concesión que multiplicaría en algunos cientos de millones el coste de la obra. El propio PAM en un punto trata de lo absurdo que es lo que se está haciendo. Mientras se gastan sumas ingentes de euros poniendo vías, las líneas de autobuses siguen contaminando, por lo que en el 2030 todavía una cuarta parte de la flota será de motor de combustión.

Es increíble que después nos hablen de sostenibilidad y transición ecológica. Con una décima parte de lo que cuesta el tranvía se habría transformado toda la flota de autobuses en una nueva de mayor capacidad, movida por la electricidad.

No es ésta la única incertidumbre. La más importante es la del nuevo gobierno municipal, que parece seguro que será con ERC tras las elecciones, como tantas otras medidas. El problema potencial radica en que la conformación de este nuevo gobierno PSC-ERC coincidirá en el tiempo con las negociaciones para formar gobierno de la Generalitat, lo que multiplicará las tensiones a varios lados. Demasiada incertidumbre después de tanto tiempo de haber celebrado las elecciones municipales. En este sentido, es evidente que Collboni no es un líder para una ciudad como Barcelona porque su política dubitativa difícilmente es compatible con la gestión de una gran ciudad.

Todo queda algo corto. No ya la carencia de un modelo de futuro, sino la misma idea de ordenar bien la ciudad, pero en términos de la tercera década del siglo XXI. Por ejemplo, la idea de impulsar una serie de plazas en el Raval para mejorar sus condiciones ambientales es muy antigua, de hecho de la época de Narcís Serra, y necesitaría algo más. No sólo el Raval, sino el conjunto de la ciudad, como sería transformar todas las plazas duras en espacios adecuados al cambio climático con vegetación, agua y sombra. Sin embargo, de eso no se habla. Recuperar los interiores de manzana está bien, pero es otro proyecto viejo y es necesario dotar más a la ciudad de verdor y rebajar los efectos de la burbuja térmica que genera el asfalto y la construcción. Todo esto está ausente de la política municipal.

Retrasar la supresión de la obligación de dedicar el 30% de la vivienda nueva a vivienda protegida tampoco envía una señal de firmeza a la ciudad. Da demasiado la sensación de que es un alcalde que quiere, y no mucho, y que duele, demasiado.

Mientras, grandes cuestiones siguen sin ser abordadas. Citamos dos. La del transporte público sobre todo a escala metropolitana para acceder a la ciudad, que se encuentra en un mal estado que crece día a día y que obliga, quieras que no, al usuario a utilizar el coche (por ahí debía haber empezado Colau y no con la tontería que se manifiesta con la transformación de la calle Consell de Cent).

El otro gran problema es el de la dimensión que ha tomado y tomará la inmigración. Entre el 27 y el 30% de los ciudadanos de Barcelona son extranjeros. Esto comporta problemas crecientes de cohesión social y, para la capital de Cataluña, de cultura y lengua, porque cada vez más el catalán se está convirtiendo una lengua marginal en el espacio público, servicios, comercios y la propia policía. Pero, claro, ésta es otra asignatura terriblemente incómoda para los socialistas y que, por tanto, no será abordada. Ciertamente, estamos viviendo en un período muy poco halagador para el presente y futuro de la ciudad.

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