La noticia está a la orden del día y se reitera. Este verano ha sido el más tórrido de la época desde que hay datos porque es el que ha registrado más oleadas de calor y de mayor duración.
En Cataluña la temperatura media ha sido de 3,5°C por encima de lo habitual y esto es una brutalidad. Se han producido casos extremos como por ejemplo en el Baix Ebre y el Priorat, donde del 12 al 13 de agosto las máximas superaron los 43ºC, mientras que en una ciudad tan poblada como Barcelona las noches tórridas, las que superan los 25ºC de temperatura, han sido abundantes. Por ejemplo, en el observatorio de Can Bruixa en Les Corts se han identificado hasta el 27 de agosto 40 noches tórridas.
El resultado es que está a la orden del día hablar del número de muertes. La última información aparecida en los medios de comunicación habla de 4.300 para España. Pero, como siempre, desgraciadamente, buena parte de la información periodística es excesivamente trivial, porque en realidad no se estaba refiriendo el número de muertes por efectos de la temperatura, al menos en tiempo real; de hecho, ni transcurrido un año después, lo que es consecuencia del sistema de contabilización oficial por muerte por calor que tiene asignado el código T67.0 de la clasificación internacional de enfermedades, décima revisión que define el golpe de calor e insolación. Este dato nunca se conoce inmediatamente. Desde que se produce la defunción hasta que se codifica suelen pasar unos 3 meses y además el INE sólo publica una vez al año las defunciones según la causa de muerte. Todo ello hace imposible saber cuánta gente ha muerto por esta causa este año. En realidad, a estas alturas ni siquiera conocemos las que se produjeron el año anterior.
Entonces, ¿cómo podemos hablar de muertes atribuibles al calor? Pues se hace mediante el concepto de mortalidad atribuible, que no es un dato directo, sino la estimación del impacto de un factor de riesgo, la temperatura, por ejemplo, sobre la mortalidad de la población, utilizando sistemas y modelos estadísticos. No es un valor real, sino una estimación a partir de datos y cabe decir que sus resultados son razonablemente válidos. En el caso de España el sistema MoMo (monotorización de la mortalidad diaria por todas las causas) funciona desde 2004 y nos permite conocer el impacto sobre la salud de la población de determinados fenómenos, sea la pandemia, sea el exceso de temperatura.
Los datos se dan para el conjunto de España y por comunidad autónoma y son de acceso abierto. Con esta información es posible conocer la estimación de la mortalidad según sus causas. De acuerdo con los datos publicados hasta ahora, y hasta el 28 de agosto, en España se han producido 5.824 muertes (MoMo) por exceso de calor. El período más álgido se produjo desde el 17 de julio hasta el 20 de agosto. En esa fecha del 17 es donde se dio la punta más importante, pero también hubo otro vértice en el período, que se sitúa en torno al 19 de junio.
El total de muertes atribuibles a la temperatura se han concentrado, por tanto, en estos dos meses y sobre todo en julio, 2.223. Seguidas de agosto con 1.062. Pero, atención, porque en junio no fue ni mucho menos inocuo porque se registraron 830 muertes por exceso. Si comparamos este año con el pasado la diferencia es astronómica, de los 5.739 actuales pasamos a sólo 85. Por tanto, ha sido un año realmente extraordinario por su mortalidad.
En el caso de Cataluña, las muertes totales han sido de 707, por sólo una muerte el pasado año. Aquí la diferencia es aún mayor. Para situar un punto de referencia, podemos decir que las muertes por sobredosis de drogas en Cataluña están ubicadas en torno a las 200 personas. Esta magnitud da ya una idea de la importancia de las muertes por calor que se han producido.
En cuanto al período en el que se han dado lógicamente presenta semejanzas con el conjunto español, pero también importantes diferencias. En primer lugar, la punta del mes de junio es mucho más moderada, fue menos perjudicial que en el conjunto de España y, a diferencia también del caso español, el mayor número de muertes se concentró entre el 31 de julio y el resto de agosto, es decir, no ha sido ese mes el de mayor mortalidad como sí ha ocurrido en España, sino en agosto.
Las previsiones son que estas situaciones de oleadas de calor y noches tórridas sean muy frecuentes. Esto no quiere decir que ocurra lo mismo cada año o que un año sea peor que el anterior, pero sí quiere decir que escenarios como el que hemos vivido se reiterarán y a medio plazo tenderán a acentuarse. De hecho, se calcula que las muertes por calor tenderán a triplicarse en el 2050.
¿Qué significa todo esto desde el punto de vista práctico? Pues que ya no bastan políticas de transición energética (que, por cierto, las medidas contra la inflación se han cargado, incentivando el consumo de hidrocarburos), sino que además hace falta desde ahora políticas eficaces que palien los efectos de este factor, que ya se ve que tiene consecuencias terribles, como es vivir en unas concisiones climáticas mucho más exigentes desde el punto de vista de las elevadas temperaturas.