Ante la presión ejercida por Putin y Trump, la UE debe ser «capaz de coger su futuro con sus propias manos»

El día 6 de junio, Europa celebrará el octavo aniversario del día D, es decir, del desembarco (1944) de las tropas aliadas en las playas de Normandía (Francia), y del inicio de la Operación Overlord, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, que conduciría a la liberación de Europa Occidental del dominio nazi.

Pero el mes de agosto de este próximo verano tendrá lugar otro aniversario que no será celebrado, porque significa una gran crisis, la primera gran crisis de la estrategia de integración europea por la vía comunitaria o de las Comunidades Europeas, iniciado el 9 de mayo del año 1950 con la Declaración Schuman que conduciría el año 1951 a la firma del tratado de la primera Comunidad Europea, la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero) y el año 1952 en su entrada en vigor.

En 1985, el día 9 de mayo fue declarado Día de Europa, uno de los cinco símbolos actuales de la UE junto a la bandera (círculo de doce estrellas doradas sobre fondo azul), himno (la Novena Sinfonía de Beethoven con letra de la Oda a la Alegría de Schiller), lema (Unidad en la diversidad, en latín in variedad concordia), y moneda común (euro). Es un proyecto de integración que todavía dura, un proyecto inacabado, que debería conducir finalmente a la creación de una unión política europea federal, su gran objetivo fundacional.

Tal fue la crisis de 1954, que amenazó la misma continuidad del proceso de integración europea por la vía comunitaria. Los enemigos de este proceso, entre ellos los británicos, se frotaban las manos ante esta perspectiva.

Lo que no será celebrado en agosto -las crisis no suelen celebrarse- es el setenta aniversario del rechazo, debido al voto negativo mayoritario en la Asamblea nacional francesa de la propuesta de creación de una segunda Comunidad Europea, la Comunidad Europea de Defensa (CED), continuidad de la primera Comunidad, la CECA. Este rechazo significó de inmediato el rechazo de una tercera Comunidad Europea propuesta, directamente vinculada con la CED, la Comunidad Política Europea (CPE).

A partir de la gran crisis de 1954, el proceso de integración europea por la vía comunitaria se desarrolló en torno a una nueva Comunidad Europea, la denominada Comunidad Económica Europea (CEE), la que creó el Mercado Común, entrada en vigor en 1958, después de que el proceso de integración europea se relanzara (la relance européene) y lograra superar su primera gran crisis de 1954.

Desde 1958 hasta la fecha, la componente económica ha sido la esencia, el núcleo duro, del proceso integrador europeo, dejando de lado los aspectos relacionados con defensa y unión política, relegados a un segundo plano hasta épocas recientes.

En los años cincuenta del siglo pasado, la Comunidad Europea estaba formada por seis estados miembros fundadores (Francia, República Federal de Alemania, Italia y los tres estados del Benelux: Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo). Cinco de esos estados habían aprobado y ratificado parlamentariamente la adopción de la segunda Comunidad Europea dedicada a la defensa, la CED, y su complementaria dedicada a la unión política, la CPE. El único parlamento que las rechazó en el último momento fue el francés, por los votos negativos de los diputados comunistas, teledirigidos desde Moscú, y los diputados gaullistas franceses, nacionalistas seguidores del General de Gaulle.

El punto crítico de la cuestión residía en que Francia no estaba preparada para aceptar una Alemania soberana en materia militar en el marco de una Comunidad Europea de Defensa en la que los seis estados miembros fundadores se rotarían en la presidencia, incluida una Alta Autoridad con verdaderos poderes de carácter federal, similar a la establecida para la CECA en materia de carbón y de acero.

Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA)

El disgusto y el desencanto del francés Jean Monnet (“el arquitecto” del proyecto de integración comunitario, uno de los cuatro “Padres de Europa“, junto al también francés Robert Schuman, el alemán Konrad Adenauer y el italiano Alcide de Gasperi) fueron mayúsculos, hasta el punto de que dimitió como presidente de la Alta Autoridad de la CECA.

Jean Monnet había escrito en 1943: “Los países de Europa son demasiado pequeños para asegurar a sus pueblos la prosperidad y los avances sociales indispensables. Esto significa que los estados de Europa necesitan una federación”. La CECA era la niña de sus ojos, pero esta Comunidad no era más que el principio para él, puesto que había previsto la llegada de otras Comunidades Europeas. Las dos más necesarias y urgentes eran, a su juicio, las dedicadas a defensa y unión política. La CECA tenía un ámbito sectorial, el sector del carbón y del acero, entonces crucial en la economía y también para la guerra, y se extinguió en 2002, después de medio siglo de éxito.

Comunidad Europea de Defensa (CED)

La CED fue propuesta en 1950 por el jefe de gobierno francés René Pleven con el apoyo de Jean Monnet y de Robert Schuman, con el apoyo de Konrad Adenauer y Alcide de Gasperi. Excluía la posibilidad de una guerra fratricida como había sido la Segunda Guerra Mundial, a la vez que emergía un nuevo bloque, dentro del escenario de la Guerra Fría, muy ligado a la OTAN, que permitía firmeza frente a la URSS. El plan fue sólidamente impulsado por Estados Unidos, convencidos de que era la única forma viable de garantizar la seguridad en Europa sin necesidad de desplegar tropas propias.

El fracaso de la CED supuso el abandono de cualquier idea de cooperación militar continental hasta la entrada en vigor del Tratado de Ámsterdam de 1999, cuando por primera vez los Estados consintieron incluir un tímido embrión de política común de defensa, la PESD, hoy PCSD. A partir de entonces, ha seguido una verdadera sopa de letras en materia de cooperaciones de carácter militar en el seno de la UE, sin llegar de verdad a la política europea de defensa que se necesita.

Comunidad Política Europea (CPE)

La CPE preveía una asamblea elegida directamente (“Cámara de los Pueblos”), un senado designado por los parlamentos nacionales y un ejecutivo supranacional responsable ante el parlamento, al estilo de la Alta Autoridad de la CECA que ya presidía Jean Monnet.

En la primera década de los años cincuenta del siglo pasado, del este soplaba un viento en contra de la integración europea por la vía comunitaria, proveniente de la URSS, y otro viento del oeste que soplaba a favor proveniente de los Estados Unidos. En los momentos actuales, soplan dos vientos en contra, uno que viene del este, dirigido por Putin, y otro que viene del oeste, impulsado por Trump. Éste acaba de declarar que no protegerá a países de la OTAN que no hayan hecho sus deberes en materia de gastos en defensa. Trump es un aislacionista. Su consigna Make America Great Again en verdad significa Make America Alone Again.

Europa ha conocido el período de paz más largo (1945-2022) desde el derrumbe del Imperio Romano. La UE debe hacer los deberes para continuar la paz que tanto ha costado obtener.

Todo indica que la UE, si pretende culminar su proceso de integración, necesita volver con urgencia y firmeza a la vieja idea de una defensa común y una unión política federal planteada y no conseguida hace ochenta años, una vieja idea que tiene hoy más actualidad que nunca.

Antes como ahora, un gran impulsor, por reacción, de una iniciativa europea de defensa consistente en la amenaza de la URSS, hoy la Rusia de Putin.

Antes como ahora, otro impulsor es la política de Estados Unidos que conducía a priorizar los asuntos asiáticos sobre los europeos (guerra de Corea comenzada en 1950, el tratado de la CDE fue firmado en 1952, en plena guerra coreana ) y ahora al aislacionismo de Trump y su centración en China.

Antes, una cuestión central era el papel que la República Federal de Alemania podría jugar en materia de defensa europea, tema muy sensible en Francia. Pierre Mendes France, primer ministro francés, resumió perfectamente el miedo francés con estas palabras pronunciadas en la Asamblea nacional francesa en los años cincuenta del siglo pasado: “demasiada integración y demasiada poca Inglaterra“ (ausencia británica de la Comunidad Europea, que habría podido actuar, a su juicio, de mayor contrapeso ante una Alemania rearmada).

Hoy los proyectos europeos de defensa y unión política no supondrían dos nuevas instituciones de la UE

Hoy, los proyectos europeos de defensa y de unión política no supondrían dos nuevas instituciones de la UE, más bien supondrían una nueva conexión entre las capacidades militares de la UE en el marco de la OTAN. Ochenta años después del rechazo de la CED en 1954, Europa todavía depende de Estados Unidos para garantizar su defensa.

La OTAN depende de la credibilidad de la utilización del artículo 5 de su tratado, según el cual la organización acudirá en defensa de cualquier miembro que sea atacado, (por tanto, también como si Estados Unidos hubiera sido atacado).

¿Pero qué podría ocurrir si con un presidente de Estados Unidos como Trump la interpretación del artículo 5 no fuera exactamente ésta? Si Trump es reelegido en noviembre, el impacto que esto puede tener sobre la geopolítica ya empieza a verse y puede llegar a ser grandioso. El primer choque podría ser que Trump y Putin se entendieran para acabar inmediatamente con la guerra de Ucrania.

El think tank conservador americano, Heritage Foundation, ha enviado a Trump un documento que contiene la definición de una nueva estrategia militar estadounidense para los años venideros, si llega a la presidencia por segunda vez el próximo mes de noviembre. En este documento se puede leer que «hay que transformar la OTAN en el sentido de reducir las responsabilidades de Estados Unidos, los aliados europeos deben defenderse convencionalmente ellos mismos, Estados Unidos sólo intervendría como eje de una nuclear deterrent (disuasión nuclear ) y reduciría sus fuerzas en Europa“.

Los analistas se hacen esta pregunta clave: “¿Ochenta años después del Día D es razonable que un continente con una economía similar a la de Estados Unidos y diez veces más importante que la de Rusia dependa tan fuertemente aún de Estados Unidos para su seguridad?“ .

Las políticas militares existentes en el seno de la UE son muy diversas, hay casi 27, al igual que el número de estados miembros.

La Conferencia de Seguridad de Múnich ha detectado 178 sistemas de armamento en los ejércitos europeos, en comparación con los treinta existentes en Estados Unidos. «Francia es el único poder militar nuclear de la UE, que no comparte con el resto de Estados miembros, como tampoco comparte su puesto permanente con derecho de veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas». En materia de defensa y de unión política federal siempre aparece Francia como estado miembro que impide avanzar hacia objetivos verdaderamente federales, y no es el único.

Europa debe invertir más en defensa, uniformizar estándares y compartir proyectos a escala europea. Europa necesita su propia nuclear deterrent (disuasión nuclear). «Las prioridades de la UE deberían ser: primero Ucrania, segundo gastar más y mejor en defensa convencional y tercero, dotarse de una nuclear deterrient propia». Además, la UE debe coordinarse mejor con el Reino Unido, que ya no es estado miembro, pero sigue siendo un estado europeo con un ejército importante con capacidades nucleares propias y buen nivel de coordinación con Estados Unidos.

«La UE necesita convocar una conferencia urgente dedicada a temas relacionados con defensa que debería ser seguida por una segunda conferencia dedicada a alcanzar finalmente la unión política federal». Las dos grandes cuestiones pendientes desde 1954. «Si no lo hace -concluyen los analistas- la UE irá directamente hacia la irrelevancia internacional y posiblemente a su desaparición».

Según John Mearsheimer, profesor de ciencia política en la Universidad de Chicago, gran especialista en relaciones internacionales perteneciente a la escuela neorrealista, la UE posee un potencial inmenso, siempre que sepa aprovechar sus oportunidades y potenciar sus puntos fuertes. «Una UE más fuerte y capaz podría alterar significativamente el panorama geopolítico y redefinir su papel en la escena internacional».

Mearsheimer ofrece tres ideas críticas a la UE:

1) La UE debe reformar su forma de tomar decisiones y asignar más dinero a defensa.

2) Los responsables políticos europeos deberían reconocer el retorno de la guerra como una dinámica importante en las relaciones internacionales. La UE no puede confiar perpetuamente en el apoyo de Estados Unidos y de la OTAN.

3) Es necesaria una revaluación sobre un orden mundial cambiante, consistente en el paso de un mundo unipolar a un mundo multipolar. En consecuencia, es imperativo invertir más en la industria de defensa. La UE debe estar preparada para actuar de forma independiente. «El éxito de esta empresa será fundamental no sólo para el futuro de la UE, sino también para la configuración del orden internacional del siglo XXI».

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1 comentario. Dejar nuevo

  • Oscar Llaudet
    14 febrero, 2024 16:00

    Bon article! Veurem com progressen les negociacions dins de l’OTAN i el «Washignton Summit» aquest pròxim juliol…

    Responder

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