A finales de enero se acabará el mecanismo anti-Covid que permitía congelar la deuda de los estudiantes universitarios en los Estados Unidos.
Esto significa que 43 millones de estadounidenses (cerca del 13% de la población del país), deberán empezar a volver a pagar por la deuda contraída para acceder a la educación superior.
Presionado por el ala progresista del Partido Demócrata, el presidente electo Joe Biden haga campaña para perdonar al menos una parte de la deuda estudiantil. Una ayuda que podría oscilar entre los 10.000 y los 50.000 dólares por persona.
De concretarse, se trataría, como apunta el Republicano Oren Cass, de la transferencia de riqueza más importante de la historia de los Estados Unidos. La suma equivaldría al total del gasto social directo del país … de los últimos 40 años.
Aunque la idea causa furor entre los radicales y los jóvenes miembros del Partido Demócrata, la idea cuenta con pocos defensores serios, incluso entre los progresistas.
¿Qué hay pues hacer con la deuda que los estudiantes estadounidenses arrastran?
Centrar las ayudas en el 25% más pobre
La columnista progresista del Financial Times Rana Foroohar es partidaria de un esquema de condonación más reducido y centrado en los estudiantes de entornos desfavorecidos.
La mayor parte de la deuda estudiantil total es contraída por la clase media y alta. Estas familias gastan sumas particularmente elevadas para asegurarse de que sus hijos entren en las mejores universidades, que son también las más caras.
No obstante, este colectivo tiene relativamente pocos problemas para pagar la deuda estudiantil.
El problema, según Foroohar, se sitúa en el 25% más pobre de los endeudados. Estos sufren un ratio desproporcionadamente elevado de deuda respecto a sus ingresos totales.
Además, los estudiantes provenientes de familias que forman la cuarta parte más pobre de la población, son también los que dejan los estudios sin acabar con más frecuencia. Así como los que más trabajan a la vez que estudian.
Foroohar se muestra partidaria de centrar las ayudas en el 25% de estudiantes más pobres, sometiendo la obtención de la condonación a la verificación de los medios financieros.
Reformar a fondo un sistema profundamente disfuncional
La columnista también reconoce que actualmente el sistema universitario norteamericano no funciona: demasiadas familias se endeudan hasta el cuello para pagar estudios a sus hijos que no les conducirán a un buen trabajo.
Es un problema bien conocido en España: la demanda de estudios «de letras» aumenta sin parar, mientras el mercado laboral pide a gritos técnicos e ingenieros. Puestos de trabajo que a menudo no exigen estudios universitarios, sino una buena formación profesional.
En este punto, Foroohar coincide con Oren Cass, director del think tank conservador American Compass.
Según afirma Cass, las grandes universidades han creado un sistema extremadamente lucrativo situándose en una posición intocable. Han sabido vender que son el sine quanon de una vida de éxito. Y por lo tanto, la demanda que reciben es enorme.
Las universidades hacen pagar sumas monstruosas a los alumnos (de media, 30.000 dólares anuales), el doble que lo que cuesta la educación en las universidades públicas europeas. Además, a diferencia de lo que ocurre en nuestro país, en los Estados Unidos los alumnos pagan en general la práctica totalidad del coste.
Pero es que aparte de los costes de escolarización exorbitantes, las universidades estadounidenses reciben cada año subsidios públicos de más de 150.000 millones de dólares.
Todo ello a menudo para nada: según datos de la Reserva Federal de Nueva York, el 40% de los graduados termina haciendo trabajos por los que no se requería ningún título universitario.
Cass, más radical en su crítica al sistema universitario que no Foroohar, propone replantear totalmente la educación a la salida de la escuela recentrándola en la formación profesional.
También apunta que hay que acabar con los subsidios públicos a las universidades y asegurarse de que la enseñanza que está dando responde a las necesidades laborales, sin olvidar un mayor apoyo público a los más humildes.
En definitiva, Cass y Foroohar parecen estar de acuerdo en hacer que las universidades sean más responsables con sus finanzas y con los servicios que ofrecen a los jóvenes.