La atmósfera política transmite aromas de final de “régimen”, de terminación de lo que ha sido el sanchismo.
Una serie de hechos lo señalan:
1. Las encuestas. Ya hace tiempo que el teórico blog formado por PP y Vox es ganador en unas elecciones, llegando o no a la mayoría absoluta. Tampoco es ninguna novedad que el PP supere al PSOE y que UP mantenga una lánguida trayectoria descendente. La novedad de las últimas encuestas, como la de Data10 (de 4 de julio) y la de Sigmados (de 3 de julio), radica en que el PP alcanzaría un nivel máximo de escaños, entre 133 y 134, y el PSOE quedaría lejos de los 100 escaños, entre 95 y 86. La tendencia en ese sentido parece clara.
2. Sánchez, como al final hizo Rodríguez Zapatero, acaba de reconocer que «estamos a las puertas de una crisis». Este reconocimiento obligado por la fuerza de los hechos es un preludio más de un vuelco electoral.
3. La violencia de las cifras sobre el paro. El presidente del gobierno las esgrime como resultado de su buena gestión. Tienen una lectura positiva: 20 millones de ocupados es una cifra récord y en junio ha vuelto a mejorar su afiliación a la Seguridad Social. Pero las sombras son poderosas. Son los peores datos de empleo de un mes de junio en los últimos 15 años. La buena evolución del empleo no se traduce en el crecimiento del PIB y esto puede deberse a tres razones: una estadística deficiente, algo improbable, unos salarios muy bajos y, especialmente, menos horas trabajadas; en otras palabras, el panorama sería mucho más claro si en lugar de contar ocupados contáramos horas realmente trabajadas, porque este factor explicaría las discrepancias entre la perspectiva desde el paro o la lectura del PIB.
4. El gobierno español siempre ha jugado a la polarización como arma electoral. La de «votar a PP es abrir la puerta del gobierno a Vox» ha sido la más utilizada hasta que ha demostrado, caso de Andalucía, su inutilidad. Ahora el gobierno ha incrementado sensiblemente la descalificación y es la ministra portavoz la que acusa al PP de «una estrategia de la conspiración» que «le recuerda aquella del 11-M de otros tiempos». Es evidente que en esos términos el juego democrático es imposible y cuando un gobierno se ve obligado a jugar esa carta extrema es que tiene plena conciencia de que las cosas van mal para él.
5. La necesidad desesperada de conseguir logros. Es lo que ha llevado a Sánchez a dar la exclusiva en una entrevista en El País, que haría fijos a 67.300 empleados de la sanidad pública. Gran noticia de entrada. Pero que toma otra dimensión cuando se conoce o recuerda que acabar con los eventuales en la Sanidad es una obligación dictada por la Comisión Europea y, tema no menor, que la administración a quien le corresponde realizarlo no está en el gobierno central, que no tiene competencias, sino en las comunidades autónomas. Es una forma como otra de manipular los hechos.
6. Y coronando todos estos elementos de peso, otro hecho que oscila entre la frivolidad y el escándalo. La excursión a EEUU de Irene Montero y otras tres mujeres de su equipo. Concretamente, la número dos, Ángeles Rodríguez, la directora del gabinete, Lidia Rubio, e Isabel Serra que fue fichada como asesora de Igualdad después de una sentencia de 19 meses de cárcel por un delito de atentado a la autoridad con lesiones leves en el 2014 y que le hizo perder su condición de diputada autonómica por UP en Madrid. Ahora, en su nuevo cargo cobra 65.000 euros anuales. Un factor adicional en el caso Serra es que para entrar en EE.UU. hay que justificar en una declaración jurada que no se tienen cuentas pendientes con la justicia. No está nada claro, y ya hay demandas en el Congreso de aclaración de cómo el gobierno ha resuelto esta exigencia de la administración de EEUU.
Pero lo más grave de todo es el motivo del viaje, del que de momento se desconoce el coste. El desplazamiento se realizó con el avión oficial del Estado, el famoso Falcón, y se evalúa que el vuelo a Nueva York tiene un coste solo de 95.200 euros. La visita consistió en una entrevista con la directora ejecutiva de políticas de género del gobierno Biden, es decir, una representante de tercera fila. No es habitual que un ministro español lleve a cabo un desplazamiento específico sólo para una reunión de ese nivel y menos con tanto acompañamiento. El resto, el viaje de 3 días, ha consistido en una ida a Nueva York de la que hay constancia por las selfies que las propias interesadas han colgado en sus cuentas en las redes. Todo ello una frivolidad y un gasto que parece impropio de un tiempo de crisis. Claro que siempre podrá decirse que el viaje ha servido para que Montero diera la gran noticia de que ya no está emparejada con Pablo Iglesias, el padre de sus tres hijos.
Sánchez, como al final hizo Rodríguez Zapatero, acaba de reconocer que estamos a las puertas de una crisis. Es un preludio más de un vuelco electoral Share on X
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