Los países democráticos superan mejor el coronavirus. ¿Por qué España no?

Con la pandemia de la Covid-19 en pleno retroceso en la mayoría de los países europeos y asiáticos, llegan los primeros estudios sobre la respuesta de los diferentes tipos de gobierno en la emergencia sanitaria.

Carl Benedikt Frey, académico de la Universidad de Oxford, ha publicado un estudio pionero que concluye que, de 111 países estudiados, aquellos que tienen regímenes democráticos han conseguido mejores resultados que sus equivalentes autoritarios.

Según este investigador, los regímenes autoritarios han impuesto medidas de confinamiento más estrictas y confiado un papel más importante a las sanciones y al seguimiento intrusivo de los contagiados y casos sospechosos. Pero, aun así, las medidas menos coercitivas de las democracias han sido más efectivas a la hora de combatir la epidemia.

La explicación que el autor ofrece en el Financial Times es que los ciudadanos confían más en los gobiernos cuando estos son democráticos y, por tanto, tienden a obedecerles más que los habitantes de los países autoritarios.

Esto choca con la previsión que muchos comentaristas hicieron al inicio de la pandemia, según la cual esta daría alas a los regímenes autoritarios, ya que demostraría su mayor capacidad de gestión.

Tomando el caso de China, la Organización Mundial de la Salud la ha elevado a modelo mundial en medio de una fuerte polémica, afirmando que el país había ofrecido «quizás la contención de una enfermedad más ambiciosa, ágil y agresiva de la historia». Pero según se ha hecho evidente, esta llegó tan solo después de semanas de mentiras, censura, inacción y, en definitiva, incapacidad de las autoridades.

La retención de información, sistemática en los países autoritarios, hace que la confianza de la ciudadanía en las instituciones públicas, y de rebote la efectividad de las medidas que estas impongan, disminuya. Se inicia así un círculo vicioso de desconfianza y represión, con medidas más y más restrictivas y sanciones más y más estrictas para hacerlas respetar.

En las democracias, donde la confianza de los ciudadanos en las autoridades es, en general, más elevada, recurrir a las medidas más restrictivas y sanciones más fuertes se hace menos necesario. Dicho de otra manera, en los países libres, el gobierno es depositario de la confianza ciudadana y puede contar con su responsabilidad para hacer frente a una crisis.

Pero según Benedikt Frey, la combinación ideal para hacer frente al coronavirus incluye otro ingrediente: los valores «colectivistas». A menudo se identifica colectivismo con la cultura de los países de Extremo Oriente, donde la lealtad de la ciudadanía a los superiores hace la ejecución de las decisiones más efectiva.

Los resultados del estudio no son sorprendentes: en el podio de la gestión de la pandemia encontramos los países que combinan democracia y colectivismo, como Taiwán, Corea del Sur o Japón.

En Occidente, donde la democracia se combina con valores más individualistas que fomentan la innovación por encima de la obediencia, encontramos casos ejemplares como Australia, Portugal o Noruega, y otros muy negativos, como Suecia, Estados Unidos o España.

Pero mientras el caso sueco se explica por su política única de «inmunidad masiva» y el norteamericano por la ausencia de un sistema de salud universal, el caso español es más preocupante.

En efecto, las draconianas medidas de confinamiento del gobierno español han sido las más duras de Europa, y recuerdan a las aprobadas por Pekín.

El gobierno de Pedro Sánchez negó la crisis y autorizó manifestaciones masivas el 8 de marzo, el día internacional de la mujer. La misma crítica de inacción que se ha hecho al gobierno chino.

Más recientemente, la arbitrariedad de las decisiones tomadas, el intervencionismo del ejecutivo socialista sobre cuerpos como la Guardia Civil y la Justicia, y el baile de cifras de muertes han despertado dudas sobre la transparencia del gobierno de Madrid. Una vez más, encontramos una similitud con la crítica de Carl Benedikt Frey a los países no democráticos, que tiene como resultado socavar la confianza de la ciudadanía y reducir la eficacia de las medidas gubernamentales.

Todo ello acerca de forma alarmante al gobierno español, tanto en sus métodos como en los resultados obtenidos, a los países autoritarios con respecto a la gestión de la epidemia de la Covid-19.

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