Dos visiones sobre la europeización del mundo y el declive de occidente

Emilio Lamo de Espinosa ha sido fundador, primer director (2001-2004) y presidente (2012-2021) del think tank español de relaciones internacionales Real Instituto Elcano. Acaba de publicar un libro titulado ”Entre águilas y dragones. El declive de Occidente“ (Espasa,2021).

En este libro defiende la tesis de que Europa (más Estados Unidos o «la Europa trasplantada») han europeizado / occidentalizado el mundo. La Era de Europa en el mundo comenzó el siglo XVI y ha durado hasta el «suicidio» de Europa en las dos guerras mundiales del siglo XX o «guerras civiles europeas» (1914-1945), cuando Estados Unidos la relevó como potencia hegemónica. A partir del año 1945, no se produjo el temido Finis Europae (el final de Europa), ya que lo que es hoy la Unión Europea nació, como una Ave Fénix, en medio de las cenizas de las dos guerras mundiales, y ha resultado ser un gran éxito, aunque no ha sido capaz, al menos hasta la fecha, de completar su objetivo final: una unidad política de carácter federal de todos los pueblos europeos.

A partir del siglo XVI comenzó en el mundo la Gran Divergencia entre el oeste y el este, favorable al oeste. Esto fue gracias al autoaislamiento de China, mucho más avanzada que Europa en la época, pero que ha despertado más tarde, principalmente a consecuencia del «siglo de humillación» que le infringieron las potencias occidentales y Japón ( siglo XX). La cúspide de la Era de Europa se logró en la Conferencia de Berlín de 1884. El imperio británico cubría entonces una cuarta parte de la tierra. Era el auge del colonialismo y del imperialismo europeos.

La civilización occidental es la primera, y hasta ahora la única región y cultura (o civilización) que, como decía Max Weber, ha tenido y sigue teniendo un alcance universal. Se basa en unos «fenómenos culturales» que han adquirido una validez universal: la racionalidad y la ciencia, el Estado, el arte, la burocracia, el Parlamento, el Derecho formal. Las instituciones dominantes en el mundo actual son europeas: economía de mercado, Estado democrático y ciencia. La tríada institucional esencial es hoy: política, economía y cultura. O democracia, mercado y ciencia. Todo de inspiración europea. Se ha producido un proceso de occidentalización del mundo, un proceso de homogeneización cultural e institucional inspirado por Europa, pero, al mismo tiempo, paradójicamente, ha comenzado el declive de Occidente.

El mundo emergente, encabezado por China, es imparable. Hay que tener en cuenta que la civilización china es coetánea de la mesopotámica y la egipcia. La China actual es como si la antiquísima cultura egipcia siguiera viva. Lo mismo ocurre con la civilización india, también una de las más antiguas del mundo y dentro de la cual, según el economista bengalí Amartya Sen, se encuentra un antecedente de la democracia comparable con el griego. La China del Imperio Ming era, sin duda, la más avanzada de su tiempo y en el siglo XV nadie sensato habría apostado por Europa como conquistadora del mundo. Estas antiguas civilizaciones quieren volver a ser el centro del mundo, como lo han sido durante milenios antes de la galopada europea en la cúspide desde el siglo XV al XX. China sólo quiere volver a ocupar el lugar que siempre ha tenido en el mundo, un sitio central. El fin de la Era Europea es el fin de una excepción. Junto a China e India, se contempla el «retorno de los imperios», como son los casos de Rusia, Turquía o Irán.

Occidente va perdiendo iniciativa y poderes relativos. Puede que incluso llegue a desaparecer su legado, pero en cualquier caso ya es una civilización mundial y, por tanto, es un legado que no es fácil que desaparezca. La gran excepción que confirma la regla de esta realidad, según Lamo de Espinosa, es el Islam, que sigue siendo un mundo aparte con relación al predominio de los anteriores «fenómenos culturales» de origen occidental.

En otro libro publicado anteriormente por Josep Piqué, ex ministro de Asuntos Exteriores de España, titulado «El mundo que nos viene» (Deusto, 2018), trata de demostrar que, si bien es innegable e irreversible el cambio de pívot estratégico del mundo hacia el este y hacia Asia, el peso occidental seguirá siendo tan determinante que ya no se puede hablar de sustitución de un mundo por otro, sino de una síntesis en la que el peso económico de las nuevas potencias estará compensado por un esquema de valores de carácter occidental o, al menos, no ajeno a Occidente. Una síntesis entre Occidente y el mundo emergente.

Siglos de comercio y décadas de globalización han hecho el trabajo para que esto sea así. Han tejido una red que hace imposible plantear el futuro de las relaciones internacionales como un juego de suma cero. Por tanto, según Piqué, ante los defensores de tesis deterministas, casi hegelianas, sobre el ascenso asiático, triunfará una síntesis global que ve no sólo probable, sino también más deseable.

Por «deformación profesional», compara esta síntesis global con la «síntesis neoclásica» de la ciencia económica que él aprendió en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Barcelona, ​​donde se graduó en los años ochenta del pasado siglo. Piensa que esta comparación puede ser de utilidad para ilustrar el momento en el que se encuentra el mundo en este ya avanzado siglo XXI. Después de una cúspide de poder occidental, con Estados Unidos como única potencia hegemónica en un mundo unipolar, alcanzada en 1989 -con la caída del Muro de Berlín y el derrumbe de la URSS dos años después- ahora estamos viviendo la realidad de un mundo postoccidental. El bajón del mundo unipolar liderado por Estados Unidos comienza a partir de 2001, con los atentados islamistas contra Estados Unidos y la Gran Recesión de 2008. Hoy el centro de gravedad del planeta se ubica alrededor del estrecho de Malaca, muy lejos de Occidente, que está perdiendo irreversiblemente la hegemonía que ostentaba en los últimos siglos.

Sin embargo, el declive de Estados Unidos no es más que relativo. Su poder seguirá siendo determinante en el futuro, y más en lo que respecta a Europa. Ésta seguirá ligada a Estados Unidos y a la OTAN. Lo que Europa debe procurar es una determinada «autonomía estratégica», tanto económica como militar, en el seno de Occidente. Europa no podría promover su visión posmoderna de la historia si Estados Unidos no existiera. Sigue siendo «la nación indispensable» y lo seguirá siendo por mucho tiempo. Estados Unidos debe asimilar que está dejando de ser una «superpotencia» para llegar a ser una gran potencia, pero rodeada por otras potencias, viejas y nuevas, alguna de ellas con un crecimiento espectacular (China) y sin ocultar deseos de protagonismo global. Las debilidades estadounidenses son hoy más de carácter interno (Trump, populismos, polarización de la política, problema racial, desigualdad) que externas.

Así las cosas, no es menos cierto que Occidente y sus valores siguen y seguirán impregnando gran parte de la agenda internacional de este siglo. Nos enfrentamos a una nueva realidad: un mundo cada vez menos occidental en su centro de gravedad que, en cambio, sigue evolucionando sobre la base de sus valores distintivos. El resultado, según Piqué, puede ser la convergencia entre los valores, ideas, y creencias de lo que emerge (o reemerge, como está claro en el caso de China) y lo que ha sido y sigue siendo. Una síntesis postoccidental.

Lo que Europa debe procurar es una determinada autonomía estratégica, tanto económica como militar, en el seno de Occidente. Clic para tuitear

 

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