Reacción progresiva de la UE contra la crisis del coronavirus: quinta fase

Es sabido que el proceso de toma de decisiones en la UE es lento y complicado. No es de extrañar, por tanto, que su reacción contra la crisis del coronavirus sea progresiva y por etapas. Parece decepcionante, pero puede acabar siendo efectiva y de gran alcance.

Tras dos primeras fases caracterizadas por la sorpresa y la descoordinación, llegó una tercera fase de respuesta contundente por parte del Banco Central Europeo (BCE), con actuaciones por encima de los 750.000 millones de euros, además de algunas acciones importantes para parte de la Comisión Europea, como la autorización a los Estados miembros de saltarse los límites de deuda y déficit y la flexibilización de las ayudas públicas. Luego llegó una cuarta fase con medidas a corto plazo propuestas por el Eurogrupo ( reunión del 9 de abril ) por un importe de 540.000 millones de euros.  Con la reunión del Consejo Europeo del 23 de abril, celebrado en forma de videoconferencia, se ha llegado a la quinta fase de la reacción de la UE contra el coronavirus. Es una fase dedicada principalmente a la creación de un fondo de recuperación, portador de un paquete de medidas a medio plazo contra el coronavirus por un importe de un billón y medio de euros.

Cabe decir que se ha acordado crear, ciertamente, un fondo de recuperación, que ya es un gran paso adelante, pero no la forma en que se ha creado, debido a las diferencias profundas que subsisten entre los países del norte y del sur de la UE. Otro acuerdo importante del Consejo Europeo es que el fondo de recuperación estará ligado al presupuesto de la UE o Marco Financiero Plurianual correspondiente a los próximos siete años (2021-2027), tal como propuso hace unas semanas la presidenta de la Comisión, la alemana Úrsula von der Leyen, partidaria de aumentar el presupuesto de la UE hasta un 2% del PIB de la UE comparado con el actual 1,2%.

Esta quinta fase presenta dos caras , una positiva y otra negativa. En la parte positiva  figuran dos aspectos a destacar. En primer lugar, tenemos el acuerdo en sí mismo de creación de un ambicioso fondo de recuperación para ayudar a los diferentes países a salir de la crisis económica provocada por la crisis sanitaria. En segundo lugar, el apoyo de las medidas de actuación urgente propuestas por el Eurogrupo el 9 de abril, que deberán entrar en funcionamiento a partir del primero de junio. Aspectos negativos: no hay acuerdo sobre el importe global del fondo ni sobre cómo se financiará; tampoco si acabará ofreciendo créditos o ayudas a fondo perdido. Estos últimos son precisamente una de las grandes demandas españolas, a la que se resisten los países del norte, encabezados por los Países Bajos. Von der Leyen se ha mostrado partidaria de buscar un «equilibrio correcto» entre préstamos y subsidios. Otros aspectos preocupantes son el retraso en la toma de decisiones y la ambigüedad de conceptos tales como «movilizar» recursos, estilo Plan Juncker (el anterior presidente de la Comisión Europea lanzó un Plan de Inversiones para hacer frente a la Gran recesión de 2008). Este tipo de «movilización» puede significar finalmente aportar poco dinero en efectivo y hacer filigranas con avales, garantías, créditos bancarios y productos financieros varios. Ante esta situación poco transparente y contradictoria, la alternativa ha sido encargar a la Comisión Europea que presente propuestas que puedan ser consensuadas antes del 6 de mayo.

El Consejo Europeo del 23 de abril se ha visto rodeado de tres elementos destacables. En primer lugar, las graves advertencias de la presidenta del Banco Central Europeo (BCE) , la francesa Christine Lagarde, sobre el impacto económico del coronavirus. Según sus cálculos, el PIB de la zona euro podría caer este año entre un 5 y un 15%. En segundo lugar, una intervención de Angela Merkel  que se puede considerar como constructiva en el marco de su oposición tradicional a la mutualización de la deuda; la cancillera alemana ha reconocido, por otra parte, que habrá «un esfuerzo enorme» para afrontar la crisis que tenemos encima. En tercer lugar, se han hecho patentes una vez más   las diferencias entre los países del norte y los del sur. De hecho, los miembros del Consejo Europeo – jefes de Estado y de gobierno de los 27- han salido de la videoconferencia tal como entraron, es decir, divididos sobre un asunto esencial: quién paga y cómo se paga la catástrofe económica del coronavirus .

Los países del norte parten del principio de que el dinero del fondo de recuperación se acompañará de condicionalidad. Alemania acabará siendo probablemente más flexible que los Países Bajos y aceptará que una parte sean subvenciones o ayudas sin reembolso . Alemania hace tiempo que está acostumbrada a pagar, por ejemplo a través de los fondos de cohesión que Felipe González consiguió arrancar a Helmut Kohl en los momentos de la creación del mercado interior único, que todavía duran. Era dinero a cambio de que Alemania ampliara mercados. En Bruselas se piensa que al final habrá probablemente recursos a fondo perdido, pero que no serán muchos, hasta el punto de resultar quizás insuficientes para la magnitud del desastre económico que supone la crisis del coronavirus.

Ya van cinco fases y es evidente que la respuesta progresiva que da la UE a la crisis del coronavirus no es tan rápida y contundente como muchos desearían, especialmente los Estados del sur más afectados por la crisis como Italia y España . Por otro lado, los mercados financieros se empiezan a poner nerviosos. El Banco Central Europeo (BCE) sigue comprando masivamente bonos públicos y privados de los países europeos, que muchos analistas consideran una mutualización por la puerta de atrás que no afronta los problemas de fondo. Es una situación que, además, puede resultar políticamente explosiva, pues se basa sobre la deuda creciente de los países en dificultad.

El jefe de gobierno español, Pedro Sánchez, no ha salido a presentar personalmente en rueda de prensa los resultados de la cumbre europea del 23 de abril. Lo ha hecho en su nombre la Ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González. Ella ha declarado que el gobierno español se muestra satisfecho por la creación de un fondo ambicioso de recuperación, y sigue defendiendo las transferencias sin retorno, con tres argumentos: para evitar el sobreendeudamiento, por solidaridad y para garantizar una salida simétrica a la crisis.

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