¿Nuevo «Plan Marshall» para Europa? Todos pendientes de la propuesta que llegue el 6 de mayo de Bruselas

Después de haber repasado la reacción progresiva de la UE contra la crisis del coronavirus, es hora de hacer un primer balance de su contenido, a la espera de que el 6 de mayo llegue la propuesta de la Comisión Europea sobre el plan de recuperación para ayudar a los diferentes estados miembros de la UE a superar la crisis económica provocada por la pandemia, con un importe que puede llegar a los dos billones de euros. El Consejo Europeo tendrá, como siempre, la última palabra.

Euroescépticos y eurofóbicos no tienen, de momento, motivos de celebración, ya que la UE está haciendo los deberes contra la pandemia. Eso sí, respetando sus procesos de decisión interna, que son lentos y complejos. No verán el derrumbamiento de la UE en la fase actual de esta nueva crisis, a pesar de sus dimensiones descomunales. Probablemente la verán fortalecerse. Así debería ser, si quiere garantizar su futuro. Es momento de recordar aquel refrán que dice así:   los muertos que os enterraré, gozan de buena salud . En la UE se le ha dado por muerta más de una vez a lo largo de su historia, generalmente de manera interesada. Recordemos, por ejemplo, aquella famosa portada del prestigioso semanario The Economistdel año 1985, donde aparecía un ataúd en el que había escrito: «Aquí yace la CEE, muerta a los 25 años, nacida en 1957 y muerta en 1985, RIP». En 1985, por el contrario, fue el año de un gran relanzamiento que condujo a la creación del mercado interior único en 1992. Se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que la UE, a lo largo del tiempo, ha dado pruebas de una mala salud de hierro.

La UE está acostumbrada a las crisis y generalmente sale fortalecida después de cada crisis superada . Jean Monet lo tenía previsto desde el principio del proceso de integración europea por la vía comunitaria. Con la crisis actual del coronavirus, la UE tiene una oportunidad de oro, como mínimo, para seguir avanzando hacia la otra pata que le falta a la Unión Económica y Monetaria (UEM), la fiscal . Para los exigentes, la UE debería aprovechar este momento «hamiltoniano» para completar su proyecto político federal (Alexander Hamilton construyó los elementos necesarios para convertido los Estados Unidos en un Estado federal dotándolos de recursos propios y una tesorería federal).  Pero aún se podría ir más lejos afirmando que la crisis del coronavirus quizás es la última oportunidad que tiene la UE para llegar a la federación, y que en esta crisis nos jugamos verdaderamente el futuro de Europa.

De alguna manera, ahora se repite lo que ya se vivió durante la crisis del euro de 2010. Pero hay que decir que en esta crisis la reacción ha sido mucho más rápida que en la anterior . La reacción decisiva en la crisis del euro llegó tarde, pero acabó llegando. Fue el año 2012, con aquellas famosas palabras de Mario Draghi, entonces presidente del Banco Central Europeo (BCE) : the ECB is ready to do to do whatever it takes to preserve the euro and, believe me, it will be enough (el BCE hará lo necesario para salvar el euro y créanme que será suficiente). En el caso del coronavirus, tras una primera intervención poco afortunada y mal recibida por los mercados de la actual presidenta, Christine Lagarde, el BCE adoptó rápidamente, vía una reunión de emergencia de su Consejo de Gobierno, un plan de compras de bonos por un total de 750.000 millones de euros, así como un nuevo Programa de Compra de Emergencia Pandémica (PEPP). También relajar las exigencias a los bancos para que pudieran prestar más, lo que permitía utilizar 120.000 millones de euros adicionales. Todo ello se acerca al billón de euros. 

El BCE sigue remando a favor, inyectando liquidez a raudales en el sistema para asegurar que estados, empresas y familias cuenten con los recursos necesarios para hacer frente a la catástrofe económica derivada del coronavirus. En su última reunión de 30 de abril, el BCE ha reiterado su compromiso de hacer todo lo que haga falta para mitigar el impacto de la pandemia en la zona euro. Ha decidido ampliar la inyección de liquidez y se abre a más compras de activos que ya suponen 1,1, billones de euros para el 2020, incrementando su balance en 6 billones. Lagarde afirmó que los bancos tendrán disponibles tres billones de euros a tipos negativos para recibir liquidez que garantice la estabilidad del sistema financiero y para que las entidades puedan trasladarla a las empresas. Emulando a Draghi, dijo que el BCE «está plenamente preparado para incrementar la cuantía y la duración de su programa de compras de activos tanto como sea necesario y hasta que no finalice la crisis «. Por otra parte, ha mantenido los tipos de interés a los niveles actuales.

La Comisión Europea ha hecho lo que ha podido desde el comienzo de la crisis, dado que las competencias en sanidad son estatales. Al principio, la actuación de los estados fue descoordinada, aunque después se corrigió. La Comisión reaccionó con rapidez dando luz verde a los estados para saltarse los límites del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la zona euro, lo que permite sobrepasar los objetivos de déficit y deuda. Agilizó y flexibilizó la autorización de ayudas públicas por parte de los gobiernos estatales y decidió destinar 37.000 millones de euros de los fondos estructurales a luchar contra la epidemia. A todo ello hay que añadir una larga lista de acciones que llevó a cabo la Comisión y que son poco conocidas, como por ejemplo constituir existencias comunes de equipos médicos, intervenir de manera conjunta en la búsqueda de vacunas, compra de suministros en el mercado mundial de manera coordinada o concesión de exenciones de derechos de aduana y de IVA a las importaciones de dispositivos médicos de terceros países.

Se han creado tres redes de seguridad para trabajadores, empresas y administraciones para poder seguir operando. A través del programa SURE, la Comisión Europea emitirá bonos que eviten los despidos masivos de trabajadores, vía subvenciones a los ERTE (Expedientes de Regulación Temporal de Empleo), por un importe de 100.000 millones de euros. El Banco Europeo de Inversiones (BEI) actuará como un fondo de seguridad para las empresas por un importe de 200.000 millones de euros. El MEDE ( Mecanismo Europeo de Estabilidad) actuará como «salvavidas» para los gobiernos y las administraciones, con un fondo de 240.000 millones de euros en forma de préstamos que pueden llegar hasta el 2% del PIB de cada país. En total, estas tres redes suman 540.000 millones de euros.

En el frente diplomático, el Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) ha dirigido la repatriación de turistas europeos, más de medio millón en total, a través de un esfuerzo común con todos los estados, invirtiendo mucho esfuerzo y dinero porque volvieran a casa.

En la reunión del Consejo Europeo del 23 de abril se decidió dos cosas importantes: 1) aprobar la propuesta del Eurogrupo sobre las tres redes de seguridad mencionadas, y 2) creación de un fondo de recuperación asociado al presupuesto de la UE, aunque se dejó abierta la cuantía, la financiación y el destino.  Que se haya aceptado el principio de un fondo de recuperación ya es importante. Ahora sería el momento de tratar de hacer un salto cualitativo en cuanto a la manera de organizar la solidaridad europea a través de este fondo.

La utilización del presupuesto europeo para el fondo de recuperación tiene ventajas . En primer lugar se trata de un presupuesto heptanual que puede concentrar la potencia de inversión a los primeros años del ejercicio, cuando más se necesita. En segundo lugar, tiene unas prioridades claras: de entrada la recuperación económica, pero también la transformación verde y digital, dos prioridades clave de la Comisión Von der Leyen. El presupuesto se puede aprovechar no para volver donde estábamos antes de la Covidien -19, sino para transformar la economía europea y hacerla sostenible a largo plazo, a través de una «transición verde». Recordemos que el trato verde europeo ( green deal) Es un proyecto emblemático de la Comisión von der Leyen, compuesto por un conjunto de iniciativas políticas con el objetivo general de hacer que el clima sea neutro en Europa en 2050. En tercer lugar, se podrán introducir impuestos europeos para hacer frente a los intereses de la deuda que se podría emitir directamente vinculado al presupuesto de la UE. La Comisión Europea trabaja con la posibilidad de entablamento para emitir deuda, aprovechando la diferencia entre los compromisos de gasto y el techo de recursos propios. Es una solución para captar financiación extra de manera rápida y tiene la ventaja de que utiliza el método comunitario y no un instrumento intergubernamental, como fue el caso en la anterior crisis del euro, cuando se creó el MEDE.

Pero la utilización del presupuesto también despierta dudas. En primer lugar, para que las negociaciones sobre el Marco Financiero Plurianual (MFP) (2021 a 2027), que hace tiempo que duran debido a posiciones confrontadas entre los estados miembros de la UE, aún no están terminadas y por tanto coincidirán con el adopción del nuevo fondo de reconstrucción. En segundo lugar, crece el escepticismo sobre cómo se conseguirá un fondo de hasta dos millones de euros basándose en un modesto presupuesto comunitario, que suma sólo un 1% de la renta nacional bruta de la UE, con una gran parte ya hipotecado por diferentes políticas (agrícola, regional) y con desacuerdo de fondo entre los países sobre cómo repartirlo. Hay temores de que se utilicen multiplicadores exagerados porque, a partir de cantidades modestas, se presente una potencial inversión mucho más elevada, «movilizando» dinero. Esto significaría utilizar el mismo procedimiento que el del Plan de Inversiones del anterior presidente de la Comisión, Juncker, que tuvo un éxito relativo, y en todo caso mucho menor de lo que se quiso vender desde el principio.

El Gobierno español ha elaborado un documento de reflexión sobre el fondo de recuperación. Se trata de una propuesta que ha sido bien recibida en Bruselas como fórmula de un posible compromiso entre las posiciones de los países del norte y del sur, elogiada por la prensa financiera internacional y a la que todo el mundo reconoce su coherencia, comenzando por Alemania. Sin embargo, la carta política que pueda jugar España con esta propuesta queda debilitada por la realidad de unos datos preocupantes que la economía española sigue presentando sobre endeudamiento y déficit. España sigue teniendo un déficit estructural por encima del 3% y no ha alcanzado los compromisos adquiridos en los últimos años con la Comisión. En virtud de esta delicada situación económica, la acusación holandesa y la reserva alemana, consistente en que España no aprovecha las épocas de bonanza para reducir sus cuentas negativas, encuentran un soporte sólido. La actual coalición de gobierno tampoco es la más deseable en este tiempo de crisis ni la que pueda inspirar más confianza en la UE.

El diseño del fondo de recuperación económica ha recaído en la Comisión Europea y de manera especial en la Comisaria portuguesa de cohesión, Elisa Ferreira, responsable de los fondos estructurales de la UE. Sobre si utilizar créditos o dinero a fondo perdido, ella es partidaria de una fórmula intermedia entre la radicalidad italiana (coronabonos y dinero a fondo perdido) y los países del norte liderados por los holandeses (créditos y condicionalidad de las ayudas). Acaba de declarar que «los países no pueden endeudarse más allá de un cierto nivel; si no hay subsidios, los países que más lo necesiten absteniéndose de utilizar el nuevo fondo; en el presupuesto actual de la UE ya figuran tanto de préstamos como subsidios, es un buen ejemplo».

El martes 28 de abril se filtró en Bruselas un primer borrador del proyecto del fondo de reestructuración que prepara la Comisión Europea . Allí se calcula que se conseguirán 320.000 millones de euros en los mercados, que servirían para «movilizar» hasta dos billones de euros. Se incide en un procedimiento que muchos analistas estiman que no puede dar buenos resultados. «Con números mágicos no conseguirá otra cosa sino socavar la credibilidad de la Comisión Europea, además disminuyen la presión sobre los estados para poner el dinero necesario sobre la mesa para una solución que pueda funcionar», declaró Lucas Guttenbert, del centro Jaques Delors. El documento no es muy favorable a las tesis de los países del sur de Europa. Prevé un mecanismo a base de préstamos a los Estados miembros de la UE y trasvases retornables del presupuesto comunitario, que podrían llegar hasta los dos billones de euros, una cantidad importante, eso sí, más importante de la inicialmente prevista. La pretensión de los países del sur, liderados por Italia y España, de poder disponer de dinero a fondo perdido de parte del fondo de recuperación, parece alejarse.

Algunas conclusiones provisionales se desprenden de todo lo anterior: a) hasta ahora, las actuaciones del Banco Central Europeo (BCE) han sido las más potentes, b) es dudoso que el plan de reconstrucción económica esté del todo listo el 6 de mayo en relación a elementos clave como las cantidades disponibles, los mecanismos concretos de captación o las condiciones en que los Estados accederán al fondo, c) el dinero de Europa para la reconstrucción económica acabará llegando de alguna manera y en cantidades importantes, d) esto último no ahorrará a España afrontar sus responsabilidades y no quedará libre de contrapartidas y supervisiones, y e) los países del sur deben entender que sólo ofreciendo más rigor en el gasto se puede exigir solidaridad europea, los créditos no serán incondicionales .

El primer balance de la respuesta de la UE al coronavirus es esperanzador, a la espera del planteamiento definitivo del fondo de recuperación económica, el llamado por algunos «nuevo Plan Marshall» para Europa (aunque no tenga nada o poco que ver con el original) que se hará público el miércoles 6 de mayo en Bruselas y que probablemente necesitará más tiempo para acabar de perfilar los elementos clave de su financiación. Está por ver si la respuesta final estará a la altura del gran reto que supone la crisis del coronavirus, en la que la UE se juega su futuro. 

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