La encuesta electoral sobre Barcelona, publicada por La Vanguardia, señalaba que las opiniones favorables y contrarias a la supermanzana estaban prácticamente repartidas a partes iguales. Es una razón más para profundizar sobre las consecuencias de esta operación urbanística en el Eixample de Barcelona, que significa la total destrucción del Pla Cerdà, la configuración urbanística que ha venido funcionando con éxito desde hace más de 150 años. Un cambio radical de esta magnitud, tendría que venir precedido de una amplia información a los ciudadanos sobre sus consecuencias, dado que se trata de una transformación radical, en la que no se puede entrar a ciegas, que es donde estamos ahora.

La base del desarrollo económico de una ciudad es su capacidad exportadora, que se define por la producción de bienes y servicios que son consumidos por personas que no viven en la propia ciudad, bien porque se desplazan a ella para adquirirlos,  bien porque los bienes son exportados.

Razonaba que la diferencia entre la calidad del desarrollo urbano se manifiesta en este aspecto, y señalaba, como ejemplo, las dificultades que tiene Santa Coloma y Sant Adrià para lograrlo, precisamente por esta causa. Entre la base económica y la movilidad existe una articulación muy estrecha, configuran un sistema que cada una de sus partes está vinculada con la otra. La Supermanzana significa la liquidación radical del actual modelo de movilidad en el Eixample, el distrito central de Barcelona, sin que se haya definido cuál es el modelo de sustitución, más allá de la congestión y contaminación en las calles donde se acumula el tráfico que no puede pasar por las vías en las que se impide circular.

Es también una evidencia, la ruptura total de la isometría del Eixample, que garantizaba una homogeneidad y notable igualdad del espacio físico, con notable independencia de la renta de los que vivían en él. Mientras que, el nuevo proyecto de Colau y Collboni daría lugar a una ciudad de primera y otra de segunda dentro del mismo perímetro urbano. Los ejes verdes, por una parte, y el resto de las calles, por otra, donde se acumularía todo lo que está prohibido en los viales verdes, teóricamente privilegiados

Todo esto son razones concretas de mucho peso y solo pueden debatirse en el marco los hechos y los datos, y no en el de las sensaciones provocadas por imágenes artísticas de cómo será la Supermanzana, por un relato bucólico, porque esto forma parte de una ficción que no responde a ningún hecho.

Existe además otro capítulo en el que debemos fijar nuestra atención, porque se trata de examinar la propia realidad de las consecuencias de la Supermanzana porque ya  podemos observarlas analizando lo que sucede con la prohibición absoluta de la circulación por Consell de Cent y también, de manera especial, con la evolución que ha experimentado la Supermanzana del mercado de Sant Antoni.

En el primer caso las consecuencias son evidentes sobre la calle Valencia y sobre la  movilidad en una parte del Eixample. Hay mucha más congestión, se tarda mucho más tiempo en los desplazamientos y, por tanto, se infringe un coste contra las economías particulares y de la ciudad. Quienes viven y trabajan en la calle Valencia habitan en  un ambiente mucho más nocivo a causa de la mayor carga de  contaminantes atmosféricos y del ruido. Todo esto se expresa en cifras que el Ayuntamiento debe dar a conocer. ¿Dónde están los sensores atmosféricos y los medidores de ruido instalados en las calles de Valencia y en el entorno? ¿Cuáles son las cifras de tráfico y los tiempos de desplazamiento de los vehículos privados, autobuses y taxis, de los tiempos y costes de distribución de carga y descarga? ¿Cómo afectan las obras de Consejo de Ciento la actividad económica, cuantos aparcamientos públicos están afectados?, ¿Qué tipos de negocios hay y cuál es la tipología de sus clientes?

Todos estos son datos que se supone que debe el disponer el Ayuntamiento y deben hacerse públicos. Porque si no fuera así, nos encontraríamos ante una verdadera banda de irresponsables que provocan  revoluciones urbanísticas ocultando o desconociendo las consecuencias que provocan.

Estas mismas medidas deberían darse en relación a la Supermanzana del mercado de Sant Antoni, pero en este caso lo más interesante radica en cómo la zona que llaman «pacificada” se ha transformado, porque nos señala lo que sucederá masivamente en todo el Eixample.

En este caso la información gira sobre la evolución del precio de los alquileres, la tasa de sustitución de los vecinos por otros procedentes de orígenes externos al barrio. Ambas cuestiones nos darían una dimensión concreta de la gentrificación, del proceso de sustitución de la población originaria por otra de mayor capacidad económica, y la subsiguiente destrucción del tejido social y económico del barrio, que también se manifestaría en cómo se ha modificado la actividad económica a pie de calle, en el comercio de proximidad y la hostelería. A simple vista y para un observador atento, resulta clara esta destrucción, a pesar de que es una supermanzana reciente, y este es un proceso acumulativo que exige tiempo. Debemos conocer la magnitud  y cómo se está produciendo, cerrando comercios de toda la vida y apareciendo de nuevos, que ya no están dirigidos a atender a los vecinos, sino a un territorio más amplio, porque son, digamos, productos más fashion, y también se observa un desarrollo singular de bares y restaurantes nuevos y transformados.

Esto es lo que hemos de debatir con hechos concretos. No se trata de estar en contra o a favor del modelo de Supermanzanas en general o en abstracto. Se trata de decidir si es bueno para Barcelona y para todos nosotros el proyecto concreto del Gobierno municipal de Colau-Collboni. No se trata de emociones ni de sentimientos, sino de prever la destrucción a que está abocado el centro de Barcelona, y sobre el que ya existen datos evidentes, que el Ayuntamiento oculta o solo proporciona de manera escasa y en aquello que le conviene, y esto es intolerable.

Una modificación de esta magnitud no puede realizarse sin una consulta ciudadana previa. Colau se ha llenado la boca la boca a lo largo de todo su mandato con la participación, pero la ha practicado solo en cuestiones marginales. No someter la supermanzana a consulta es una burla. Es tomar a los ciudadanos de Barcelona por estúpidos.

Las obras no pueden continuar hasta que se realice la consulta, que previamente debe haber sido preparada con información sobre lo que ha sucedido hasta ahora. El alcalde Hereu nunca se llenó tanto la boca con la participación, pero hizo una consulta sobre el tranvía por la Diagonal. Se fue del Ayuntamiento, pero lo hizo con dignidad. Colau intenta mantenerse a base del engaño. Es indigno.

Rellena el formulario adjunto si quieres adherirte a la Declaración de Converses a Catalunya “Salvemos el Plan Cerdà. Salvamos el Eixample”.

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