Europa no puede pagarse sus ambiciones políticas

¿Cuáles son las ambiciones políticas de los dirigentes europeos?

En 2019, el mantra era el “Pacto Verde”, que englobaba la lucha contra el cambio climático y la transformación digital de la economía.

En 2020 y 21, fue el turno dell escudo social a raíz de la pandemia, apuntalada por los fondos europeos y un alud de emisión de deuda. 

En 2022, los grandes temas pasaron a ser la invasión de Ucrania, la inflación y en particular la búsqueda de energía que no proviniera de Rusia.

En 2023 y comienzos de 2024 la defensa ha cobrado una importancia inaudita desde la Guerra Fría, al tiempo que ha reaparecido el miedo al auge de los partidos de la derecha alternativa y la «desinformación«.

Por otra parte, se habla con insistencia de ampliar la Unión Europea para acoger a Ucrania y otros países del este.

Dado que se van acumulando, y no sustituyéndose, todas estas prioridades pedirían unas finanzas públicas extraordinariamente sólidas. Éstas sólo serían posibles con una economía en un estado de boom permanente.

Nada más lejos de la realidad

La economía europea no sólo es incapaz de mantener un ritmo asimilable en el resto del mundo, sino que en los últimos años se ha quedado definitivamente por detrás  de la de Estados Unidos.

Hay factores de fondo que hacen que el declive económico de Europa (al menos relativo respecto a Estados Unidos y Asia) sea prácticamente irreversible . Como resume el periodista británico Tony Barber, entre los más importantes figuran:

  1. Sector empresarial poco proclive a ganar en eficiencia explotando los avances tecnológicos
  2. Mercados laboral y productivo excesivamente regulados
  3. Escasez de capital riesgo/inversión
  4. Sociedad en estado de envejecimiento acelerado, junto con un cambio cultural que antepone trabajar menos horas a ganar más
  5. Desaceleración del ritmo de las reformas económicas desde 2012

No obstante estas desventajas competitivas, durante la última década Europa se ha beneficiado, como el resto del mundo, de unos tipos de interés en mínimos históricos que hacían que el endeudamiento resultara particularmente fácil.

Esto no sólo ha tenido el efecto de dormir el sector productivo, sino que ha profundizado en la dependencia de la deuda pública .

Pero en el actual contexto de incremento de los tipos de interés, esta política está pasando factura: cada año se destinan proporcionalmente más fondos a seguir financiando la deuda. Hace unos días, el déficit público de Francia en 2023, de un 5,5%, fue recibido con susto por los mercados y socios europeos.

En definitiva, la situación actual no es propicia a grandes programas públicos de gasto .

Sin embargo, las grandilocuentes ambiciones europeas requieren gastar más que nunca. Según Mario Draghi, ex primer ministro italiano y expresidente del Banco Central Europeo, sólo el Pacto Verde y la agenda de transformación digital pedirían unos 500.000 millones de euros cada año.

Seamos claros: llegar a estos niveles de gasto público es impensable si no se produce una subida masiva de impuestos. Pero, por otra parte, si ésta se produjera sería el suicidio económico definitivo de Europa.

Solo hay una salida, y está en las antípodas de lo que Bruselas y gobiernos prometen: hay que someter a Europa a un régimen de choque, lo que exige renunciar a muchas de las fantasías elaboradas desde 2019 por la Comisión Von der Leyen.

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