Elecciones municipales en Barcelona. La falta de una alternativa real

La ciudad de Barcelona nunca ha vivido un rechazo tan generalizado, claro y rotundo, como el que se da con Ada Colau. Pero paradójicamente su derrota no está del todo asegurada y, en todo caso, lo que se hace evidente es que su bloque de gobierno, el que comparte con el PSC de Collboni y el ERC de Maragall, «la oposición institucional» , garantizará la continuidad de su obra, porque todos ellos apuestan por la supermanzana que destruye el plan Cerdà, el tranvía, la reducción de los carriles en las vías de circulación y el desorden e inseguridad en el funcionamiento de la ciudad. No hay más que recordar que el responsable de la seguridad ciudadana y teniente de alcalde, Albert Batlle, pertenece a la candidatura de Collboni como para constatar que no habría cambios profundos.

Pero, ¿cómo es posible que el rechazo a Colau no se traduzca en cambios significativos en la posición del electorado? Aquí intervienen varios factores. Uno y principal es la falta de alternativa clara y sólida, que sea más que una simple especulación y giren en torno a ella las fuerzas cívicas de Barcelona.

Este hecho provoca un segundo efecto: la elevada abstención que facilita que la militancia de Comuns, ERC y socialistas se vea sobrerrepresentada en voto, porque el ciudadano común y corriente se queda en casa. El tercer factor, muy ligado al primero, es el fraccionamiento de las opciones electorales que desdibuja aún más el panorama.

En épocas pasadas en el Ayuntamiento concurrían básicamente cinco opciones. Socialistas, CiU, PSUC, y después IC, PP, y una quinta fuerza que podía cambiar y que tenía una representación mínima. Lo fue en más de una ocasión, pero no siempre, ERC. Ahora sólo en el ámbito de la oposición a Colau existen 8 opciones, todas ellas mal situadas o con grandes interrogantes.

Cs vive su enésima crisis porque tras abrirle expediente de expulsión a Paco Sierra, bajo la acusación de autoproclamarse presidente del grupo, ahora la presidenta Maria Luz Guilarte, que era la alcaldable del partido, ha anunciado que se retira del Ayuntamiento y abandona la política. Cs poco tiene que hacer, por no decir nada.

El PP ni siquiera tiene candidato y la proclamada renovación de Feijóo pasará por esperar después de las elecciones. Por tanto, la debilidad de esta opción en principio parece asegurada.

JxCat tiene sus esperanzas en Trias, que aún deshoja la margarita de si se presenta o no. Si no lo hace, esta opción quedará reducida a la mínima expresión en Barcelona, ​​con el hándicap que esto representa para quien quiere ser fuerza de gobierno en Cataluña. Y si se presenta, podría ser el catalizador de una alternativa más o menos fuerte en la medida en que tenga capacidad de no repetir errores pasados ​​y presentarse como futuro alcalde de todos los barceloneses y no como portavoz del independentismo. A estas alturas es el único elemento que puede mover el escenario, y dada la incertidumbre de su candidatura, todo se vuelve muy nublado.

Vox no tiene capacidad para construir la alternativa. Está en un rincón del escenario y no crece.

El PDeCAT ni tiene candidato ni partido para Barcelona. Y además vive en una eterna contradicción de lo que dice y de lo que hace. Por un lado su presidente, David Bonvehí, postula llevar a cabo una nueva Convergencia, pero por otra y de forma incomprensible, el PDeCAT en Madrid, que todavía tiene 4 diputados que se pagan a precio de oro, apoya a cambio de nada y de forma sistemática al gobierno Sánchez. Quizás deberían explicarlo.

Centrem, el partido que no ha logrado todavía hacerse presente desde su congreso y que tiene entre sus déficits el abandono de la que debía ser su líder, Àngels Chacón, desearía poder presentar como candidato a Santi Vila. Tiene una opción interesante, pero antes debe demostrar que es una vía suficientemente consolidada.

Y todavía quedan las pociones personales. Sandro Rossell, que también está a la espera de lo que haga Trias y de lo que dicen las encuestas. Si el exalcalde se presenta, con mucha certeza, Rossell no lo hará porque van a por el mismo electorado. Y si lo hace, tampoco está garantizada su presencia si las encuestas no le dan de entrada un mínimo resultado que le permita aspirar a más.

Existe el caso de Daniel Bosseler. Dispone de medios propios y experiencia porque sería el segundo intento. El primero no salió bien y no logró hacerse presente en el consistorio. Parece difícil que pueda aspirar a cristalizar una alternativa, pero aún faltan meses para constatarlo.

En cualquier caso, existe una medida objetiva que permite distinguir ahora y en el futuro el grano de la paja. Para que un candidato tenga posibilidades de desempeñar un buen papel necesita una notoriedad del 70%. A partir de ahí su presencia ya tiene carácter competitivo. Cuanto más alejado esté de esa cifra más aleatorio es que pueda salir elegido. Para ser una opción de primera fila, es necesario que supere el 80% de conocimiento espontáneo por parte de los ciudadanos. Son cifras difíciles de alcanzar. Sólo se dan si detrás hay unas grandes siglas políticas, se dispone de mucho dinero para gastar o bien esa persona ha salido reiteradamente en televisión, es notoria. Si no es así, poco se puede hacer. La razón es sencilla: sólo te votan aquellos que te conocen. Esto, más la expectativa de voto que puedas tener. A partir de ahí todo se clarifica.

En todo caso lo que es evidente es que a Barcelona para salir de la crisis actual no le basta con la derrota de Colau. Necesita una alternativa de ciudad, una coalición cívica de gran alcance, que en estos momentos no existe por incompatibilidades ideológicas y también porque se prefiere ser cabeza de ratón que cola de león.

Colau ha afirmat des de l'Argentina que a Barcelona es crearan 45.000 nous llocs de treball gràcies a l'acció municipal. Creus que és una promesa electoralista?

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1 comentario. Dejar nuevo

  • El problema se da no sólo en Barcelona. En toda España y en cualquier país europeo la situación es igual, sólo hay partidos y programas que no representan a la ciudadanía, ineptitud y corrupción. Los ciudadanos están decepcionados. Suspiran y votan lo menos malo, o se abstienen.
    Que en Centrem consideren la posibilidad de incluir en las listas a Santi Vila es el mejor argumento para no votar por ese partido.

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