Dos años de guerra en Ucrania: impacto sobre el orden mundial y la UE

El día 24 de febrero de 2022 la Rusia de Putin invadió Ucrania. En un primer momento, la reacción de la gran mayoría de Estados miembros de la ONU fue de condena rotunda de la invasión. La primera resolución de la Asamblea General de la ONU, exigiendo que Moscú parara la invasión y retirara de inmediato sus tropas de Ucrania, tardó sólo seis días en ser aprobada (2 de marzo). 141 estados le apoyaron, 35 se abstuvieron y sólo cinco la rechazaron (Siria, Corea del Norte, Bielorrusia, Eritrea y la propia Rusia). Se registraron 13 ausencias. La resolución se adoptó después de dos días de discursos de 117 de los 194 estados miembros de la ONU.

Hoy, a dos años vista, el panorama es muy distinto.

Muchos de los países que en un principio condenaron la invasión siguen haciendo negocios y manteniendo relaciones diplomáticas normales con Rusia, otros han cambiado su orientación en la ONU o han adoptado una posición abiertamente prorrusa. Incluso el bloque liderado por Estados Unidos y la UE, que apoya a Kiev, ha sufrido fisuras importantes.

Moscú presenta esta nueva situación como un despertar antioccidental y anticolonial, incluso como la llegada de un deseado nuevo orden mundial multipolar. Es evidente que Rusia ya no se siente tan aislada por la invasión de Ucrania, como era el caso el 2 de marzo de 2022.

El llamado Sur Global, formado por unos 140 países en vías de desarrollo o no alineados, está lleno de gobiernos claramente posicionados a favor de Moscú. Esto se ve en América Latina y África.

En el continente asiático, sólo dos aliados principales de Estados Unidos -Japón y Corea del Sur- han impuesto sanciones a Rusia y envían suministros para la defensa de Ucrania.

Diplomáticos europeos y estadounidenses se han pasado más de un año y medio viajando por el Sur Global para tratar de convencer a los gobiernos de la importancia de mantener un orden mundial «basado en reglas», pero todo su esfuerzo se ha ido al traste tras los atentados terroristas del 7 de octubre de 2023 de Hamás contra Israel y la sucesiva invasión de Gaza por parte del ejército israelí, que ya ha provocado más de 30.000 muertos y ha significado pasar del terrorismo a la barbarie.

La destrucción masiva de la Franja de Gaza ha acabado de convencer a muchos países en vías de desarrollo de la hipocresía occidental y de su doble vara de medir los acontecimientos, al ver reaccionar a Occidente de forma diferente ante ambas invasiones.

Moscú ha empezado a referirse a sí mismo como «parte de la mayoría global». Suele hablar despectivamente del «Occidente Colectivo» para referirse a un grupo de países occidentales liderados por Estados Unidos a los que acusa de pretender una «dominación global basada en sus propios intereses».

El papel adoptado por Occidente ante la guerra de Gaza ha hecho mucho daño a su posición respecto a Ucrania y ha creado un enorme malestar en Oriente Medio, que Rusia aprovecha para aumentar su influencia en la región.

Rusia forma parte del grupo BRICS creado en 2010 y formado por Brasil, Rusia, India, China y Africano del Sur, recientemente ampliado con cinco nuevos miembros (Arabia Saudita, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Etiopía). Este grupo de diez países representa el 30% del PIB y el 45% de la población mundial.

También forma parte de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), creada en 2001, formada por China, India, Pakistán, Irán, Rusia, Kazajistán, Kirguizstán, Tayikistán y Uzbekistán, que cuenta con tres estados observadores y ocho estados socios de diálogo. Es la mayor organización regional del mundo en términos de superficie (80% de Eurasia), y muy importante en términos demográficos (40% de la población mundial) y de PIB (25% del PIB mundial). Rusia también ha consolidado relaciones especiales con otros estados, como Irán y Corea del Norte.

Rusia dispone de una amplia red de aliados y esto le ha permitido capear las sanciones occidentales

Rusia dispone de una amplia red de aliados y esto le ha permitido capear las sanciones occidentales. También contribuyen los países occidentales que ignoran las restricciones por no perjudicar sus propios intereses. A Rusia no le faltan amigos ni socios comerciales a la hora de sortear sanciones y mantener funcionando su maquinaria de guerra.

La mayoría de analistas opinan que la guerra de Ucrania no va actualmente como quisiera Kiev. La presión rusa es tan intensa que hace temer una rotura descontrolada del frente. Reina el escepticismo sobre que Kiev pueda recuperar el 17% del territorio ocupado por las fuerzas rusas, que sigue aumentando. La última pérdida de Kiev ha sido la ciudad de Avdíivka, después de diez años de resistencia ucraniana. Es la mayor victoria militar rusa desde la toma de Bajmut en mayo del año pasado.

«en su momento, con un Gorbachov que lo dio todo a cambio de nada, Occidente no supo ayudar a la democratización de Rusia como hubiera sido conveniente y necesario»

En los debates europeos y americanos sobre la guerra los analistas señalan a menudo un pecado original: «en su momento, con un Gorbachov que lo dio todo a cambio de nada, Occidente no supo ayudar a la democratización de Rusia como hubiera sido conveniente y necesario «, no se aceptó la proposición de Gorbachov de construir «una casa común europea» o la anterior de Mitterrand de una «confederación europea», incluida Rusia. Algunos analistas estiman que ese juicio sólo puede ser relevante el día que de nuevo se inicie un proceso democrático en Rusia, piensan que ahora no es el momento.

El hecho es que hoy tenemos a un Putin belicoso al frente de una Rusia cada vez más asertiva y amenazadora. Hay que tener en cuenta que los rusos probablemente reelegirán a Putin presidente el próximo mes con un apoyo que se estima supondrá el 80% de los votos. Al paso que va, Putin podría salir en los libros de historia como el dueño de Rusia durante treinta y seis años, del 2000 al 2036.

En la Conferencia de Seguridad de Múnich, celebrada hace pocos días, se ha hablado por primera vez de «la estabilización» del conflicto de cara a abrir la puerta a unas negociaciones entre Rusia y Ucrania, a cambio de «garantías de seguridad» occidentales en Rusia y la concreción de la adhesión de Ucrania a la UE.

El primer ministro en funciones de los Países Bajos, Mark Rutte, ha declarado en su discurso en Múnich que solo Kiev puede iniciar negociaciones con Moscú y que «cuando esto ocurra nosotros europeos deberemos sentarnos con Estados Unidos en el seno de la OTAN y con los rusos sobre futuros acuerdos de seguridad».

Por su parte, el canciller alemán, Olaf Scholz, ha declarado que «no habrá una paz dictada; Ucrania no lo aceptaría y nosotros tampoco». Estas palabras fueron interpretadas como una forma de decir que «Ucrania no puede perder», pero también que «se ha llegado a un estancamiento del conflicto en el que ninguno de los dos bandos puede ganar». La conclusión es que «sólo cuando ambos bandos estén agotados se empezará a negociar».

El prestigioso think tank European Council on Foreign Relations, radicado en Bruselas, acaba de publicar una encuesta según la cual sólo un 10% de la población europea cree que Ucrania puede derrotar a Rusia, un 20% que Rusia puede derrotar a Ucrania y un 35 % que algún día se llegará a unas negociaciones sobre un acuerdo entre ambas partes.

El 24 de febrero de 2022, con la invasión de Ucrania, la UE vivió una verdadera transmutación, el impacto fue enorme.

La invasión rusa de Ucrania dejó en estado de choque a una institución como la UE basada fundacionalmente en la paz. «Nunca más guerra entre nosotros» era el relato imbatible entre europeos después de la terrible experiencia de la Segunda Guerra Mundial. La UE ha empezado a abrir los ojos a una nueva geopolítica y a interpretar de otro modo las palabras pronunciadas de forma premonitoria en 2019 por su Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad, Josep Borrell, cuando hablaba de la necesidad que la UE empezara a adoptar «el lenguaje del poder, pues hasta ahora se ha contentado con el softpower».

El estallido de la guerra de Ucrania ha tenido grandes repercusiones sobre la UE, especialmente en los ámbitos de la ampliación y de la defensa.

La ampliación de la UE

Antes de la invasión rusa de Ucrania, de ampliación prácticamente no se hablaba. Pocos días después de la invasión, con una presidenta de la Comisión Europea totalmente volcada a favor de Kiev, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, envió a Bruselas la solicitud de adhesión de Ucrania a la UE, la cual fue muy bien recibida. En poco tiempo, la ampliación dejó de ser un tema tabú y se fijó en el año 2030 como objetivo para alcanzarla. La UE se mostraba dispuesta a desplazar su centro de gravedad hacia el Este.

El Consejo Europeo celebrado en Bruselas el 14 y 15 de diciembre de 2023 decidió abrir negociaciones de adhesión con Ucrania y Moldavia, además de conceder el estatuto de candidata a Georgia. Se acordó la consolidación de la apertura al Este iniciada en 2004 con la entrada de ocho estados excomunistas sometidos a Moscú (Chequia, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania y Polonia). Otros dos entraron en 2007 (Bulgaria y Rumanía) y en 2013 lo hizo Croacia.

Tras diez años con las barreras cerradas, la UE aceptaba abrirse a nuevos ingresos. Una nueva UE, más heterogénea, podría llegar a tener 36 estados miembros (con los Balcanes) o 37 (con Turquía), sumando a más de 500 millones de habitantes.

Muchos analistas consideran que el nuevo proceso de ampliación será largo y difícil.

Los mandatarios europeos han querido compensar las penurias generadas por la guerra y lanzar a Putin un mensaje político de firmeza y de unidad europeas ante sus amenazas, pero la realidad es que la UE no está preparada para una ampliación como la propuesta. Es necesario agilizar la toma de decisiones, utilizando el voto por mayoría cualificada en más áreas y avanzar hacia un presupuesto común. Se necesitan más cesiones de soberanía y llegar a la unión política.

Las ampliaciones comportan no sólo un riesgo económico e institucional, al tratarse de países con niveles de vida muy inferiores e instituciones políticas poco maduras, sino también un riesgo vinculado a las cuestiones de identidad nacional, particularmente sensibles en los países balcánicos. Sin reformas institucionales previas importantes, el camino sugerido no será transitable.

La defensa de la UE

El Tratado de Lisboa que regula la UE, vigente desde 2009, recoge ya una Política Común de Seguridad y Defensa, pero el paso adelante fuerte sólo se ha producido en los últimos dos años. No se trata tanto de un cambio radical sobre cómo opera la UE, sino del fin de algunos tabúes.

El Fondo Europeo para la Paz ya se utiliza para financiar el envío de armamento a Ucrania. El Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE), dirigido por Josep Borrell, ha aumentado sus esfuerzos para evitar duplicidades y superposiciones en la producción militar de la UE.

La presidenta Von der Leyen ha declarado que, si es reelegida presidenta de la Comisión Europea para el período 2024-2029, creará la figura de un comisario europeo de Defensa.

A partir de las próximas elecciones europeas de junio, Europa entra en un nuevo ciclo. Aparecerá un nuevo Parlamento Europeo que estará conformado, en buena medida, sobre el molde de la guerra. La nueva Comisión se diseñará sabiendo que el conflicto de Ucrania terminará impregnando todo.

La UE quiere «tomar su futuro en sus propias manos», según una frase famosa de Angela Merkel pronunciada tras la elección de Trump como presidente de Estados Unidos en 2016 y de sus declaraciones despectivas sobre la UE .

Las tres noticias relevantes sobre el nuevo ciclo de la UE producidas en los últimos días son:

Las conclusiones de una reunión mantenida en París el 27 de febrero con veinte países europeos convocados por el presidente Macron para hablar de la guerra, el ingreso definitivo de Suecia en la OTAN tras superadas las reservas húngaras y la sesión del Parlamento Europeo del 28 de febrero en la que la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, ha declarado abiertamente que «tenemos que movernos con rapidez, pues la amenaza de una guerra puede no ser inminente, pero no es imposible».

Reunión en París convocada por el presidente Macron para hablar de la guerra.

En la reunión de París, Macron se mostró muy beligerante y bien dispuesto a enviar tropas al frente ucraniano. «Haremos lo que sea para que Rusia no gane la guerra, lo digo con determinación». La contradicción más áspera le ha llegado de un estrecho aliado, Alemania, con quien Francia mantiene diferencias importantes desde la invasión. El canciller Scholz ha sido tajante: «ningún soldado será enviado por los socios europeos».

Al inicio del conflicto, Macron había adoptado una actitud más suave y había llegado a decir, para indignación de los ucranianos y de algunos aliados, que no debía «humillarse» a Rusia. Macron se muestra siempre dispuesto a la grandilocuencia y al protagonismo internacional.

Ahora está nervioso ante la posibilidad cada vez más real de que la señora Le Pen le sustituya próximamente al frente de la presidencia francesa. Macron utiliza a Putin como argumento contra Le Pen en las próximas elecciones europeas. Macron convoca reuniones presumiendo de potencia global, en base a que Francia dispone de arsenal nuclear propio y de un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Algunos socios europeos le han pedido más de una vez que «europeice» ambas cosas, sin resultados.

Ingreso de Suecia en la OTAN.

La segunda noticia es el abandono de doscientos años de neutralidad por parte de Suecia. «Se trata de una derrota para Rusia porque una de las supuestas razones de Putin para invadir Ucrania era precisamente impedir que la OTAN se acercara a sus puertas y ahora la tendrá más cerca que nunca», acaba de escribir un analista del Instituto Egmont de Bruselas.

El Báltico no es todavía «un lago de la OTAN», pero casi. Rusia sigue manteniendo «formidables capacidades militares» en su enclave de Kaliningrado, la antigua Konigsberg alemana, donde nació Immanuel Kant. Allí «mantiene misiles nucleares que podrían alcanzar fácilmente cualquier capital europea; además, en el mar del Norte, Rusia mantiene la gran base de Murmansk, dotada de submarinos nucleares».

Discurso de Ursula von der Leyen en el Parlamento Europeo el 28 de febrero.

La tercera noticia relevante es el discurso de la presidenta de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen, en el Parlamento Europeo reunido en Estrasburgo el 28 de febrero. Fue un verdadero llamamiento a la opinión pública y a los dirigentes europeos a «despertar a la realidad de los riesgos para la seguridad que amenazan a la UE». La presidenta, que ya se ha propuesto como candidata para un segundo mandato (2024-2029), ha planteado priorizar la defensa, aplicando el modelo de la compra de vacunas anticovid en el armamento.

Macron ya había sugerido en la reunión de Davos de este año la posibilidad de utilizar eurobonos para financiar la inversión en defensa, como se había hecho anteriormente con el Fondo de Recuperación Next Generation (800.000 millones de euros para afrontar los efectos de la pandemia).

Von der Leyen ha declarado que «no podemos permitir que Putin gane la guerra, el precio de una victoria rusa sería mucho mayor que todo lo que podamos ahorrar ahora; es el momento de que Europa dé un paso adelante; hay que pensar en grande y utilizar los activos congelados en las sanciones a Rusia para financiar la adquisición de equipos militares, no puede haber un símbolo más fuerte ni un mejor uso de ese dinero que hacer de Ucrania y de toda Europa un lugar más seguro; hace falta un despertar urgente y es necesario que nos movamos deprisa, el objetivo es lograr una capacidad operativa que pueda ganar batallas».

En el trasfondo del discurso de la presidenta había la pesadilla de que Trump vuelva a la Casa Blanca a finales de año y se entienda directamente con Putin a costa de la UE.

El tono del debate parlamentario ha delatado la proximidad de las elecciones europeas (junio 2024). El jefe de filas del Partido Popular Europeo, el también alemán Manfred Weber, ha respaldado las propuestas de Von de Leyen y ha aplaudido que los gobiernos «progresistas» vayan aceptando la nueva realidad geopolítica y se vayan abriendo a la idea de invertir más en defensa.

Visto todo ello en perspectiva, cabe decir que el primer mandato de von der Leyen (2019-2024) empezó refiriéndose ciertamente a una «Comisión geopolítica», pero el énfasis de verdad se puso en las transiciones verde (Green Deal) y digital. A continuación, de forma imprevista, llegaron la pandemia y la guerra de Ucrania. Ésta es la que ha precipitado un retorno de verdad y no retórico a la geopolítica, que actualmente se ha convertido en el factor dominante.

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