Cataluña necesita reaccionar (y España también)

España está sufriendo destrozos en tres ámbitos. Uno es el de la letalidad del coronavirus, como consecuencia del abandono a que han tenido sometida a la población de mayor riesgo, los mayores de 70 años concentrados en residencias, muchas de ellas con escasa capacidad de aislamiento entre personas enfermas y sanas.

El segundo, es obviamente el ámbito económico. La medida estrella, el aval a la financiación de las empresas, todavía está por desarrollar plenamente, al tiempo que no se orienta desde el Gobierno a la industria española para que se transforme en parte, y en la medida de lo posible, para producir los bienes sanitarios que tanto necesitamos.

Pero existe todavía un tercer frente de desgaste y deterioro, el de su imagen internacional, que está ligado a la falta del más elemental material sanitario, en algunos casos, además, negado con empecinamiento, como sucede con el uso masivo de las mascarillas de protección, una de las claves del éxito asiático de China, Corea, Taiwan y Hong Kong, y el uso masivo de pruebas de infección, que hasta ahora mismo no ha sido rectificado.

El resultado es que la imagen internacional española, como muestra el último reportaje de la CNN, es la de un país donde faltan mascarillas para el personal sanitario, y se sacan los aparato respiratorios de los más ancianos para poder dárselos a los más jóvenes, por falta de este tipo de instrumento en las UCI.

Pero todo esto no justifica el desastre catalán, su imprevisión a estas alturas. Tenemos un Gobierno que se comporta como una plataforma de ciudadanos. Produce APPs, webs, papeles burocráticos que no sirven absolutamente de nada, todo para engañarse a sí mismos, que no a los ciudadanos, aparentando una actividad inútil. La forma como se llevó a cabo el confinamiento de Igualada y su entorno, muestra la calidad de quienes nos gobiernan: Primero les impedimos salir, y después ya veremos qué hacemos. Ahora mismo continúan las tragedias en las residencias catalanas. En un solo día murieron 12 personas en una de Capellades, y otras 9 en Olesa. En total 23. ¿Por qué todavía no hay un plan de contingencia para afrontar el foco de letalidad que son estos centros?

La imagen internacional española es la de un país donde faltan mascarillas para el personal sanitario, y se sacan los aparato respiratorios de los más ancianos para poder dárselos a los más jóvenes Clic para tuitear

Mientras nuestra curva de casos, que se acercaba a los 6.000 el día 23, con 200 muertos, seguía disparada, la otra comunidad autónoma grande, Andalucía, presentaba una curva lenta y con muchos menos casos, 1.700. Mientras que en Cataluña los test de contagio siguen siendo un producto exótico, en Andalucía existen 11 puntos móviles donde es posible realizarse el test sin descender del coche. Las comparaciones son odiosas, ciertamente, pero sobre todo para aquel que resulta mal parado, nosotros, los catalanes, en este caso.

Mientras, en previsión de lo que viene, en Madrid se están habilitando nuevas plazas de UCI a gran escala, y en la Comunidad Valenciana se construyen 3 nuevos hospitales de urgencia en las respectivas capitales de provincia. En Cataluña todavía están empezando a utilizar plazas de hotel para enfermos que no están en estado crítico, cuando la prioridad fundamental es el colapso de las UCI y del material necesario para atender a los que están en riesgo de muerte. Por si fuera poco, el Colegio de Médicos de Barcelona, ha lanzado un SOS por la falta de medios.

Sí, Cataluña debe reaccionar, y al tiempo hay que guardar memoria de todo este desastre, que demasiados de nuestros conciudadanos pasan por alto en nombre de la ideología. Ahora mismo se ha celebrado a través de la red la VIII Asamblea General de la ANC. En sus extensas conclusiones no hay una sola línea dedicada a la epidemia que mata compatriotas y destruye la economía de Cataluña.

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