«Sin embargo, su estallido no se esperaba realmente. Incluso durante los últimos días de la crisis internacional de julio de 1914, cuando la situación ya era desesperada, los estadistas, que estaban dando pasos fatales, no creían realmente que estuviesen iniciando una guerra mundial”. En estos térmi­nos describe el inicio de la Gran Guerra el historiador Eric Hobsbawm en La era del imperio, 1875-1914.

Una de las interpretaciones mainstream sobre las causas que la originaron, que cuenta con el consenso de grandes historiadores, como el propio Hobsbawm, sostiene que ninguna crisis debería haber conducido a la conflagración, porque no era más grave que las anteriores (1905, 1908, 1911 y 1912-1913). Lo que la convirtió en una gran guerra fue, simplemente, la incompetencia o estupidez de la generación de dirigentes de la Europa de 1914. Esa es la gran lección.

Naturalmente, no existe una razón pura en la lógica histórica. También influyó el desequilibrio estructural que se había ido produciendo en el corazón de Europa, y el violento e inestable este europeo, más que la rivalidad entre Francia y Alemania, o la carrera naval anglo-germana, como motivos de la guerra. Las tres causas, sobre todo la primera, vuelven a planear en la actual crisis con Rusia. Y como lo sabemos, no podemos repetir los errores del pasado: deben desactivar el conflicto en Ucrania.

El enfrentamiento con Rusia está destruyendo a una ya débil y divi­dida Unión Europea. Es hora de recuperar­ las grandes visiones, y apartarse del vuelo gallináceo que ahora dirige la mente colectiva de la Comisión y el Consejo de la UE, y su supeditación a Estados Unidos, porque ni sus intereses ni su punto de vista sobre Rusia son los nuestros. Necesitamos una Europa del Atlántico a los Urales. La tarea de Europa es construir la paz y evitar el conflicto.

El reto de los estadistas no es cómo sancionar a Rusia, sino cómo pactar y cooperar con ella. Rusia es un socio y no un enemigo, lo ha sido hasta tiempos recientes y debe volver a serlo. Ese es el único camino. Los otros solo pueden culminar­ con la autodestrucción de la Unión, de manera parecida a como­ la Gran Guerra de 1914 liquidó a los imperios centrales europeos y ruso.

Artículo publicado en La Vanguardia

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