La media de las encuestas publicadas desde el 30 de mayo hasta octubre, señala que la distancia entre el gobierno formado por PSOE y UP con la oposición del PP y Vox tiende a acortarse. Según la traducción en escaños que hace el especialista de La Vanguardia, Carlos Castro, el PSOE obtendría ahora 122 escaños, 2 más que los logrados en las elecciones de noviembre del 2019, pero UP llegaría sólo a 29 diputados, 6 menos que los que obtuvo entonces, continuando así su declive. El resultado reduciría en 4 escaños, hasta 151, la fuerza del Gobierno en el Congreso. El PP, por su parte, pasaría de 89 a 100 escaños, creciendo en 11. Mientras que Vox perdería 7, ya que ahora sólo obtendría 45 diputados. El resultado daría 145 escaños a este bloque por 151 el gobierno. La distancia entre ambos quedaría por tanto reducida a 6 escaños, en lugar de la actual de 14 escaños. Como puede observarse hay un desplazamiento de votos hacia el partido más grande dentro de cada bloque, que afecta en términos proporcionales más a Podemos que a Vox.
La tendencia de los resultados, tomando como referencia la vuelta de vacaciones en el mes de septiembre, indica más bien un retroceso del voto socialista, de Cs, y de Vox, una tendencia modesta al crecimiento del PP y la estabilidad con un ligero decrecimiento de UP. La dinámica de los próximos meses con el doble vertiente económica y epidémica, y la forma cómo las afronten cada uno de los sujetos será determinante. El gobierno cuenta con el arma extraordinaria de los fondos europeos, pero debe demostrar que tiene capacidad para utilizarlos bien y en último término siempre será el principal responsable de la evolución de la Covid-19 ante la que hasta ahora ha fracasado de manera reiterada y que sólo la falta de capacidad del PP ha impedido un mayor deterioro político del gobierno de Sánchez.
En el caso de Cataluña, las encuestas actuales no definen bien el panorama político, sobre todo si se configura el mapa actual en el que el PDeCAT acudirá separado de JxCat, mientras que el PNC ya ha presentado su candidatura. Evidentemente, cuantos más sujetos, más división del voto. Además, aún está por ver si la opción del catalanismo constitucional acaba presentándose como fuerza independiente, o bien continúa desaparecida de la política electoral. La principal limitación para las nuevas fuerzas es su comparecencia por separado para que unas y otras se repartan mutuamente el electorado, especialmente entre el PDeCAT y el PNC. Estas opciones con todo, pocos o mucho, pueden sacar voto a JxCat por parte de la tradición convergente, pero también a nuevos votantes de ERC, que se inclinan por esta formación porque la encuentran menos radical que JxCat. Las posibilidades electorales de estas nuevas formaciones se juegan todo en Barcelona y Tarragona y en sus respectivas áreas metropolitanas, que es también el territorio en el que el catalanismo constitucionalista, en caso de presentarse, podría alcanzar mejores resultados.
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