Es evidente que Colau ha fracasado con las que eran las banderas de su entrada en el Ayuntamiento: la vivienda, los desahucios, el turismo, la lucha contra la pobreza y la marginación. Todos estos aspectos están peor ahora que cuando ella se hizo cargo del municipio.
En el caso del turismo, el problema ahora está a la inversa. Faltan visitantes y Barcelona se resiente. Y éste es el primer fracaso de la nueva lista que se añade a la anterior. Pese al tiempo transcurrido, y a diferencia del resto de Cataluña, Barcelona no se recupera del trauma económico que representó la covid. A estas alturas, y pese a las buenas noticias que en general ha aportado el mercado de trabajo, Barcelona no ha alcanzado el nivel de afiliación a la Seguridad Social que había en el cuarto trimestre de 2019. Este hecho contrasta con el conjunto de Cataluña que ya se ha situado en el mismo estadio. Y aún contrasta más con las áreas urbanas del Área Metropolitana de Barcelona, la Costa Dorada y el resto de Cataluña, que han superado claramente esa cifra. En otras palabras, toda Cataluña ya está por encima y es la ciudad de Barcelona la que tira hacia abajo. Esto demuestra que el Ayuntamiento ha sido incapaz de adoptar medidas para compensarlo, y no sólo para atraer el turismo internacional, porque éste tampoco ha venido a Cataluña, sino para conseguir que del resto de Cataluña y de España vinieran a Barcelona, y también, para que los mismos habitantes de la ciudad consumieran en ella. Es un fracaso espectacular que arrastra con ella también a Collboni, que en definitiva es el concejal responsable de ese ámbito.
El segundo gran fracaso reciente es el de la contaminación. Colau nos prometió el oro y el moro con sus medidas de la Zona de Bajas Emisiones y el urbanismo táctico. La realidad es que hoy los indicadores de contaminación de la ciudad son tan malos como los de antes de la covid, y eso que efectivamente han dejado de circular por la urbe los vehículos más viejos, afectados por la ZBE. Los problemas que ocasionó sobre estos ciudadanos, que ciertamente no tenían el coche viejo por gusto, sino por carencia de dinero para cambiarlo, al obligarlos a no circular sin ninguna medida compensatoria sustancial, no ha tenido el efecto esperado porque otros componentes de la contaminación se han multiplicado. Y aquí hay dos que demuestran la capacidad de error y dejadez del gobierno municipal. Uno es el urbanismo táctico limitando la circulación de vehículos por la ciudad que sólo genera congestión y por tanto más contaminación. El otro es no haber actuado a pesar de sus compromisos contra el transporte de la última milla, los taxis y demás vehículos de alquiler, que son los principales agentes contaminantes por la cantidad de horas en funcionamiento de los motores. Ninguna medida para promover la sustitución por vehículos menos contaminados se ha realizado. Y en el mismo sentido, la sustitución de la flota de autobuses por vehículos de impacto cero no se ha llevado a cabo.
El tercer gran fracaso reciente es su incapacidad para generar masa verde, zonas y lineales verdes. Se ha apresurado en colocar carteles colgados en árboles y otros lugares insólitos, señalando los refugios climáticos, pero la ciudad sigue a la cola en transformación de verde. Es escandaloso que a estas alturas se mantengan intocadas la totalidad de plazas duras que existen en Barcelona. Con tantos años que lleva de mandato podría haberlas transformado todas y habríamos generado espacios verdes, pulmones de refrigeración y anticontaminación en toda la ciudad.
También es perfectamente descriptible la situación del arbolado. Son muchos kilómetros los que podrían haberse plantado y son muchas las bajas en la actual población vegetal, que dejan cicatrices abiertas y no son sustituidas. La falta de repoblación de la vertiente Barcelona de Collserola es otro clamor al cielo.
Cuando se critica al Ayuntamiento y, con razón, por estas grandes carencias, siempre aducen planes y programas en curso. En este caso nos hablan de las zonas verdes en Gracia y el distrito 22@, que cuando se hagan serán escasas actuaciones. En las necesidades de la ciudad, Colau siempre se refugia detrás de las montañas de excusas, la culpa siempre es de los demás, y toneladas de papel. Pero en la práctica ni cinco de cajón.
A pesar de esta realidad una vez más los continuadores de, como titula el director de La Vanguardia “El amigo francés de Colau”, los seguidores de Valls, los concejales de Barcelona por el cambio, le han hecho el segundo favor de su vida a la alcaldesa, vete a saber por qué, aprobándole el presupuesto electoral, aquel con el que Colau piensa que puede recuperar las posiciones perdidas a base de gastar y gastar. No hay para menos, se pasa de 2.400 millones de euros a 3.400 millones, una cifra que ni en sueños ha podido aspirar ningún alcalde de la ciudad. Un presupuesto electoralista que los elegidos en la lista de Valls, vete a saber por qué, le han apoyado, pese a que en esta ocasión ni siquiera el opositor-aliado, ERC, votó a favor. Es del más alto interés ver dónde termina todo ese montón de dinero.