Ucrania: esbozo de una estrategia europea que de momento es pura ficción

La ofensiva rusa contra Ucrania quizás no cambie el rumbo de la historia mundial como algunos anuncian de forma algo histérica (la histeria es la marca de la casa de nuestra sociedad actual), pero sí que es crucial para el futuro de Europa.

Ni Rusia ni Occidente quieren que la guerra en Ucrania se convierta en un conflicto militar entre Moscú y la OTAN.

Pero como Josep Miró Ardèvol advertía recientemente, la Primera Guerra Mundial empezó de forma accidental. Su detonante fue una crisis menor, similar a muchas que ya se habían resuelto antes de forma pacífica.

Pero en aquel verano de 1914, los factores geográficos (un imperio alemán demasiado potente para preservar el equilibrio de fuerzas en Europa), diplomáticos (el garbujo de alianzas y contra-alianzas que se habían ido tejiendo en Europa para intentar preservar este equilibrio ) y militares (la autonomía de los estados mayores respecto a los dirigentes políticos) habían convertido a Europa en una “máquina apocalíptica” , como la llamó Henry Kissinger en su obra Diplomacia.

El problema en Ucrania es que hay indicios de que un círculo vicioso similar al que produjo la «Gran Guerra» del 14 al 18 podría estar instalándose.

En primer lugar encontramos la rigidez que causan las alianzas militares por su propia naturaleza, ya que legalmente obligan a sus miembros a reaccionar militarmente si alguno de ellos es atacado. Hablemos claro de la OTAN, y es que Ucrania tiene fronteras con varios países miembros de la Alianza Atlántica (Polonia, Eslovaquia, Hungría y Rumanía).

Los riesgos de que las hostilidades lleguen por error al otro lado de la frontera son importantes.

Hungría por ejemplo excluyó que los envíos de armas de la UE pasen por su territorio, para minimizar ese riesgo en caso de ataque ruso contra un convoy.

En segundo lugarla inesperada lentitud de la progresión rusa hace que la guerra cobre un nuevo sentido para Moscú. Para los rusos es ahora más que nunca crucial evitar que el gobierno de Ucrania, que todavía retiene el control sobre la mayor parte de su territorio y población, dé más pasos hacia la UE y la OTAN.

La gesticulación europea en favor de una entrada de Ucrania en la Unión, a pesar de ser probablemente nada más que un gesto propagandístico oportunista, introduce un nuevo nivel de ansiedad para los rusos.

Las buenas intenciones de los verdaderos amigos de Ucrania, como Polonia, que ha propuesto dar aviones de combate de la época soviética a los pilotos ucranianos, suponen el riesgo de difuminar la línea entre neutralidad y beligerancia. En este caso era tan evidente que la OTAN obligó a Varsovia a dar marcha atrás.

En política internacional nunca hay que perder de vista las líneas rojas de tus rivales, y en este caso la de Putin sobre Ucrania está clara desde 2014: evitar que Ucrania entre definitivamente en el bloque occidental. Para Putin ganar esa guerra se está convirtiendo en una cuestión prácticamente existencial.

En tercer lugar, tampoco parece que se haya medido en serio el efecto que hará sobre la población rusa las durísimas sanciones económicas y censura que se está aplicando en Occidente sobre el mundo deportivo y cultural ruso.

La experiencia bélica del siglo XX demuestra que a menudo la estrategia de acorralamiento añade más que retira determinación al gobierno y población en cuestión. Se está brindando a Putin la oportunidad de denunciar ante los rusos un intento de ahogamiento total.

¿Cómo cortar ese círculo vicioso?

Evidentemente, los objetivos de los beligerantes son mutuamente incompatibles: Rusia quiere evitar que Ucrania salga de su órbita y se convierta en miembro de la UE y de la OTAN, mientras que Ucrania quiere exactamente eso.

La única solución que no pasa por un baño de sangre mucho peor que el que se ha producido hasta ahora implica que un tercer actor se interponga entre los dos bandos.

Es evidente que la Unión Europea es el más indicado para cumplir esta función, ya que no tiene el carácter estrictamente militar de la OTAN ni incluye a Estados Unidos.

La Unión Europea podría obtener un éxito diplomático sin precedentes si actúa rápida y decididamente.

Su primera actuación debería ser mantener los canales de comunicación abiertos con Moscú, como ya hacen los presidente francés Emmanuel Macron y el canciller alemán Olaf Scholz. Estos canales deberían también trasladarse al ámbito militar a fin de minimizar el riesgo de errores y malas interpretaciones de intenciones durante la actual fase bélica.

La segunda actuación consistiría en establecer una estrategia diplomática apoyada con medios militares y económicos que combinen incentivos positivos (zanahorias) y negativos (garrotazos). Estos incentivos deberían dirigirse no sólo contra el agresor ruso, sino también contra Ucrania, ofreciendo así una indispensable credibilidad ante Moscú.

Claro, y éste es el punto clave, esta estrategia puede suponer incrementar las tensiones de forma dramática, por ejemplo amenazando con una entrada de tropas europeas en Ucrania. Pero como diría Henry Kissinger, en una crisis la estrategia ganadora pasa a menudo por demostrar determinación. Es por eso que es tan importante enmarcar toda acción atrevida dentro de una estrategia global, y hacerla transparente para todas las partes. Es necesario establecer incentivos claros y actuar en consecuencia.

Una vez obtenido un alto al fuego general, la tercera actuación sería la negociación de un acuerdo de paz, manteniendo las zanahorias y palos a mano para evitar que las negociaciones no se hundan y las hostilidades retomen. A pesar del radical antagonismo de ucranianos y rusos, sigue habiendo espacio para una solución que pasa evidentemente por la vía media: la garantía de la neutralidad militar de Ucrania a cambio de su independencia en política exterior, y el libre comercio tanto con Europa como con Rusia.

La visión china de la política internacional, que pasa por el respeto de la soberanía estatal como principio supremo, resulta ideal para contribuir positivamente a la situación de Ucrania

Como punto final, sería crucial añadir a China en estas negociaciones como contrapeso de la Unión Europea y para ofrecer garantías a Moscú. La visión china de la política internacional, que pasa por el respeto de la soberanía estatal como principio supremo, resulta ideal para contribuir positivamente a la situación de Ucrania. Además, China tiene intereses económicos en que la guerra de Ucrania se resuelva rápidamente.

El problema es que hoy en día, esta iniciativa europea de paz es pura ficción .

En Europa occidental (los países del este como Polonia son otra historia), ha aparecido de repente un militarismo de feria que llama a la resistencia a ultranza y gesticula de forma amenazante, pero que no tiene ninguna intención de asumir riesgos. Guiada como ya viene siendo habitual por las exigencias del sensacionalismo y de las apariencias, Europa reacciona de forma tanto histérica como poco decisiva.

Europa multiplica las muestras de apoyo al pueblo ucraniano, pero al mismo tiempo deja que el gas ruso siga fluyendo. Envía las armas que le sobran a Kiev, pero se niega a ejercer una auténtica presión militar sobre Moscú. Llama a censurar a artistas y deportistas rusos, pero no a sentar a las partes en la mesa de negociaciones. Reacciona con histeria frente al riesgo nuclear, pero no importa para reducirlo.

La unidad europea que se ha logrado en torno a la guerra en Ucrania es loable, pero es necesario urgentemente transformarla en un esfuerzo positivo por el fin del conflicto y la paz en Europa.

Guiada como ya es habitual por las exigencias del sensacionalismo y de las apariencias, Europa reacciona de forma tanto histérica como poco decisiva Clic para tuitear Imagen de portada: Vladimir Putin, Volodímir Zelenski y Emmanuel Macron en una imagen de 2019

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