Las medidas de Ada Colau contra los automóviles ya se traducen en un aumento de la contaminación

Ha sido la crónica de una crisis anticipada. Era de sentido común, y lo hemos ido reiterando, que las medidas de Colau contra el vehículo privado obtendrían el efecto contrario al que se buscaba porque empeorarían la calidad del aire de Barcelona. El pasado mes de noviembre, los niveles de contaminación de NO2 , dióxido de nitrógeno, y de las partículas Tn10, las más grandes, se han situado por encima de los máximos de referencia de la UE y de la OMS. Este hecho se ha producido a pesar de que el tráfico aún continúa por debajo de los niveles habituales, un 15% menor, a la vez que el transporte público no se recupera y presenta una ocupación del 55%.

La cuestión parece una paradoja, pero no lo es. Hay menos coches circulando que antes de la crisis, pero el nivel de contaminación provocado por los vehículos, especialmente el dióxido de nitrógeno, ha crecido. La respuesta a la aparente paradoja es clara: las medidas llevadas a cabo por Ada Colau, restringiendo los carriles del Eixample y situando barreras de hormigón, de plástico y de new jersey de cemento sólo han congestionado la circulación de vehículos, han aumentado los tiempos de desplazamiento y por tanto el funcionamiento de los motores, y han empeorado en muchos casos la calidad de su combustión.

Hay que hacer observar que además la zona de bajas emisiones (ZBE), que había sido suspendida hasta septiembre, ha estado en pleno funcionamiento los meses siguientes, y por tanto si todo lo que nos contaba el Ayuntamiento era cierto, la eliminación de los coches más viejos debería haberse notado produciendo una reducción del impacto de las emisiones de gases sobre la atmósfera de Barcelona. Pero, no ha sido así, tal como habíamos apuntado.

En contrapartida, el aumento de carriles bicis en las calles de la red básica, Pau Claris, Llúria y Valencia, así como la reducción de carriles para teóricamente facilitar un mayor acceso de los peatones, ha contribuido decisivamente a empeorar el aire de Barcelona. Con un agravante, tal como informaba el RACC en uno de sus últimos trabajos, todas estas zonas pintadas para el uso de los peatones no son utilizadas excepto la de la calle Girona; en otras palabras, son un fracaso.

Este problema se puede multiplicar porque en diciembre se han incorporado nuevas y extraordinarias restricciones que afectan a dos vías decisivas de Barcelona: la calle Aragón, donde se ha retirado un nuevo carril a favor de la bicicleta, y simultáneamente en las entradas y salidas Besòs y Llobregat de la Diagonal, que han reducido el acceso a la mínima expresión y que cada día generan notables atascos. A esta circunstancia se le añade la insólita idea de haber dejado un solo carril para circular a los coches en la plataforma central de la Diagonal entre Francesc Macià y Paseo de Gracia, lo que representa otro punto de contaminación continuo debido a los paros de los vehículos.

Al mismo tiempo, Colau no ha hecho nada para transformar en eléctricos el 40% de los autobuses urbanos que siguen utilizando combustible fósil y contaminando la atmósfera durante muchas horas a lo largo de la jornada. Algo parecido se puede decir de la flota de los taxis de la que más de un 40% generan una fuerte carga contaminante. Y aún hay que añadir un tercer factor intocado, que es el impacto del reparto de mercancías que con la pandemia ha crecido y que ya en condiciones normales era un factor decisivo de la contaminación de la ciudad. Un último elemento es la falta de arbolado y de superficie verde de la ciudad, que es una buena herramienta defensiva, sobre todo en la retención de las partículas sólidas y la mejora de la calidad del aire. Durante el periodo Colau poca zona verde y arbolada se ha hecho,y además los espacios de interior de manzana recuperados han sido débilmente arborizados.

Colau ha conseguido lo que parece imposible: empeorar la contaminación de la ciudad circulando menos coches.

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