Joe Biden y los resultados de su gira por Europa

Cumbre del G-7 en Cornualles (Reino Unido)

El nuevo presidente estadounidense y el resto de líderes occidentales han querido dar un tono histórico  al encuentro: transmitir al mundo que las democracias liberales vuelven a trabajar juntas, dispuestas a liderar la salida de la crisis de la pandemia, y que coinciden en el diagnóstico de que el gran desafío que tienen planteado son los regímenes autoritarios, China principalmente, pero también otros como Rusia.

Boris Johnson como anfitrión y Joe Biden como director de orquesta soñaban con una cumbre apacible y, sobre todo, fructífera, pero ha habido notas discordantes y el resultado final se puede decir que ha sido inferior al esperado. Johnson quería presumir de tenor, pero ha hecho muchos gallos en el tema del Brexit. Ha sido criticado por no respetar lo pactado con la UE sobre las relaciones comerciales con Irlanda del Norte. Biden ha demostrado hostilidad hacia el Brexit, todo lo contrario de lo que hacía Trump.  

Biden ha conseguido lo que quería: alinear sus socios a la hora de hacer frente a la China emergenteEl comunicado final de la cumbre es contundente en este sentido. Denuncia los abusos de los derechos humanos en la región de Xingiang, pide un alto grado de autonomía para Hong Kong, destaca la importancia de la paz y estabilidad en el estrecho de Taiwán, se opone con firmeza a cualquier intento de cambiar unilateralmente el statu quo en la región Asia-Pacífico y exige una investigación de los orígenes de la pandemia para descubrir de donde salió.

La reunión de Cornualles ha certificado que la emergencia de China como superpotencia con ambiciones globales es uno de los grandes acontecimientos políticos de la historia reciente, al que Occidente debe responder. Al mismo tiempo, sin embargo, se ha confirmado que existen profundas divisiones entre los miembros del G-7 sobre China. Los Estados Unidos y Japón son los miembros que mantienen un tono más duro, mientras que los europeos son más reticentes. Alemania, por ejemplo, mantiene unas relaciones comerciales y de inversión con China muy importantes que no quiere poner en peligro, con una cartera de negocios que el año pasado superó los 200.000 millones de euros, una cifra que casi triplica la cartera sinoamericana.

La cumbre ha servido para dar mil millones de vacunas al tercer mundo, pero se estima que la cantidad de dosis necesarias para erradicar la Covid-19 a escala planetaria es muy superior. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), estaríamos hablando de unos 11.000 millones de vacunas. Incluso el calendario pactado para distribuir las dosis, dieciocho meses, parece tan largo como poco ambicioso. Además, ahora que Pekín ya tiene la cifra máxima de vacunas que Occidente está dispuesto a dar, Pekín puede mostrarse dispuesta a entregar al mundo un número de dosis superior.

Otros tres acuerdos son a destacar. El primero, considerado «histórico» por muchos analistas, es el establecimiento de un impuesto mínimo de al menos un 15% a las multinacionales, que ponga freno a la evasión fiscal de los gigantes tecnológicos y establezca un sistema para que los grupos más grandes tributen en los países donde generan beneficio, aunque no tengan presencia física en el territorio. Las empresas globales -como Amazon, Google o Facebook- serán las más afectadas. El acuerdo del G-7 podría servir de base a un futuro acuerdo en el marco del G-20, que se reunirá a principios de julio y más tarde en el mes de octubre. La OCDE hace mucho tiempo que está trabajando este tema y estima más realista que se alcance un consenso en el segundo de estos encuentros del G-20. Un segundo acuerdo, a propuesta de Biden, consiste en planear inversiones masivas en infraestructuras para disminuir la influencia China en el mundo a través de su política Nueva Ruta de la Seda (Oboro, One Belt, One Road).  Se ha hablado de 40 billones de dólares, pero el comunicado final no concreta ninguna cifra. El tercer acuerdo consiste en un compromiso de llegar en 2050 a «emisiones cero» de gases de efecto invernadero, pero todo ha quedado pendiente para la cumbre del clima COP 26 que se celebrará en Glasgow en noviembre.

Según declaraciones de Mario Draghi, «la sensación general ha sido positiva, pero hay que ser realistas a la hora de juzgar los resultados de este G-7; el principal tema político ha sido la actitud a adoptar en relación con China y otras autocracias; el deseo de Joe Biden de reconstruir las alianzas tradicionales tras la era Trump ha sido muy bien recibido».

Cumbre de la OTAN en Bruselas

Biden ha cumplido sus objetivos en su estreno en la OTAN. Por un lado, ha querido consagrar la solidaridad atlántica. Ha ofrecido garantías de defensa mutua de los aliados, lo que su predecesor había puesto en cuestión. Trump había cuestionado el famoso artículo 5 del Tratado de la OTAN, que establece que si un país miembro es atacado por un tercero, el resto de países miembros (entre ellos Estados Unidos) se considerarán igualmente atacados. Este artículo solo fue capaz de parar las ambiciones territoriales de la URSS en Europa durante medio siglo. Biden ha declarado solemnemente que «el artículo 5 es una obligación sagrada», añadiendo que quiere «que toda Europa sepa que Estados Unidos están aquí (para defenderla)».  Por otra parte, Biden ha conseguido alinear los socios atlánticos ante China. En la cumbre de la OTAN, el gigante asiático ha vuelto a ser el protagonista. Si la reunión del G-7 terminó con un comunicado conjunto en el que se criticaba los abusos de China en materia de derechos humanos, la cumbre de la OTAN ha concluido con una declaración que califica el comportamiento de China como «un desafío sistémico». Esta calificación de Chinaante la que Biden reclama la unidad de los países occidentales, marca su viaje europeo.

Biden puede volver a casa con dos declaraciones de importancia contra China: la del G-7 y la de la OTAN. Ha calado el mensaje que la etapa Trump quedaba atrás y que los Estados Unidos han vuelto a la escena internacional, retomando el mando occidental y confiando en verse secundados por las potencias europeas democráticas.

Los líderes de la OTAN han lanzado sus propuestas reformistas OTAN 2030. Incluirán la actualización del concepto estratégico de la OTAN, que en su edición actual ni incluye la agresividad de Rusia ni tampoco el ascenso de China. También se añadirá un compromiso con el cambio climático y una atención especial del ciberespacio.

Veinticinco años después de la cumbre de la OTAN de Madrid en 1997, España ha sido elegida para acoger el próximo año otra reunión al máximo nivel de la OTAN. Será la cumbre en la que se pondrá en práctica el establecimiento del nuevo concepto estratégico de la organización.

Reunión bilateral Biden-UE en Bruselas

Biden ha puesto freno a los desacuerdos comerciales con la UE, tras cuatro años de dolores de cabeza con Trump. Bruselas y Washington han alcanzado un acuerdo para cerrar la batalla comercial más larga de la historia de la Organización Mundial de Comercio (OMS), la que les enfrenta por los subsidios a sus constructores aeronáuticos, Airbus y Boeing, que ha supuesto grabar con aranceles productos por valor de 11.500 millones de dólares. Se ha acordado extender durante cinco años la suspensión de los aranceles mutuos.

Además de este gran acuerdo aeronáutico, ha habido avances en otras disputas, como la negociación de los aranceles impuestos por el acero y el aluminio, una iniciativa de Trump que enrareció el clima entre Bruselas y Washington. Ambas partes se han dado de plazo hasta diciembre para poder encontrar una salida. Son aranceles que castigaban en represalia a un amplio abanico de productos. Se aplican sobre un total de 130 categorías diferentes, que incluyen una tasa del 15% para los materiales aeronáuticos y del 25% para los demás, entre los que figuran vino, alcohol, leche y queso, tabaco, bolsos y tractores.

En su reunión con los líderes de la UE, Biden no ha desaprovechado la ocasión de acercar el entendimiento comercial con los europeos a su gran prioridad: sumar aliados contra China. Por ello en el comunicado final de la reunión se dice, pensando en China sin mencionarla, que «también hemos acordado trabajar conjuntamente para desafiar y contrarrestar las prácticas de no libre mercado».

Reunión con Putin en Ginebra

Al final de su periplo por Europa, el presidente Biden, de 78 años, comenzaba a mostrar claras señales de fatiga. Vladimir Putin, diez años más joven, le esperaba en Ginebra aparentemente en mejor forma física. Putin hace 21 años que está en política y, gracias a determinadas reformas legales, puede mantenerse en el poder hasta el 2036. Biden llegaba a Ginebra reforzado como líder del mundo libre, pero le faltaba aún la difícil garantía de la inevitabilidad: que ni Trump ni ningún trumpista lo conviertan en un paréntesis, lo que sería como un gran regalo para la Rusia de Putin.

La reunión ha ido bien, se ha avanzado en algunos aspectos, pero no tanto. Como mínimo, se considera que ha sido un paso en la buena dirección. Han abierto la vía de diálogo, pero lo han hecho sin superar la desconfianza. Ni Estados Unidos ni Rusia quieren otra guerra fría. Las relaciones ya son bastante malas y no pueden empeorar, sino que deben mejorar. Ambos se han comprometido a dialogar y a intentar entenderse, a pesar de las grandes diferencias que los separan. Se ha tratado una larga lista de asuntos de interés común en una reunión que ha durado casi cuatro horas: seguridad cibernética, estabilización de Siria y Afganistán, controles de sus arsenales nucleares, prolongación del tratado Start sobre armas estratégicas, evitar decisiones unilaterales sobre sistemas de defensa contra misiles balísticos (uno de los pilares de la distensión alcanzada por Reagan y Gorbachov hace casi 36 años).

Ambos líderes han hecho ruedas de prensa separadas al final de la reunión. Biden señaló que el tono había sido positivo y que había fijado líneas rojas a Putin. Le había advertido que replicaría a nuevas violaciones a la soberanía de los Estados Unidos en materia de ataques cibernéticos. Se pactará una lista de infraestructuras intocables, instalaciones de importancia vital que bajo ningún concepto pueden ser objeto de ciberataques. En el terreno de los derechos humanos, Biden hizo hincapié en las libertades fundamentales. Ha declarado que «si Navalny muere en prisión, puede haber consecuencias devastadoras». El interés de los Estados Unidos es mantener una relación con Rusia que sea, como mínimo, «estable y predecible».

Putin, con mejores reflejos en su rueda de prensa, ha sido amable y ha hablado bien de Biden, aunque en una entrevista reciente el presidente estadounidense la hubiera tratado «de asesino». Putin lo ha calificado de «persona constructiva y equilibrada», pero también le ha acusado de financiar la oposición al régimen ruso actual.

Putin ha declarado finalmente que «ha sido una reunión productiva, fructífera y concreta» y, parafraseando a Tolstoi, que de la cumbre habían salido «estallidos de confianza y esperanza».

Ni Biden ha invitado Putin a la Casa Blanca ni Putin a Biden en el Kremlin. Para que llegue un nivel de relación que lo haga posible, «las condiciones deben ser maduras», según Putin. De momento, y ya es un paso adelante concreto, los embajadores volverán a sus respectivas capitales.

La reunión ha ido, sobre todo, de recuperar la previsibilidad y la estabilidad. En cualquier caso, Biden sabe perfectamente que no es Putin el auténtico interlocutor en el diálogo exterior del futuro, sino Xi Jinping.  

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