Marihuana, molinos de viento y austeridad: la extraña coalición alemana

Parece un chiste pero no pretende serlo. Cannabis recreativo, energía verde y rigidez presupuestaria son tres de los elementos que  la prensa internacional más ha destacado del programa de gobierno acordado esta semana por los socialdemócratas con los ecologistas y los liberales para gobernar la República Federal de Alemania.

Con este cóctel el líder socialdemócrata Olaf Scholz, hasta ahora ministro de finanzas del gobierno de gran coalición de Angela Merkel, espera ser formalmente elegido canciller dentro de dos semanas. Será pues un miembro del SPD y no de los democristianos de Merkel quien recogerá el relevo de una líder a la que muchos ven una leyenda viva.

Es la primera vez desde la fundación de la República Federal en los años 50 que Alemania estará gobernada por una coalición de tres partidos. Tres grupos que, además, están particularmente alejados ideológicamente. El apodo de «coalición semáforo» con que se ha llamado su triple alianza ya deja entrever las posibles contradicciones internas de los socios de gobierno.

Las zonas donde pueden aparecer obstáculos que paralicen el gobierno son numerosas: política fiscal interna, estabilidad presupuestaria de la zona euro, la forma en que se impulsará la transición ecológica o política exterior

Las zonas donde pueden aparecer obstáculos que paralicen el gobierno de Scholz son numerosas: política fiscal interna, estabilidad presupuestaria de la zona euro, la forma en que se impulsará la transición ecológica o política exterior son sólo algunos ejemplos. Y no se trata de aspectos precisamente menores.

Empecemos por lo más evidente: el programa de gobierno presentado por Scholz incluye numerosas políticas de izquierdas de toda la vida (de aquellas que implican más gastos), como la congelación de la edad de jubilación y de los recortes en las pensiones (pese al demencial problema demográfico alemán), el aumento del sueldo mínimo, la construcción de 100.000 viviendas sociales o inversiones por el sistema de salud público. Todo ello deberá hacerse sin ampliar el techo de endeudamiento, una condición que el socio liberal ha conseguido imponer.

Es precisamente el líder liberal Christian Lindner, un halcón de la rigidez presupuestaria, quien ostentará el cargo de ministro de finanzas de un gobierno mucho más de izquierdas que el de Merkel. Con Lindner, conocido por sus recelos a los fondos de recuperación post-Covid europeos y prisas por volver a un control fiscal estricto, se espera que la posición germánica respecto a la eurozona se endurezca.

En términos de transición ecológica, el espectáculo también está servido: los verdes han logrado rebajar la cuenta atrás para dejar de utilizar el carbón de 2038 a 2030. No será nada fácil ya que estamos hablando de 8 años para suprimir una fuente de energía que en el primer semestre de 2021 fue todavía el principal origen de la electricidad alemana.

Claro que mientras quede el gas ruso, quizás sea posible, pero tampoco es esa la intención de la coalición semáforo, sino invertir aún más masivamente en energías renovablesAlgo que significa más gasto público y probablemente electricidad más cara para los alemanes.

Y hablando de Rusia, la política exterior podría también plantear problemas a la triple coalición. Verdes y liberales piden mano dura con Vladimir Putin, mientras los socialdemócratas han mantenido un tono más conciliador con el Kremlin al formar parte de la coalición de gobierno saliente.

Lo cierto es que Alemania tiene importantísimos intereses comerciales con Rusia, y un enfoque demasiado ideológico podría pasar factura a la economía. El hecho de que la cartera de exteriores haya ido a parar a los verdes genera aún más incertidumbres en este ámbito.

Todos estos puntos difícilmente conciliables, el acuerdo de la coalición los aliña con políticas destinadas a contentar el progresismo más ideologizado, como sufragar con dinero público las operaciones de cambio de sexo o legalizar la venta de cannabis para usos recreativos (que los liberales promueven por los beneficios fiscales, unos 5.000 millones de euros según se calcula).

Otros, como rebajar la edad de voto a los 16 años, medida que se explica por la chapucera razón que verdes y liberales han arrasado entre los votantes más jóvenes, tachan el populismo.

Sorprende que el país más venerado de Europa incluya medidas tan poco serias en un programa de gobierno.

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