El Papa Francisco acaba de hacer público un documento que expresa su visión de Europa

Se acaba de conocer la carta dirigida por Francisco al Cardenal Secretario de Estado, el italiano Pietro Parolin, responsable de las funciones políticas y diplomáticas del Vaticano, con motivo del cuadragésimo aniversario de la Comisión de los Episcopados de la Unión Europea (UE ), el cincuenta aniversario de las relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la UE, el cincuenta aniversario de la presencia de la Santa Sede como Observador Permanente ante el Consejo de Europa y el setenta aniversario de la Declaración Schuman de 1950, que supuso el inicio del proceso de integración europea por la vía comunitaria, es decir, el propio de las Comunidades Europeas, hoy la UE.

Para conmemorar todos estos aniversarios, se había programado del 28 al 29 de octubre de este año una visita del Cardenal Pietro Parolin a Bruselas, que se ha tenido que cancelar por el empeoramiento de la emergencia sanitaria que ha supuesto la aparición de la segunda ola del virus sobre Europa. Se espera que las reuniones de la diplomacia vaticana con las autoridades de la UE puedan tener lugar próximamente por videoconferencia.

Al inicio de la carta, el Papa dice que quiere compartir algunas reflexiones sobre el futuro del continente, «por el rol central que ha tenido y que piensa que todavía tiene que tener en la historia de la humanidad». Explica inicialmente la naturaleza de las Comunidades Europeas: «El proyecto europeo nace de la voluntad de poner fin a las divisiones del pasado» y especialmente a la devastación provocada por la Segunda Guerra Mundial. Paz, reconstrucción y prosperidad eran las consignas del momento. «No puede haber una auténtica Europa sin los pilares sobre los que se diseñó desde la primera intuición del proceso integrador europeo posterior a la Segunda Guerra Mundial, es decir, un espacio de pueblos unidos por la solidaridad, después de haber sido un trágico tablero de ajedrez de guerra y muros».

La visión del Papa sobre Europa se declara a continuación directamente conectada con los sueños de Robert Schuman, uno de los Padres Fundadores de Europa, que con su Declaración de 1950 puso en marcha el proceso de integración europea que hoy conocemos, y con los sueños del Papa Juan Pablo II, que defendió firmemente las raíces cristianas de Europa, especialmente cuando pronunció en 1982, desde Santiago de Compostela, al final de su peregrinación a la tumba del Apóstol, aquella famosa llamada a Europa que comienza así: «Europa, vuelve a encontrarte, sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que han hecho gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en el resto de continentes. Reconstruye tu unidad espiritual, en un clima de respeto a las otras religiones y a las genuinas libertades. Da al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Tú puedes ser todavía faro de civilización y estímulo de progreso para el mundo».

La carta del Papa Francisco hace una referencia explícita a la Covid-19 que es, al mismo tiempo, una llamada a la unidad. «La pandemia es como un hito que nos obliga a tomar una decisión: o avanzamos por el camino recorrido en la última década afrontando crecientes malentendidos y conflictos, o redescubrimos el camino de la fraternidad». La crisis sanitaria ha puesto de relieve «la tentación de ir solos, buscando soluciones unilaterales a un problema que trasciende las fronteras de los Estados», mientras que desde los orígenes la Europa de la posguerra «nació de la conciencia de que juntos y unidos somos más fuertes».

El Papa Francisco también pretende hacer su llamada a Europa cuando declara: «Me gustaría decir a ti, que has sido una forja de ideales a lo largo de los siglos y ahora parece que pierdes impulso, detente, no mires tu pasado como un álbum de recuerdos», porque «con el tiempo, incluso los recuerdos más buenos se desvanecen y se termina sin recordar más». Por ello, la invita a «no tener miedo» de la propia «historia milenaria, que es una ventana al futuro más que al pasado». También anima a Europa a no tener miedo «de la necesidad de la verdad estimulada por las preguntas del pensamiento griego antiguo, la necesidad de la justicia desarrollada por el derecho romano, y la necesidad de la eternidad enriquecida por el encuentro con la tradición judeocristiana».

De estos tres valores que son clave en la historia de Europa -el pensamiento griego, el derecho romano y la tradición judeocristiana-, el Pontífice extrae cuatro deseos que son propuestas de futuro.

El primer deseo es «una Europa amical con la persona y con la gente. Una tierra donde se respete la dignidad de todos, donde la persona sea un valor en sí misma y no el objeto de un cálculo económico o una mercancía». Una Europa con esta sensibilidad es una tierra que «protege la vida, el trabajo, la educación, la cultura, que sabe proteger a los más frágiles y débiles, especialmente los ancianos, los enfermos que necesitan cuidados costosos y los discapacitados».

El segundo deseo es que Europa sea «familia y comunidad, pues una familia de pueblos es capaz de vivir en unidad». El Pontífice piensa en un lugar que sepa valorar las peculiaridades de todas las personas y los pueblos sin olvidar que están unidos por responsabilidades comunes. «Ser familia significa vivir la unidad teniendo en cuenta la diversidad. Europa es una auténtica familia de pueblos. Diferentes entre sí, pero unidos por una historia y un destino común».

El tercer deseo es una «Europa solidaria y generosa, un lugar acogedor y hospitalario en el que la caridad supere todas las formas de indiferencia y egoísmo».

El cuarto deseo es una Europa «secular sana, en la que Dios y el César son diferentes, pero no opuestos, abierta a la trascendencia, en la que los creyentes son libres de profesar públicamente la fe y proponer su propio punto de vista a la sociedad». El Papa propicia, pues, una laicidad que sea sana y afirma que «se han acabado los tiempos del confesionalismo, pero ojalá también los tiempos de un cierto laicismo que cierra las puertas a los demás y sobre todo a Dios, porque es evidente que una cultura o un sistema político que no respete la apertura a la trascendencia no respeta adecuadamente la persona humana».

En lo que respecta al sistema político y la laicidaden la misma línea se mostró el Pontífice en su discurso, aparentemente improvisado, dirigido al presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, con motivo de su visita reciente al Vaticano. El Papa le recordó que las ideologías «sectaritzan» y «deconstruyen» la patria, que la política no es cuestión de «maniobras» y que hay que «construir la patria entre todos». Aquellas palabras del Papa han sido interpretadas por los analistas como una seria advertencia a Sánchez sobre los riesgos que conlleva un exceso de polarización política e ideológica, características de los últimos meses en la política española.

El Papa se formula después en su carta preguntas como las siguientes. «¿Qué Europa soñamos para el futuro? ¿En qué puede consistir su contribución original?  Y responde de esta manera: «En el mundo actual, no se trata de recuperar una hegemonía política o una centralidad geográfica, ni se trata de elaborar soluciones innovadoras a los problemas económicos y sociales. La originalidad europea está sobre todo en la concepción del hombre y de la realidad, en su capacidad de iniciativa y en su solidaridad dinámica».

La carta también trata de la «gran responsabilidad» de los cristianos de participar en la vida pública y de asumir los cambios, hacia un mundo mejor, que se están produciendo particularmente en el terreno científico y tecnológico. «Los cristianos tienen hoy una gran responsabilidad como la levadura en la masa, están llamados a despertar la conciencia de Europa, para animar los procesos que generan nuevos dinamismos en la sociedad. Los exhorto pues a comprometerse con valentía y determinación, a ofrecer su colaboración en cada ámbito donde viven y trabajan».

» Estas líneas -concluye el Papa- nacen de mi solicitud de Pastor y de la certeza de que Europa todavía tiene mucho para ofrecer al mundoy no tienen por tanto otra pretensión que la de ser una contribución personal a la reflexión tan necesaria sobre el futuro de Europa«.

La carta termina con estas palabras:

Que no le falte a nuestra querida Europa la protección de sus santos patrones: San Benito, los santos Cirilo y Metodio, Santa Catalina de Siena, Santa Tresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) y Santa Brígida de Suecia, hombres y mujeres que por amor al Señor han trabajado sin pausa en el servicio de los más pobres y a favor del desarrollo humano, social y cultural de todos los pueblos europeos».

Ser familia significa vivir la unidad teniendo en cuenta la diversidad. Europa es una auténtica familia de pueblos. Diferentes entre sí, pero unidos por una historia y un destino común Clic para tuitear

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1 comentario. Dejar nuevo

  • Magistral reflexión. De lectura obligada. ¿Cuantos medios españoles se harán eco, con rigor y cierta extensión de este documento?.

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