Occidente corre el riesgo de perder África, Asia e Iberoamérica

Una de las numerosas consecuencias veladas que está teniendo la guerra de Ucrania desencadenada por Rusia hace ya más de un año, y que está abriendo la puerta a una verdadera revolución de la política internacional, es el alejamiento de los países en vías de desarrollo respecto a Occidente .

Mientras que Washington, Europa y el círculo formado por los países más afines cultural y políticamente (Canadá, Australia, pero también Japón y hasta cierto punto Corea del Sur) han esperado que la agresión de Moscú sobre su vecino sirviera como un toque de alerta para los países tentados por las propuestas de Rusia y China, la evidencia apunta hacia el extremo opuesto.

Efectivamente, a menudo presionados por las cancillerías occidentales, numerosos países asiáticos, africanos e iberoamericanos están reaccionando acercándose cada vez más al bloque que lideran Rusia y China.

Los ejemplos abundan particularmente en las últimas semanas.

El presidente de izquierdas de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva (un admirador confeso, por cierto, de Hugo Chávez), ha afirmado escasas horas antes de reunirse con su homólogo chino Xi Jinping que debía poner fin al dominio del dólar estadounidense como moneda internacional.

Una postura que, dicho sea de paso, debería servir de lección para todos aquellos políticos y medios occidentales que le hicieron campaña electoral gratuitamente contra su rival de derechas Jair Bolsonaro.

Como Converses ha explicado recientemente, Iberoamérica es de hecho una zona de expansión de la influencia económica, pero también política, de China.

En otra región del mundo tan importante para Europa como es África, Occidente y más en particular el Viejo Continente se encuentran en plena retirada ante un alud de apoyos venidos de Rusia y China.

El fracaso estrepitoso del reciente viaje del presidente francés Emmanuel Macron a la República Democrática el Congo es tan sólo un ejemplo particularmente llamativo.

Pero es que Francia ha sido prácticamente expulsada del todo de lo que era su zona de mayor influencia geopolítica, situada al noroeste del continente y a menudo referida como “Francafrique”. Malí y Burkina Faso, dos antiguos aliados, no quieren ni oír hablar de París, y sobre el terreno los enviados rusos han tomado el relevo de los militares franceses, obligados a reposicionarse en Níger.

Además, el problema no afecta únicamente a Francia, sino que en países como Namibia, de influencia alemana, los diplomáticos de Berlín han recibido serias advertencias para que dejen de dar lecciones a los líderes africanos sobre las supuestas intenciones chinas.

En Asia las cosas tampoco parece que vayan mejor para Occidente. La salida de guión de Macron (otra vez él) a propósito de Taiwán cuando estaba reunido con Xi Jinping deja entrever el nerviosismo que se cierne en París para no poner en peligro las relaciones con el gigante asiático en el actual contexto de guerra de Ucrania .

En el sudeste asiático, los lazos económicos que la unían con Europa se están deshaciendo poco a poco: en menos de dos décadas, el comercio entre las dos regiones se ha reducido en una tercera parte. Las exportaciones de países como Malasia, Singapur, Corea del Sur y Taiwán se dirigen cada vez menos hacia Europa. En gran parte, porque han encontrado mejores compradores en la misma región.

Rusia también avanza posiciones en el dinámico sudeste asiático. Las exportaciones rusas están aumentando, protegidas por el rechazo de numerosos países de señalar a Moscú como agresor de Ucrania, y que Rusia se ha apresurado al recompensar excluyéndoles de sus contra-sanciones que ha lanzado a Occidente.

Es bien sabido que India se ha convertido en un comprador de crudo ruso incluso más importante que China, y que lo refina antes de reexportarlo a Europa a un precio mucho mayor.

En el terreno militar, Rusia se ha convertido en uno de los principales exportadores de armamento del sudeste asiático, llegando a unirse a las maniobras navales conjuntas de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, la ASEAN.

Más de un año después del comienzo de la guerra de Ucrania, Occidente debería revisar profundamente su postura internacional para evitar el desastre político que se está preparando a fuego lento.

 

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