¿Qué ha ido a hacer Von der Leyen en Lampedusa?

La presidenta de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen, el lunes 18 de septiembre realizó una visita relámpago a la isla italiana de Lampedusa, primera línea de la grave crisis inmigratoria que amenaza de nuevo con fragmentar la Unión Europea.

Lampedusa ha recibido en los últimos días a más de 10.000 inmigrantes ilegales provenientes de África, que embarcan a menudo en las costas de Túnez situadas a menos de 200 kilómetros de distancia.

Ante el drama humano, la primera ministra Giorgia Meloni, que goza de gran popularidad en Italia, propuso una medida drástica: un bloqueo naval que impida la llegada de las embarcaciones de inmigrantes a las aguas territoriales de la UE.

Una política que Von der Leyen rechazó de inmediato, proponiendo, en cambio, 10 medidas de urgencia que, o bien ya se han desplegado y han supuesto un fracaso estrepitoso, o son tan poco concretas que poco pueden ayudar.

10 medidas de urgencia

Veámoslas una por una porque vale la pena constatar hasta qué punto la Unión Europea es incapaz de ofrecer respuestas ante el problema de la inmigración ilegal (no hablamos está claro de la que sí es legal y que se vehicula a través de los consulados de los países europeos).

La primera medida, reforzar el apoyo a Italia para «registrar las entradas», resulta del todo inútil porque implica el reconocimiento oficial de los inmigrantes clandestinos, normalizando su situación y contribuyendo al efecto llamada.

La segunda, «apoyar el traslado de la gente fuera de Lampedusa, incluyendo otros Estados miembros», va exactamente en la misma línea y empeora el problema al extenderlo a otros países. La posición de Polonia y Hungría, pero atención también de otros muchos como Francia, Austria o Dinamarca al respecto, es rotunda: no aceptarán ningún inmigrante ilegal desembarcado en Lampedusa.

La tercera y cuarta medidas quieren facilitar el retorno a los países de origen y evitar nuevas salidas mediante acciones conjuntas con los respectivos gobiernos africanos. Pero se ha demostrado una y otra vez que los dirigentes de estos estados poco se preocupan por la suerte de sus emigrantes. Para más inri, la UE acababa de firmar un acuerdo de cooperación con Túnez en este sentido tan solo unos meses antes de que se produjera la crisis.

La quinta consiste en incrementar la vigilancia marítima y aérea. Exactamente, la propuesta de Meloni, pero sin llegar al punto clave que la primera ministra proponía, y que implica evitar activamente que las embarcaciones entren dentro de la UE.

La sexta pasa por «emprender acciones que limiten el uso de embarcaciones peligrosas» por sus ocupantes. Es decir, ¿que la UE procurará que las mafias que venden a precio de oro las peligrosas travesías dispongan de barcos de primera?

La séptima medida pide reforzar la Agencia de Asilo de la UE y agilizar los trámites para distinguir a los refugiados de los inmigrantes.

Y aquí existe un punto muy importante, ya que los medios de comunicación suelen mezclar inmigrante y refugiado. El primero se marcha de su país por razones económicas, mientras que el segundo lo hace porque su propia seguridad física peligra.

Por supuesto, nadie pone en cuestión el deber de acoger a los verdaderos refugiados. Pero el problema es que muchas de las personas que entran ilegalmente en Europa intentan acogerse a los procedimientos de asilo cuando en realidad son solo inmigrantes.

La octava medida es «incrementar las campañas de comunicación para desincentivar las travesías del Mediterráneo». Basta con ver las estadísticas para darse cuenta de que el impacto conseguido es nulo, o incluso contraproducente.

La novena consiste en aumentar la cooperación con ACNUR, el Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados, para «incrementar la protección a lo largo de toda la ruta». Llegados a este punto cabe preguntarse si lo que realmente busca la UE es en realidad lo contrario de lo que afirma, esto es, incrementar las entradas de inmigrantes ilegales.

Y por último, la décima y última medida de Von der Leyen es «implementar» el famoso acuerdo ya citado concluido con Túnez el pasado julio, y que tan inútil ha demostrado ser.

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