Todavía hoy, en la imaginación popular, el Partido Demócrata de Estados Unidos defiende los intereses de las clases medias y trabajadoras contra los abusos de las grandes corporaciones.
En pleno siglo XXI, sin embargo, el alma de esta formación política ha cambiado. Según Oren Cass, director del instituto American Compass, las prioridades de los demócratas se han trasladado de los problemas económicos concretos hacia el progresismo más ideológico.
Esto se explica, según Cass, porque el núcleo duro de activistas, donantes y consejeros demócratas están más motivados por las grietas raciales y identitarias y por el cambio climático que por corregir los efectos secundarios adversos de la economía moderna.
Cass pone como ejemplo a Amazon. Esta multinacional basa su negocio en la posición casi monopolística que ocupa para vender artículos por internet y distribuirlos a domicilio, generalmente mediante vehículos contaminantes conducidos por trabajadores sin formación. No se puede decir que sea un gran modelo para el siglo XXI, al menos en su forma actual.
Sin embargo, pocas empresas han demostrado más entusiasmo por la presidencia de Joe Biden que Amazon.
Pocas horas después de la investidura del demócrata, la cuenta de Twitter de Amazon tuiteaba que la empresa estaba «preparada para ayudar en los esfuerzos para afrontar el cambio climático, controlar la epidemia de Covid-19, reactivar nuestra economía y proponer políticas de inmigración de sentido común que honren la diversidad de América».
Según la misma web de la Casa Blanca, las «prioridades inmediatas» del gobierno federal incluyen el control de la Covid-19, la promoción de la recuperación económica, la lucha contra el cambio climático, la promoción de la igualdad racial y los derechos civiles, la reforma de nuestro sistema de inmigración y la restauración del papel de América en el mundo.
Temas como los sueldos, los trabajos, la educación, los impuestos, la reforma del sistema de salud pública, quedan relegados al pie de página. Tampoco se habla de las necesarias leyes anti-monopolio ni de la regulación de los mercados financieros.
Tantos temas que durante la presidencia de Barack Obama suponían aún el ADN del Partido Demócrata y le habían dado la victoria electoral, y que han desaparecido totalmente.
La nueva identidad del Partido Demócrata, definida por los intereses de sus nuevos donantes y activistas duros, ha quedado patente desde el primer día de la presidencia de Biden.
Si bien su primera decisión fue acertada al reforzar la lucha contra la Covid-19 e incentivar la recuperación económica, enseguida se perdió en un mar de políticas de identidad y diversidad para contentar a sus ideólogos. Entre éstas, la reintroducción de la discriminación llamada positiva o la supresión, sin ningún análisis serio, de las restricciones a la inmigración introducidas por Trump, a pesar de los probables efectos virtuosos que han tenido para aumentar los salarios más bajos.
El grueso de las primeras medidas de Biden tendrá poco impacto positivo para las familias trabajadoras, ya sean blancas, negras o hispánicas.