¿Aguantará hasta el domingo el efecto Illa?

Es incuestionable que Salvador Illa ha representado una fuerte inyección a las perspectivas electorales del PSC. Uno se puede preguntar, si no es un afín al partido socialista o apuesta por Illa con la misma esperanza que en 2017 apostó por arrimada, ¿cómo es posible que el ministro de Sanidad del gobierno español sea en plena pandemia un buen candidato?

No pocos medios internacionales lo observan con sorpresa, porque en definitiva España ha sido el país con peor comportamiento sanitario en la primera ola, y es uno de los tres peores en esta segunda, considerando que los otros dos tienen sistemas de salud menos desarrollado, porque son Portugal y Chequia. Además, es el país que ha registrado el impacto económico negativo mayor debido a las restricciones más intensas.

La respuesta al interrogante quizás la podemos encontrar en el manual del marketing electoral, que en su punto número 1 dice que el candidato ha de superar claramente el 75% del reconocimiento por parte del electorado y, a ser posible, del 80% hacia arriba, por la sencilla razón de que sólo se puede votar por aquello que se conoce. Y si esta cifra es muy pequeña, automáticamente el número de electores potenciales se reduce en la misma proporción.

De acuerdo con este criterio, hay que decir que la casi totalidad de candidatos tienen niveles de notoriedad muy pequeños. Los números 1 de las fuerzas mayoritarias del independentismo, Pere Aragonés y Laura Borràs, apenas se sitúan en el límite del 75%. Y a partir de aquí comienza el drama. Àngels Chacón llega al 65%, a pesar de los años en la conselleria. Carrizosa, a pesar de ser el portavoz de Cs en el Parlamento durante estos 3 últimos años, sólo alcanza el 61%. Alejandro Fernández, líder de los populares, alcanza el 42%. A Jessica Albiach, que ha sido también la portavoz de los Comuns, sólo la conoce el 45%. Mientras que a Dolores Sabater lo hace el 58%.

Como se puede ver, con todo esto no se puede ir muy lejos. Sobre todo los de la parte baja del ranking de conocimiento, y los de la parte alta tienen claramente un problema para rascar más votos. En este entorno destaca Illa, que tiene un grado de conocimiento perfecto, el 91,5%. Es decir, casi todos los electores saben quién es. Con este margen tan amplio es posible obtener una buena rentabilidad electoral, pese a que su valoración sea muy discreta, un 4,2 sobre 10. Por lo tanto, un suspenso alto, pero suspenso, entre los electores, y un 6,5 entre los propios votantes.

En relación con esta última valoración, la de los que te votan, sólo Jessica Albiach con un 6,2 y Ignacio Garriga de Vox con un 4,9, obtienen peor resultado que Illa . Este último hecho hace que sea más sensible que otros líderes a variaciones en la campaña, y es posible que esta última semana le pase factura. Por ejemplo, el error que cometió proponiendo una agencia de salud pública para Cataluña cuando esta entidad ya existe, viniendo, además, de quien ha sido ministro de Sanidad, ha hecho levantar las cejas a más de un posible elector.

Para reforzarlo, el PSC quema ya los últimos cartuchos, como sacar una lista de cristianos que apoyan Illa, tal como titulaba La Vanguardia. Cuando los socialistas sacan a los cristianos a circular es que no acaban de redondear el resultado. En realidad, y esto lo obviaba La Vanguardia, se trata de una lista de afiliados al PSC que además se califican de cristianos. Por lo tanto, es un apoyo desde el propio aparato del partido. Pero todo puede sumar y no es cuestión de dejar pasar ningún voto.

El PSC, por cierto, ha liquidado el partido de Units de la lista, que ha pasado de ser una coalición explícita con el PSC, como era en 2017, a una lista exclusiva del PSC-PSOE con algunas incorporaciones de militantes de Units pero no como tales, sino como simples independientes, entre los que destaca Ramon Espadaler, en el número tres por Barcelona, ​​y uno de los pocos escaños seguros que puede alcanzar Units. La contrapartida de la pérdida de rango de este partido tendrá consecuencias legales en las próximas elecciones, dado que ya no será, a efectos de derechos electorales, un partido que haya concurrido a elecciones.

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