Ayer la alcaldesa de Barcelona, siguiendo la tradición de los alcaldes de la ciudad, celebró el encuentro anual en el Colegio de Periodistas de Cataluña bajo el título “La alcaldesa responde”, en el que hace una valoración de su actividad y de la del ayuntamiento, y sitúa propuestas de futuro.
Una de las cuestiones más reiteradas que la alcaldesa no respondió es la de si volvería a presentarse o no a las elecciones. Sin duda Colau quiere guardarse esta carta hasta el final, porque hay muchos imponderables en torno a su persona, ya que evidentemente ella sabe, aunque no lo reconoce, que las próximas elecciones serán un plebiscito sobre ella y su polémica gestión de la ciudad. Porque es evidente que el partido socialista ha quedado borrado de la gestión, y ERC, con la ayuda de propios y extraños, ha quedado desdibujada en su posición, de tal modo que en estos momentos no se sabe dónde comienza ser aliado de Colau y dónde acaba siendo la alternativa. Mal escenario para Maragall.
Si Colau vuelve a repetir deberá afrontar una campaña electoral en la que planearán como losas sobre ella las siguientes 10 cuestiones:
- El primer alcalde de Barcelona que en toda la historia acude como imputado a los juzgados. No se trata de negar su inocencia a priori, sino de describir un hecho objetivo que tendrá fotografía y, por tanto, imagen de campaña.
- La violación de la norma de su partido en relación con el hecho de que todo imputado judicialmente debe dimitir. Y aquí no valen las subjetividades de menospreciar la acusación o la justicia, porque ninguna de estas matizaciones forman parte del código del que voluntariamente los Comuns se dotaron y Colau asumió y defendió. Aquí lo que está en juego es una cuestión de palabra y de credibilidad, no de si la acusación responde a un hecho punible o no, que es otra historia.
- En la misma línea y reiteración, la violación de la norma de su propio partido, que establece un límite máximo de dos mandatos para presentarse a cargo electo. La suma de estos dos últimos hechos dejan muy depauperada la credibilidad de la actual alcaldesa de Barcelona.
- La inseguridad global de la ciudad. No se trata solo de que la capital de Catalunya encabece el ranking por delitos de las ciudades españolas, ni que el número de violaciones y abusos sexuales resulten inexplicablemente elevados en relación a su población, ni la importancia de los robos con violencia. Más allá de estos temas de la seguridad ciudadana, Barcelona también sufre inseguridad porque es el emporio de las okupaciones de viviendas y ha logrado convertir bicicletas y patinetes en los principales agentes de los accidentes que sufre la ciudad. La impunidad ideológica con la que se mueven por nuestras calles, que saltan las normas de circulación e invaden las aceras, dan como resultado que los ingenios, que representan poco más del 5% de los desplazamientos, signifiquen el 40% de los atropellos registrados en Barcelona. Son 246 del total de 614: 124 correspondieron a patinetes eléctricos e ingenios similares y 122 a bicicletas. Los turismos, por su parte, que acumulan el grueso de los desplazamientos, solo provocaron 139. Mientras que las motocicletas se situaban en también una cifra elevada en relación con su peso relativo, 121. Todo este fenómeno preocupante no existía antes que Colau regentara la ciudad.
- La limpieza. No es necesario describir el problema, entra por los ojos y en algunos casos por la nariz. Tendrá difícil contarlo sobre todo porque además la factura es extraordinariamente elevada.
- El primero de los grandes fracasos. El de la lucha contra la contaminación. Barcelona no ha avanzado, pese a las restricciones forzados por la covid, en disponer de una atmósfera de mejor calidad. El discurso ecologista de Colau y sus medidas no han tenido ningún resultado y hoy estamos igual o peor, depende del indicador que se utilice, que cuando ella empezó a gobernar.
- El fracaso de la vivienda. Cuando se presente habrá cumplido 8 años de gobierno, mucho tiempo, pero la cuestión de la vivienda está peor también que cuando empezó a gobernar. Entre sus grandes “aportaciones” se encuentran los nuevos pisos patera construidos en contenedores y que tienen 25,8 m². Desde este punto de vista son un fraude de ley porque éste no es el mínimo que se determina para que una persona pueda disponer de un hogar digno.
- El fracaso en la movilidad, que debe relacionarse con la contaminación. Todas las medidas adoptadas por Colau se han convertido, aunque el número de desplazamientos se han reducido, en foco de congestión. La circulación en Barcelona es hoy más deficiente que cuando Colau se estrenó en el cargo, pese a que la actividad económica es menor. Es un resultado terriblemente adverso.
- Fracaso en las propuestas de grandes planes. Más allá de la vivienda, Colau ha ido proponiendo algunas grandes iniciativas que después el tiempo se ha encargado de borrar. Así en su intervención anual en el Colegio de Periodistas en 2017, presentó su plan para relanzar el Llobregat, en el que quería invertir más de 1.500 millones de euros en 10 años. Posteriormente, el plan desapareció del horizonte municipal. En 2018 anunció una campaña para que Barcelona recuperara su imagen internacional. Era una forma de reconocer que la había perdido desde que se hizo cargo del Ayuntamiento. El balance de esta imagen, en estos momentos, es patente y desgraciadamente negativo. Fracaso de las supermanzanas. Colau sigue con esa bandera, pero cada vez es más evidente que su aplicación es mínima. Se reduce a recortes urbanos y, eso sí, prepara una magna exposición en realidad virtual para explicar cómo sería la supermanzana del Eixample, sabiendo que nunca se podrá llevar a cabo si previamente no liquida una tercera parte de los actuales desplazamientos en vehículo, lo que significaría la muerte económica del área central de la ciudad.
- El conflictivo tranvía por la Diagonal. Han pasado los años y lo que era su bandera ya en el 2016, está por estrenar. Ahora pretende que se muestre un principio de obras para poder acudir a las elecciones diciendo que ha empezado su «gran legado» para Barcelona. Colau utilizará esta herramienta en la campaña para movilizar a sus electores, pero al mismo tiempo deberá soportar el peso de las razones adversas a este proyecto, que colapsará el centro de la ciudad y que tiene pendiente de explicar un punto determinante: en caso de realizarse, ¿Quién gestionaría el tranvía? ¿Seguiría siendo la actual empresa privada o se produciría un rescate para que pudiera ser la empresa pública de transportes? Si la gestión la realiza la empresa privada, significará que se habrá realizado una fuerte inversión en recursos públicos para generar un beneficio privado. Si supera el rescate, que sería lo lógico dada la ideología de los Comuns, entonces la indemnización a pagar a la actual compañía es tan grande, de más de 300 millones de euros, que convertiría ese transporte público y el coste por viajero en un servicio de lujo.