¿Cómo podemos confiar? Sánchez, Simón, Pérez de los Cobos, Illa, Vergés…

La confianza en los gobiernos es una condición necesaria para salir bien parados de la pandemia, pero día a día, evento en evento, lo que construyen es exactamente lo contrario: la desconfianza más profunda, la sospecha de vivir inmersos en un engaño permanente.

Ahora, de un día para otro, el doctor Simón y su equipo han constatado que en España había casi 2.000 muertos menos que los determinados. La explicación del doctor Simón, larga y pastosa como todas las suyas, no aclaró casi nada en la rueda de prensa del día 25. La cuestión es, sin embargo, que nos alejamos de la simbólica cifra de los 30.000 muertos, aquella que algunos medios de comunicación esperan para presentar portadas de impacto.

Poco antes, la sanidad de Cataluña, encabezada por Alba Vergés, hizo aflorar de manera repentina todo lo contrario, es decir, cientos de nuevas defunciones, en un baile de irregularidades que por desgracia son demasiado frecuentes en Cataluña.

Si después de tantos meses de funcionar todavía son incapaces de disponer de un sistema estadístico sólido, ¿cómo podemos confiar en ellos para empresas mayores? De todo ello aflora una pregunta necesaria: ¿por qué han de dar los datos cada día si después tienen que hacerlos bailar continuamente? Los podrían hacer públicos cada 3, 5 días, una semana si es necesario, pero que fueran datos sólidos y bien garantizados, que orientaran en lugar de desconcertar. Parece como si la estrategia de comunicación fuera la de inundarnos de cifras y palabras cada día sin importar demasiado el sentido, como si se tratara tan solo de marear la perdiz.

¿Por qué tienen que dar los datos cada día si después tienen que hacerlos bailar continuamente? Clic para tuitear

Pero seguimos con las sorpresas. Hacía 48 horas todas las alertas y prevenciones estaban encendidas para llevar a cabo un desconfinamiento con mucha prudencia, y de repente sale el presidente Sánchez para afirmar que prácticamente esto ya está terminado y que ya podemos prepararnos para recibir turistas del extranjero el mes de julio. ¡Pero si hace 4 días, como quien dice, que declararon una retrasada cuarentena para todos los que entraran en España! ¿Cómo explican estos cambios tan repentinos? Pues por razones que nada tienen que ver con sus previsiones sanitarias, sino con las presiones económicas para abrir el país al turismo. La conclusión es evidente: o antes nos alarmaban innecesariamente, entre otras razones para justificar el control y el estado de alarma, o bien ahora arriesgan nuestra salud.

También es sorprendente lo que ha vuelto a suceder en Cataluña. El doctor Simón insinuó que los datos que se enviaban eran sospechosos y apuntaba a un posible rebrote. La consejera Vergés rápidamente lo desmintió anunciando que quien conocía lo que de verdad sucedía en Cataluña era ella y que, de rebrote, nada de nada. Y mira por donde ahora resulta que Lleida no pasa a la fase 2 porque efectivamente se ha producido un rebrote. Ha pasado de una incidencia acumulada en siete días de 12,1 casos por 100.000 habitantes a 42,7. Se han multiplicado por cuatro, que no es poco. Está claro que esto ha sucedido en un territorio de baja densidad de población. Donde se juega de verdad la partida es en el Barcelonès y en buena parte del área metropolitana de Barcelona.

Para acabar de atizar la desconfianza, dos hechos que se han producido simultáneamente. Uno, denunciado por el diario La Razón, mostrando el informe que lo constata, que el doctor Simón ya había enviado al recientemente nombrado ministro Illa el mes de enero un documento en el que alertaba de la gravedad de la situación. Entre esa fecha y el 14 de marzo pasan demasiados días sin actuar, lo que abre un grave interrogante sobre la conducta del gobierno español y específicamente del ministro de Sanidad.

Relacionado con este intervalo de tiempo, se produce otro hecho que tendrá una grave repercusión. El cese del coronel Diego Pérez de los Cobos, responsable de la comandancia de la Guardia Civil de Madrid, la más importante de toda España, por decisión del ministro Grande-Marlaska, aduciendo la pérdida de confianza.

El insólito hecho, que ha causado conmoción en los mandos de la Guardia Civil, tiene un motivo aún más comprometedor. El informe que esta institución hizo sobre las presuntas responsabilidades del gobierno por no haber adoptado medidas antes del 8-M que evitaran las concentraciones. La gravedad de la cuestión se deriva también porque este informe obviamente no ha sido una iniciativa del coronel, sino una petición expresa de la juez Carmen Rodríguez-Medel que lleva el caso abierto como denuncia por presunto delito de prevaricación de las autoridades y que ya tiene un primer inculpado con Franco, delegado del gobierno en Madrid. Para aumentar más la incertidumbre, hay que recordar que estos informes judiciales son material reservado al juez y que por tanto teóricamente el ministro no debería haber tenido conocimiento de ellos. Este caso puede multiplicar el impacto judicial y político del asunto del 8-M que, recordémoslo, contó con el apoyo del gobierno y del propio doctor Simón, que previsiblemente será llamado a declarar y podría quedar inculpado. ¿En quién podemos confiar?

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