Nissan ya no está, y la formidable plataforma industrial que ha significado el automóvil para Barcelona está hoy concentrada en Seat, que ha hecho una fuerte apuesta por el futuro lanzando una segunda marca en un nivel superior al de su nicho de mercado, el Cupra, e intensificando la electrificación de sus modelos. Tanto es así que impulsa la localización de una empresa productora de baterías en el emplazamiento que ocupaba la empresa japonesa en la Zona Franca.
La cuestión es si, en los próximos años, toda esta dinámica es compatible con la automofobia de la alcaldesa de Barcelona. Ha convertido la ciudad en una carrera de obstáculos contra los automóviles y lo ha hecho, además, sin mejorar el transporte público, ni otorgar atención a las condiciones de seguridad con que se desplaza la gente, y que ha supuesto que los usuarios hayan desertado de este medio de transporte de una manera arrolladora.
Colau dice que defiende la exclusión del automóvil para reducir la contaminación. No es cierto. Ninguna de las medidas que está aplicando la ha reducido. De hecho la aumentan. La Zona de Bajas Emisiones (ZBE) ha tenido un impacto marginal como ya se había anunciado por parte de expertos independientes del Ayuntamiento. Y limitar los carriles en calles fundamentales de la ciudad sólo ha incrementado la lentitud del tráfico provocando más contaminación. Asimismo, continúa dejando a la mano de Dios los puntos de recarga eléctrica, que pueden incentivar el uso de este vehículo en la ciudad. No hace nada para reducir los vectores más grandes de contaminación: el transporte público municipal, los taxis y el transporte de mercancías dentro de la ciudad, con las restricciones ha crecido de manera extraordinaria.
Colau sufre de automofobia y sus últimas declaraciones a Radio-4 lo subrayan con plenitud. Asegura que sobran muchos coches en la ciudad porque ocupan el 60% del espacio público cuando sólo representan el 20% de los desplazamientos. Es una equiparación falseada porque lo que hay que considerar no es tanto el número de desplazamientos, como el número de personas que se desplazan en relación con el total y la tipología de estos desplazamientos en cuanto a su necesidad. Colau afirmó que «tenemos que reducir los coches sí o sí». Y aseguró que para el año 2024 se habrá reducido una cuarta parte de todos los coches de Barcelona. Hay que ser consciente de lo que significa esta amenaza y el daño que representará si Colau vuelve a ganar las elecciones con la ayuda de los socialistas o de cualquier otro grupo. Su amenaza significa prohibir la circulación de todos los vehículos de etiqueta amarilla, a pesar de que cuenten con esta certificación ambiental de la Dirección General de Tráfico. Ya se pueden ir tocando la cartera todos los que tengan un vehículo en estas condiciones, que vienen a ser casi la tercera parte de los que circulan por la ciudad.
La cuestión de fondo es si es compatible esta política municipal y la persona que lo encarna, esta automofobia, con la continuidad de la industria automovilística en nuestro país.