La identidad europea (II): ¿Unidad política?

La idea de la unidad de Europa es tan antigua como la misma Europa. El término Europa se consolida cuando el Occidente europeo cierra filas en torno a su cultura para hacer frente al invasor árabe. El Imperio de Carlomagno fue un primer intento de unir los europeos en torno a la civilización y las raíces culturales comunes, enlazando con el vínculo romano perdido. Los europeos somos una «gran familia» que ha estado, en realidad, siempre muy unida, en unas épocas menos y en otras más . Unida socialmente, culturalmente y económicamente. Europa representa la unidad en la diversidad o la diversidad en la unidad, desde sus orígenes. Pero existe un aspecto donde la unidad no ha resultado tan fácil para nosotros, es el político, en materia de soberanía de Estado.

El intento de unión política más ambicioso a lo largo de la historia de Europa es el que supone la Unión Europea (UE).

Se trata de un modelo de construcción político, económico y social nuevo en la historia de la arquitectura política. Un sistema sui generis en el que los Estados hasta entonces soberanos se integran dentro de una Comunidad (primero) o Unión (después) capaz de promulgar un derecho común en materias también comunes.

En realidad el modelo no es tan nuevo, pues el sistema integrador que empieza a ponerse en práctica a comienzos de los años cincuenta del siglo pasado no es más que un régimen europeo de carácter confederal, es decir, una asociación de Estados soberanos con áreas comunes de legislación de carácter supranacional. Se trata de Estados soberanos que se ponen de acuerdo en varias materias y crean un derecho común. Unos Estados que han creado un sistema de soberanía compartida en diferentes materias, de tal manera que se podría decir que conformaban una Confederación con potestades legislativas supranacionales. Por lo tanto la UE nacía como una realidad política que unía elementos de una Confederación y de una Federación a la vez, aunque estaba más cerca de la primera que de la segunda. Puede suponer, o no, el camino hacia una unión política verdadera, hacia una Federación de Estados Europeos o unos Estados Unidos de Europa. Se llegará o no a una Federación en función del impulso de que sean capaces las mismas sociedades europeas y de los retos que estas sociedades tengan que afrontar.

Suiza  se constituyó en el siglo XIV, primero como una unión de voluntades entre Estados «soberanos» y así fue hasta la segunda mitad del siglo XIX. Tuvo que transcurrir medio milenio para que Suiza llegara a ser una verdadera Federación (aunque la designación oficial del país sigue siendo «Confederación Helvética»).

El planteamiento de la necesidad de la unidad europea en el siglo XX tiene un nombre destacado: el conde austríaco Coudenhove-Kalergi. Él fue el verdadero profeta de la idea europea, especialmente entre las dos guerras mundiales. Sintió la Primera Guerra Mundial como una guerra civil entre europeos. Es el autor del libro «Paneuropa» y fundador del Movimiento Paneuropeo. Después de la Segunda Guerra Mundial, la antorcha de Coudenhove-Kalergi fue recogida por los Padres de Europa (Padres de la Unión Europea), los principales son: Robert Schuman, Alcide De Gasperi, Konrad Adenauer y Jean Monnet.  Ellos lo tenían claro: la unidad europea sólo se podrá construir sobre los elementos fundamentales de la identidad europea, especialmente los religiosos y culturales.

Las motivaciones del profeta de la idea europea, como las de los Padres de Europa, eran esencialmente cristianas. El objetivo del Movimiento Paneuropeo era la unidad de una Europa cristiana, libre de «nihilismo, ateísmo y el inmoral consumismo». La Unión Paneuropea tenía cuatro principios básicos: liberalismo, cristianismo, responsabilidad social y proeuropeisme. Otto von Habsburg, el jefe de la dinastía de los Habsburgo, se convirtió en el Presidente honorífico de la Unión Paneuropea internacional después de la muerte de Coundenhove en 1973.

La opción espiritual de los Padres de Europa era a favor del perdón y una voluntad de superar la violencia a través del diálogo y la solidaridad . Estaban a favor de un proceso de construcción que permitiera la reunificación de todo el continente.

Tres de los cuatro Padres eran profundamente católicos . Robert Schuman se planteó incluso el sacerdocio en un determinado momento de su vida, pero fue más fuerte su vocación política de servicio. Fue proclamado siervo de Dios por la Iglesia católica. Este es el título que la Iglesia Católica Romana asigna post mortem a personas que se han significado por su «santidad en la vida» o «heroicidad en la virtud», como primer paso para un posible proceso de canonización. Nació en Luxemburgo (1886) y murió en Metz (Lorena, Francia, en 1963). De joven ejerció como abogado en Metz. Durante la primera guerra mundial fue movilizado por el ejército alemán. Siempre se distinguió por la búsqueda constante de la paz entre los dos principales enemigos europeos: Francia y Alemania. Él se consideraba francés y alemán al mismo tiempo. A lo largo de su vida, Lorena y Alsacia fueron alternativamente alemanas, francesas, alemanas y finalmente francesas hasta hoy en día. La Declaración Schuman del 9 de mayo de 1950, que dio lugar a la primera Comunidad Europea, la CECA, es la piedra angular del proceso de unificación europea por la vía comunitaria (Comunidad Europea,después Unión Europea).

Alcide De Gasperi fue uno de los políticos más destacados de la Democracia Cristiana italiana. Su vida cristiana fue tan ejemplar que Giulio Andreotti, su gran discípulo, dijo con motivo de su traspaso estas palabras: «ha muerto como un santo». Konrad Adenauer acostumbraba a afirmar categóricamente que «es ridículo ocuparse de la civilización europea sin reconocer la centralidad del cristianismo».

Schuman, Adenauer y De Gasperi centraron su pensamiento en temas políticos, mientras que Jean Monnet lo hizo sobre temas económicos. Era un hombre de empresa. Fue un laico respetuoso con las ideas religiosas de los otros tres. A diferencia de ellos, caracterizados por un comportamiento de acción inspirado por los valores cristianos, en el caso de Monnet la fuente de su acción cotidiana venía dada por el humanismo, el pragmatismo empresarial y el valor supremo de la libertad. Pero en el fondo, en palabras textuales suyas, los cuatro «nos inspirábamos en los mismos valores».

A pesar de la importancia del legado cristiano, a principios de siglo, y tras un largo debate, los responsables de redactar el frustrado Tratado Constitucional de la UE, que fue finalmente rechazado en referéndum en Francia y los Países Bajos en 2005 y nunca entró en vigor, acordaron no hacer ningún tipo de referencia a las raíces cristianas de Europa en el texto final del documento.

La Convención para la preparación del proyecto de tratado constitucional comenzó sus trabajos en 2002, dirigida por el ex presidente de la República Francesa, Valéry Giscard d’Estaing. A finales de noviembre de 2002 los obispos católicos y la Conferencia de Iglesias Europeas enviaron un escrito a la Convención considerando necesario que el Tratado Constitucional recogiera referencias a la religión. Valery Giscard d’Estaing se reunió en el Vaticano con el Papa Juan Pablo II. Este insistió en la necesidad de que en el Preámbulo del Tratado se hiciera referencia a las raíces cristianas de Europa. Finalmente triunfaron las posiciones de sectores laicistas y anticlericales contrarias a aquella propuesta. No hubo consenso para mencionar Dios o el cristianismo en el Preámbulo del Tratado.

En una visita  a Santiago de Compostela en 1982, Juan Pablo II pronunció estas palabras, que todavía figuran inscritas en una columna de la catedral compostelana: » Yo, obispo de Roma y pastor de la Iglesia, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor. Volver a reencontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces . Revive tus valores auténticos que han hecho gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en el resto de continentes. Reconstruye tu unidad espiritual en un clima de pleno respeto al resto de las religiones y a las genuinas libertades. Da al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios «.

La identidad europea (I)

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