Para entender lo que Barcelona necesita, es imprescindible comprender por qué unas ciudades crecen y prosperan mientras que otras se estancan, degradan y declinan. Se trata de su base económica y de su naturaleza, en mayor o menor medida, exportadora. De ellas depende el éxito y calidad de vida. Exportación significa, en este caso, que los bienes y servicios que produce son adquiridos por personas que no viven en la ciudad, bien porque acuden a ella para consumirlos, bien porque son dirigidos a mercados externos a la urbe. Londres o París son grandes ciudades por esta causa. Mucha gente acude a ellas para comprar y también exportan en gran medida; por ejemplo, servicios financieros. La productividad de lo que se exporta es determinante. No es lo mismo generar recursos mediante el turismo de bajos ingresos que con empresas tecnológicas o de servicios de alto valor añadido.

Las personas del entorno metropolitano y de Catalunya que se desplazan de otros lugares para trabajar en la ciudad, que acuden a un despacho profesional a realizar una gestión, a una visita médica, a cenar o al teatro son agentes que generan la exportación.

El turismo constituye una gran baza exportadora de Barcelona. Su debilidad radica en la baja productividad, que se traduce en salarios modestos. Su vía de escape es la cantidad, la masificación, que a su vez degradan las condiciones de vida, generando unos costes que no se contabilizan y que pagamos todos. Son deseconomías y costes de oportunidad que desvían recursos públicos que podrían dedicarse a otros fines necesarios. En el caso de Barcelona, la magnitud de la delincuencia y la degradación de determinados barrios expresan algunos de estos costes.

El turismo es necesario y ha prestado grandes servicios. Uno de ellos, extraordinario y olvidado, fue el rescate de la degradación en la que cayó el barrio de la Ribera, cuando el mercado central de frutas y verduras fue trasladado del Born a Mercabarna sin procurar un sustituto. Fue mi primer estudio sobre las consecuencias de la transformación de la base económica urbana y de lo que sucede cuando se pierde su fundamento expor­tador.

Hay ciudades que tienen una escasa capacidad exportadora, algo que no depende de su tamaño. Santa Coloma de Gramenet (119.300 habitantes) y Sant Adrià de Besòs (37.283) son dos ejemplos. En estas condiciones, a la ciudad le resulta muy difícil generar prosperidad. L’Hospitalet mejora en la medida que está incorporando actividad exportadora. En el otro extremo, Lloret de Mar y Salou y su bajo nivel de renta ejemplifican el problema del exceso turístico como recurso exportador.

Lo que resulta necesario entender, y ese es el gran error y peligro del gobierno municipal de Barcelona, su ignorancia y frivolidad, es que la base exportadora y la movilidad constituyen un sistema en el sentido más estricto del término: todas sus partes están relacionadas, y si se modifica una de ellas, se alteran las restantes. No se puede pensar en la supermanzana del Eixample y el cierre a la circulación de un tercio de sus calles sin observar la simultánea destrucción de la base económica exportadora de la ciudad, la más vinculada a la movilidad.

El plenario municipal acordó una suspensión temporal de la supermanzana. No basta en absoluto. Primero, porque continúan las peligrosas obras del eje de Consell de Cent, Borrell y Girona, que unidas al mantenimiento del urbanismo táctico y a lo que están haciendo con la Via Laietana ya están causando un daño grave. Es necesario un compromiso más claro y firme de los partidos políticos, y en primer término del PSC y ERC, cómplices habituales de Colau.

Se trata de su compromiso con:

  1. Reversión del urbanismo táctico tal y como se ha aplicado.
  2. Recuperación de Consell de Cent y retorno a su estado de calle del Eixample, mejorando aceras, pavimento, arbolado y mobiliario urbano.
  3. Dejar sin efecto todo el proyecto de la supermanzana del Eixample y la prolongación del tranvía por la Diagonal.
  4. Si es necesario, someter a consulta ciudadana las dos iniciativas en el próximo mandato, previa información de sus consecuencias.
  5. Definición de una alternativa en el marco del plan Cerdà para mejorar el Eixample y toda Barcelona: salud, calidad del aire, movilidad, seguridad, limpieza, mejora de la actividad económica y calidad de vida.

En todo esto nos jugamos la ciudad y las condiciones de vida de quienes en ella vivimos y trabajamos.

Publicado en la Vanguardia el 16 de enero de 2023

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