El presidente de la Conferencia de Seguridad de Múnich, el Embajador alemán Wolfgang Ischinger, prevé un mundo postpandémico caótico, imprevisible y peligroso

La Conferencia de Seguridad de Múnich (Munich Security Conference, MSC) es la reunión de este tipo más grande del mundo. Su eslogan es Peace through Dialog  (paz a través del diálogo). Comenzó sus reuniones en 1963. A lo largo de las últimas décadas, se ha convertido en el foro independiente más importante del mundo dedicado al intercambio de puntos de vista entre responsables de toma de decisiones en materia de seguridad a escala global.

La Conferencia reúne cada año a unas 350 personas, figuras de alto nivel de más de setenta países, para participar en intensos debates sobre los principales desafíos de seguridad actuales y futuros.

La lista de asistentes incluye jefes de estado, de gobierno y de organizaciones internacionales, ministros, parlamentarios, militares de alta graduación, representantes de organismos internacionales y de la sociedad civil, así como empresas y medios de comunicación. Su intención fundacional es la prevención de conflictos militares en el futuro, al reunir e invitar a reflexionar a líderes y expertos en materia de seguridad de todo el mundo y, sobre todo, hacerlos dialogar. La Conferencia se organiza de forma privada. No es un evento oficial del gobierno alemán. Se utiliza exclusivamente para la discusión, y esto quiere decir que no existe ningún tipo de autorización para decisiones intergubernamentales vinculantes. Se la conoce también como «el Davos de la seguridad global» o «el Davos de la defensa». La reunión de Davos trata de problemas globales económicos, sociales y políticos, y tiene lugar cada año en la localidad alpina suiza de Davos, organizada desde 1971 por el World Economic Forum, con la asistencia de «las élites globales» políticas, empresariales, filantrópicas y académicas. Ambos eventos se celebran habitualmente los meses de febrero o marzo de cada año.

En la edición de la Conferencia de Múnich de este año, celebrada el 19 de febrero de manera virtual por la pandemia, ha participado por primera vez un presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que ha venido esencialmente para declarar solemnemente el regreso del su país al multilateralismo y proclamar que America is back (Estados Unidos ha vuelto), tras cuatro años de Donald Trump en la presidencia, que tanto daño ha hecho a las relaciones transatlánticas. También han intervenido el secretario general de la ONU, Antonio Gutierres, el presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, el nuevo líder británico Boris Johnson, la presidenta alemana de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, el director de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Ghebreyesus, la cancillera alemana Angela Merkel y el empresario Bill Gates.

La Conferencia de Múnich ha conocido momentos estelares, como fue, por ejemplo, el caso de la reunión correspondiente al año 2007, cuando el presidente de Rusia, Vladimir Putin, expuso abiertamente su posición antioccidental, revanchista y claramente partidaria de recomponer sin miramientos el área de influencia de la antigua URSS, como lo demostró pocos años después con la anexión de Crimea y la intervención directa de Moscú en Ucrania.

El discurso pronunciado por Putin el 10 de febrero de 2007 a la CSM es considerado como un discurso histórico.  Allí condenó los esfuerzos de Estados Unidos para construir un mundo unipolar tras la caída del Muro de Berlín en 1989 y criticó el acercamiento de la OTAN a las fronteras de Rusia. «Estados Unidos trata de imponer sus reglas y su voluntad a otros países, pero el modelo unipolar es imposible y totalmente inaceptable en el mundo moderno. La expansión de la OTAN hacia el este de Europa tiene un carácter provocador y reduce la confianza mutua». Aquel discurso de Putin fue comparado con el famoso discurso que Churchill pronunció en el Westminster College de Fulton (Missouri, Estados Unidos) el 5 de marzo de 1946, durante un viaje en el que era huésped del presidente Truman. Discurso considerado como el punto de partida o desencadenamiento de la guerra fría. Allí Churchill pronunció aquellas famosas palabras: «desde Stettin, en el Báltico, hasta Trieste, en el Adriático, ha caído sobre el continente europeo un telón de acero» (iron curtain).

La Conferencia está presidida desde el año 2008 por el Embajador alemán Wolfgang Ischinger, considerado por muchos como «el diplomático más influyente de Alemania». Tiene una larga trayectoria en el campo de las relaciones exteriores y, entre otros cargos, ha sido Embajador de Alemania en Washington y Londres. Es profesor de Política de Seguridad y Práctica Diplomática en la Escuela Hertie de Gobernanza de Berlín. Acaba de publicar un libro con título y subtítulo muy significativos de cómo ve él la situación de seguridad (o mejor dicho de inseguridad) en el mundo actual: «El mundo en peligro. Alemania y Europa en una época de incertidumbre». En una entrevista reciente, ha declarado que «hoy titularía el libro de otro modo; pasaría de ser «El mundo en peligro» a «El mundo en un gran peligro». El cambio de título el basa en el hecho de que él ve ahora «un mundo bastante más lúgubre que hace unos meses», y  piensa que en Europa «estamos mal preparados para lo que viene». Sin embargo, se considera un optimista nato y reconoce que «como diplomático sólo puedes ser exitoso si eres optimista».

La visión del mundo del Embajador Wolgfang Ischinger se fundamenta sobre las siguientes bases:  

La seguridad en Europa ha empeorado mucho a lo largo de las dos últimas décadas 

En diciembre de 2003, Javier Solana, entonces Alto Representante de la UE para asuntos exteriores y seguridad, se felicitaba y constataba en el texto de la primera Estrategia de Seguridad de la UE que Europa estuviera rodeada por un «anillo de amigos», que iban desde Rusia hasta el norte de África. El documento, titulado «Una Europa en un mundo mejor», era el primer papel estratégico sobre relaciones internacionales en toda la historia de la UE. Para Bruselas corrían entonces momentos de eurooptimismo, esencialmente por cuatro motivos: nacimiento de la moneda única europea (euro) en 1999, ampliaciones al este de la UE a partir de 2004, preparación de un Tratado constitucional (que fue finalmente rechazado en referéndum en 2005) y programa «Agenda de Lisboa 2000-2010» que prometía la creación de una arcadia socioeconómica en el horizonte 2010 (tampoco se terminó llevando a cabo).

Casi veinte años después, aquel escenario parece un puro wishful thinking , un puro pensamiento de deseo, una ilusión. Cuando uno mira lo que rodea a la UE en 2021 no ve un «anillo de amigos», sino un verdadero «anillo de fuego», avisa Ischinger. La UE, a partir de 2005, ha conocido un período de «crisis existencial» (un nuevo ciclo de europesimismo) que ha durado prácticamente hasta nuestros días.

Reacciones europeas buenas y malas ante la pandemia

Según Ischinger, la pandemia ha demostrado la existencia de dos posibles caminos. Hace un año, en la primavera de 2020, vimos como nuestros propios gobiernos de la UE volvían a las soluciones nacionales. Cerraron fronteras «matando la idea de la UE». Pero también hemos visto emerger otras opciones. La UE ha logrado salir adelante con algunos problemas. «Me parece un triunfo que casi treinta países se hayan puesto de acuerdo para comprar vacunas de manera conjunta». Al otro lado del Atlántico teníamos el lema populista America First (Primero los Estados Unidos) de Donald Trump. El Reino Unido también ha ido por su cuenta, siguiendo su propio populismo con el Brexit. «La lección que el mundo obtendrá de la pandemia es que la forma de salir adelante no es nacional, sino multilateral». La cooperación a escala global es la clave.

A Ischinger le preocupa mucho, igual que a otros líderes de Europa, la actuación de la Comisión Europea a la hora de comprar vacunas, pero esto no le cambia su convicción fundamental de que comprar de forma conjunta ha sido la idea correcta . «Imaginemos la cantidad de discusiones que habríamos tenido si Alemania hubiera usado su poder económico para comprar cientos de millones de dosis, mientras que España Portugal o Estonia se hubieran quedado sin vacunas. Hubiera sido terrible. La decisión fue acertada, pero la ejecución no ha sido buena». Esto ha sido así porque la gestión sanitaria no es una de las responsabilidades originales de la Comisión Europea. «Es como si a un equipo de fútbol le pides que juegue al voleibol. No estarán bien entrenados, equipados ni preparados para esta tarea». Nos ha faltado ser más valientes. Ahora es fácil de decir que la UE debería haber tenido que comprar cientos de millones de vacunas en todo el mundo y cuando sobraran regalarlas a otros países, hacer nuevos amigos y convertirnos en una fuerza de bien. Quizás no hemos sido suficientemente listos». En cualquier caso, piensa Ischinger, la China lo ha hecho mejor (ha superado la pandemia, vuelve a crecer y su cifra de muertos es insignificante comparada con la europea y la estadounidense) y los Estados Unidos parece que también lo acabará haciendo mejor que nosotros, europeos (Joe Biden quiere a todos los estadounidenses vacunados antes del día nacional que se celebra el próximo 4 de julio y ha aprobado nuevos planes económicos de rescate masivos).

El mundo hoy es caótico, imprevisible y muy peligroso

«Estoy extremadamente preocupado. Si dejamos de lado sobre cómo debemos organizarnos en la UE, cuando miro el mundo de hoy fuera veo muchas cosas preocupantes. Y cuando miro lo que rodea a la UE no veo ese «anillo de amigos» del que hablaba Javier Solana en 2003, sino que veo un verdadero «anillo de fuego». Dicho con otras palabras, tenemos problemas. Tenemos un problema en Ucrania, en Siria, en otros países del Mediterráneo, en Mali y otras partes del continente africano. Es probable que tengamos que enfrentarnos con un problema de inmigración masivo porque una de las consecuencias de la pandemia es que probablemente aumente el número de estados fallidos en África y en otras partes. Habrá más hambre y más enfermedades. La UE tendrá que enfrentarse a un cúmulo de crisis y no está bien preparada para un mundo tan problemático ni por este nuevo «anillo de fuego». Tampoco para un mundo de choque entre superpotencias «.

 Un mundo de choque entre superpotencias

«Si miramos lo que pasó el otro día en Alaska entre China y Estados Unidos, es para preocuparse. Allí se reunieron los máximos dirigentes estadounidenses y chinos en materia de política exterior y de seguridad -el primer encuentro de alto nivel en estas materias después de la elección de Joe Biden- y se lanzaron acusaciones mutuas todo el rato. El tono de la conversación no fue muy tranquilizador. Cuando uno escucha a Vladimir Putin tampoco es muy alentador. Un elemento positivo que veo, por ahora, es la renovación de la Alianza Transatlántica, tras la derrota de Donald Trump».

«La política exterior china la deciden sus líderes. Creo que China fue muy inteligente las últimas décadas. Ya era un país poderoso, pero se comportaba de una manera humilde. No enseñaba sus músculos. Eran los tiempos de Deng Xiao Ping. Pero China de hoy ya no es la de Deng Xiao Ping, sino la de Jin Xiping, un líder mucho más asertivo. Hoy por hoy China se arriesga a crear ansiedad no sólo entre los países europeos, sino también entre sus vecinos de la región Asia Pacífico.

Puede que se acabe formando una alianza antichina para evitar la influencia de Pekín». Una alianza antichina en defensa de la democracia.

Según Ischinger, la relación de la UE con China no puede ser la misma que la de Washington con Pekín. Los Estados Unidos tiene alianzas militares, compromisos y responsabilidades en el Lejano Oriente. La UE no. «Nuestro lugar en el mundo debe ser en Occidente». Incluido después de cuatro años de Trump, Estados Unidos sigue siendo un país líder. «Compartimos valores fundamentales, la dignidad del individuo, el Estado de derecho y la democracia. Debemos coordinarnos mejor con nuestros socios americanos. Y eso no será fácil porque tenemos intereses diferentes».

«La industria automovilística alemana depende mucho de las importaciones chinas. Esto quiere decir que no es fácil discutir en Alemania sobre posibles sanciones en China. Pero al mismo tiempo tenemos que coordinarnos con los Estados Unidos en temas como derechos humanos, Hong Kong, la situación de los uigures en la región china de Xinjiang y el nivel de reciprocidad. Hemos sido incapaces de establecer el principio de reciprocidad con China. Creo que la forma como encontrar el enfoque correcto para tratar con China será el mayor reto de política exterior  que deberán afrontar la UE y Estados Unidos».

 El papel de Europa

«¿Qué debemos hacer en la UE? No debemos gastar nuestras energías en discusiones sobre el concepto de «autonomía estratégica». Lo que importa es la respuesta a esta pregunta: ¿podemos defender nuestros intereses? Debemos ser capaces de defender nuestras fronteras, nuestros ciudadanos, nuestra forma de vida. Sobre todo, debemos dar respuestas a nuestros ciudadanos. Debemos defenderlos del chantaje y del bullying. Imaginemos una amenaza nuclear en la UE por parte de una superpotencia. Alemania no tiene armas nucleares. Primeramente deberíamos mejorar nuestras capacidades militares, que ahora mismo son ridículas en el mundo que vivimos. No nos hemos aprovechado suficientemente de lo que supone compartir la UE. Podríamos compartir nuestros recursos militares. Debemos combinar esfuerzos, esto nos ahorraría mucho dinero. Un ejército europeo y una estrategia autónoma son visiones a largo plazo maravillosas. Quizás dentro de veinte o treinta años habremos sido capaces de tenerlo, pero de momento este no es el caso. Tenemos que trabajar paso a paso».

«En materia de comercio, nuestro sistema funciona muy bien porque la mayoría es calificada. La Comisión Europea hace una propuesta y una mayoría decide si es que sí o si es que no. En política exterior todos los países tienen derecho de veto, aunque el tema no sea de vital importancia para la UE. Esto no es posible. No generamos respeto como actor internacional. Debemos cambiar y reformar nuestro sistema de decisión. Si el sistema de mayorías funciona en comercio, agricultura y en otros campos, ¿por qué no también en política exterior?

El papel de Alemania

«Lo que más me preocupa es que los alemanes, desde la reunificación hace treinta años, valoran sobre todo el mantenimiento del statu quo. Han vivido grandes cambios en los últimos cien años. Han perdido dos guerras mundiales, han visto como el país se dividía, como desaparecía su propia moneda, tan apreciada, el marco alemán. De repente tienen el euro y hay muchas crisis. Los alemanes piensan que las cosas ya están bien como están. ¿Por qué tenemos que cambiar? El problema es que el mundo de ahí fuera está cambiando tan rápidamente que, si no nos adaptamos, nos quedaremos atrás.

Alemania se está quedando rezagada en términos digitales. Para las elecciones de otoño, será muy importante que el líder que salga sea capaz de explicar a los ciudadanos que ver el mundo desde el sofá ya no vale. Debemos abrazar el cambio y digitalizar nuestra administración pública. Necesitamos una pequeña revolución. Seguir disfrutando del statu quo ya no es una opción.

Sobre los líderes políticos

«Si buscas una respuesta a la pregunta de qué hay detrás de las grandes decisiones en política exterior o que causa la paz en lugar de la guerra, siempre acabas en el mismo punto: la confianza». Si no hay confianza, la probabilidad de que la gente mal interprete y vaya a la guerra es mayor.  Me siguen sorprendiendo los líderes en Europa y en todo el mundo que siguen sin entender lo importante que es la confianza. Se comportan como si no hubiera un mañana. La moneda de la diplomacia es la confianza. Si tienes confianza, puedes llegar a cualquier lugar. Bush padre, Helmut Kohl y Gorbachov se fiaban unos de otros. Si no lo hubieran hecho, la reunificación alemana habría sido imposible.

Cada vez hay menos confianza. Por varias razones. Una de ellas es la explosión de las redes sociales. El segundo elemento es que me parece que nos falta aire. No pensamos de forma estratégica a largo plazo. En Alemania todo el mundo está pensando en las elecciones de otoño. Pero alguien está pensando ¿cómo deben ser nuestras relaciones con los rusos a largo plazo? ¿O nuestra fuente energética? Nos hemos despedido de la energía nuclear, pero ¿cómo nos despediremos del carbón? Como ciudadanos tenemos el derecho de exigir que los líderes piensen a largo plazo.

El libro del Embajador Wolfgang Ischinger está teniendo un fuerte impacto en el mundo diplomático occidental. Los analistas consideran que los nuevos responsables de la política exterior de Estados Unidos, bajo la presidencia de Joe Binder, lo valoran de manera especial.
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