El futuro del mundo depende de las relaciones entre las dos grandes potencias: Estados Unidos y China

Las dos únicas superpotencias hoy existentes son Estados Unidos y China.

En la geopolítica actual se pueden señalar tres grandes bloques o regiones: el Oeste Global, el Este Global y el Sur Global

Estados Unidos lidera el bloque o región geopolítica llamada Oeste Global (Occidente Colectivo, según Putin), a la que pertenece la UE, mientras que China lidera el bloque o región geopolítica llamada Este Global, a la que pertenece Rusia. La UE no llega a la categoría de superpotencia porque su proyecto integrador no está terminado. La UE  no ha sido capaz hasta ahora de crear una verdadera unión política federal,  su intención fundacional, y carece de políticas comunes en materias clave como asuntos exteriores y defensa.

Rusia no es una superpotencia porque, a pesar de la enormidad de sus recursos naturales, su PIB es similar al de Italia, diez veces inferior al de Estados Unidos y ocho veces inferior al de China.

El llamado Sur Global, el espacio más poblado, es el tercer bloque o región geopolítica del planeta, formado por más de cien países en vías de desarrollo situados en África, América Latina y Asia. Allí se encuentran potencias importantes, como India (que acaba de superar a China como país más poblado del mundo y como “fábrica del mundo“, con una clara vocación de liderazgo del Sur Global), Brasil, Indonesia, Nigeria, etc. Ninguna llega a ser una superpotencia por razones institucionales y socioeconómicas.

Putin, en cambio, ha declarado que «el peor evento histórico producido en todo el siglo XX ha sido el derrumbe de la URSS»

Estados Unidos ha sido potencia hegemónica absoluta después de los hechos producidos en 1989 (caída del Muro de Berlín) y en 1991 (implosión de la URSS), dos acontecimientos que supusieron una gran victoria para Occidente, tan grande que algunos ya hablaban, equivocadamente, de «fin de la historia». Putin, en cambio, ha declarado que «el peor evento histórico producido en todo el siglo XX ha sido el derrumbe de la URSS».

A partir de 2001 (atentados de las Torres Gemelas causados por el terrorismo islámico, que supusieron el inicio de dos décadas de guerras desmesuradas de reacción por parte de Estados Unidos a los atentados con un coste superior a los ocho billones de dólares) y hasta el mes de agosto de 2021 (retirada de las tropas estadounidenses y de otros países occidentales de Afganistán) se produce un declive relativo y progresivo de la hegemonía norteamericana, al tiempo que China reemerge con una fuerza y rapidez nunca vista en la historia.

China es una potencia reemergente, más que simplemente emergente, porque se trata de un estado-civilización con 5000 años de historia que quiere volver a desempeñar el papel central que ha ostentado en el mundo secularmente (la palabra China significa imperio del medio“). No quiere que se repita la derrota militar y ocupación sufrida ante occidentales y japoneses entre los años 1839 y 1849 (periodo que China ha bautizado como «el siglo de humillación»).

Según el historiador griego, Tucídides, la humillación -junto al miedo y al interés- son los tres motores principales de las relaciones internacionales que mueven el mundo. El revanchismo imperialista de Putin también se explica desde la reacción contra la “humillación” de la última década del siglo contemplada en forma de una URSS totalmente derrumbada. Y ya no hace falta hablar de la “humillación” sentida por Alemania tras el Tratado de Versalles, que provocó la aparición de Hitler.

Hacia un nuevo orden mundial

A partir del mes de febrero de 2022 (invasión rusa de Ucrania), el mundo se encamina hacia un nuevo orden mundial. Cuatro escenarios de futuro aparecen en el horizonte: 1) continuidad de la lucha de Estados Unidos por no perder su hegemonía alcanzada a partir de 1989/1991, 2) nuevo orden bipolar dominado por Estados Unidos y China, 3) nuevo orden multipolar (deseado por China y el Sur Global), 4) desorden, conflicto y guerra.

Javier Solana, ex Alto Representante de la UE en materia de asuntos exteriores y seguridad, y Eugeni Bregolat, ex Embajador de España en China y Rusia, han escrito en distintas ocasiones que las relaciones entre las dos únicas superpotencias hoy existentes pueden ser de tres tipos: competición, cooperación y conflicto. Opinan que la competición entre la primera y la segunda economía del mundo es inevitable, mientras que la cooperación es deseable y claramente necesaria a la hora de producir “bienes universales comunes” que el planeta requiere en diferentes ámbitos (paz, seguridad, cambio climático, pobreza, desigualdad, pandemias, catástrofes naturales). Piensan que el conflicto es evitable y que se necesita un entendimiento entre los dos gigantes a la hora de organizar un nuevo orden mundial.

En un artículo publicado conjuntamente en 2021, Solana y Bregolat escribían que “la convivencia entre las dos superpotencias es clave para la paz y la prosperidad de la humanidad del siglo XXI; deben pactar nuevas reglas del juego sin imposiciones y sin renunciar por ello a sus principios“.

En un segundo artículo publicado en 2022, dejaban claro que se oponían a un posible decoupling (desacoplamiento) económico entre Occidente y China. “La cooperación internacional es indispensable para resolver los grandes retos que confronta la humanidad, ningún problema global –cambio climático, recuperación de la economía global, pandemias, proliferación de armas de destrucción masiva, etc.- se podrá resolver sin una mínima confianza entre ambas superpotencias“.

La trampa de Tucídides

Alrededor del tercer tipo de relaciones entre las dos superpotencias -el conflicto- figura una amenaza de la que hoy se habla mucho, conocida en el mundo de las relaciones internacionales como “la trampa de Tucídides”. Antes ya se ha hecho una referencia a este historiador griego del siglo quinto a.de c., fundador de la escuela realista de las relaciones internacionales, a la que siglos después se apuntarían Maquiavelo y Hobbes.

Tucídides es el autor de una obra monumental titulada “La guerra del Peloponeso”, donde relata la guerra entre Esparta (potencia hegemónica) y Atenas (potencia emergente), que acaba con la victoria de Esparta y el debilitamiento general del mundo griego.

El politólogo estadounidense, Graham T. Allison, ha creado modernamente el concepto polemológico llamado “trampa de Tucídides”, caracterizado por una situación histórica de coincidencia temporal entre una potencia hegemónica y una emergente. Es una  situación que puede acabar con facilidad  – y a menudo  irremisiblemente-  en guerra abierta, “a menos que se tomen las medidas necesarias para evitarlo“.

Allison corrobora su tesis después de haber estudiado 16 casos históricos de convivencia entre una potencia hegemónica y otra emergente, de los que 13 han terminado en guerra abierta entre ambas partes. A la vista de estos casos reales  estudiados en profundidad, Allison concluye que la situación actual de las relaciones entre Estados Unidos, potencia hegemónica, y China, potencia reemergente, es un ejemplo claro de “trampa de Tucídides“.

Allison escribe que “se puede evitar la guerra, pero no es fácil; cuando las partes consiguen evitar la guerra significa que deben haberse producido enormes y dolorosos ajustes en las actitudes y acciones tanto por parte de la potencia hegemónica como por parte de la emergente, entre el reptador y el retado. ¿Serán capaces de hacerlo Estados Unidos y China?“.

La actual rivalidad entre las dos superpotencias, tan argumentada en términos geopolíticos y estratégicos, ya conoce desde hace tiempo enfrentamientos económicos, comerciales y tecnológicos. China es calificada de “rival sistémico” por Estados Unidos y la UE. Según algunos expertos, los escalones de relación van de menor a mayor tensión según esta secuencia teórica: competencia estratégica, guerra económica, nueva guerra fría, guerra abierta a pequeña o a gran escala.

A principios de 2023, Qin Gang, antiguo embajador de China en Estados Unidos, fue elegido nuevo ministro de Asuntos Exteriores chino. Poco después de su elección, publicó una tribuna en el diario Washington Post con este título: “El futuro del planeta depende de una relación estable entre Estados Unidos y China”. En un artículo posterior escribió que “si Estados Unidos no usa el freno y sigue a toda velocidad por el camino equivocado, no habrá manera de impedir su descarrilamiento, y seguramente habrá conflicto”.

Qin Gang duró pocos meses al frente del ministerio de exteriores chino hasta desaparecer total y misteriosamente del escenario político chino. Ha sido sustituido por el veterano anterior ministro de Asuntos Exteriores Wang Yi, al que se considera más cercano que Qin Gang al gran líder Xi Jinping.

En una de sus recientes declaraciones, en el marco de una visita a Europa, el nuevo ministro de exteriores, se ha mostrado más conciliador que su antecesor y favorable a que la UE juegue un papel de moderador entre las dos grandes potencias.

“China considera a la UE como una fuerza importante en la estructura multipolar que China preconiza, apoya la interacción europea y también al desarrollo y fortalecimiento de la UE, así como la materialización de su autonomía estratégica. Siempre que China y la UE refuercen la solidaridad y la colaboración entre blogs. El mundo es un espacio global en el que todos los países tienen intereses entrelazados y un futuro compartido. China está dispuesta a trabajar con Europa para defender conjuntamente el sistema de libre comercio, practicar el multilateralismo e impulsar un mundo multipolar igualitario y ordenado y una globalización económica universal beneficiosa e inclusiva, con vistas a crear de forma mancomunada un futuro mejor para la humanidad”.

Joe Biden y Xi Jinping tratan de mantener una línea abierta de contactos telefónicos y encuentros personales

El 2 de abril, Joe Biden y Xi Jinping han tratado por teléfono los principales temas de la agenda bilateral y otros de alcance global sobre los que mantienen diferencias notables, como el apoyo de Pekín a Rusia en la guerra de Ucrania o la seguridad en el mar de China Meridional y el estrecho de Taiwán. Según Pekín, la llamada se ha producido por iniciativa de Biden, y es la primera desde los encuentros personales que ambos presidentes mantuvieron el pasado noviembre en Woodside (California) y un año antes en Bali (Indonesia).

Según el comunicado oficial chino, “los factores negativos han ido creciendo y esto pide atención por ambas partes; hay líneas rojas que China no dejará que se crucen, como Taiwán y el libre desarrollo tecnológico, como los intentos de prohibir el uso de TikTok en Estados Unidos“.

Este año es electoral en Estados Unidos y no es previsible un encuentro personal, pero habrá una serie de encuentros ministeriales. Biden ha informado a Xi sobre la próxima visita a China de Anthony Blinken, secretario de Estado, y de Janet Yellen, secretaria del Tesoro.

Según el comunicado oficial estadounidense, tras la llamada del 2 de abril, Biden y Xi «han revisado y propiciado el progreso en temas clave discutidos en la última cumbre de Woodside, incluida la cooperación antinarcóticos, la comunicación continúa entre militares, las conversaciones para abordar los riesgos relacionados con la inteligencia artificial (IA) y los esfuerzos continuados sobre el cambio climático y los intercambios entre pueblos”.

Pekín apunta a la “paz, estabilidad y credibilidad”  como pilares de la relación bilateral. Xi ha instado a Washington a traducir en acciones concretas el compromiso de Biden de “no apoyar la independencia de Taiwán”. Otro aspecto de clara discordancia y de preocupación estadounidense es el apoyo de Pekín a la guerra de Rusia contra Ucrania y los esfuerzos chinos por ayudar a Rusia a reconstituir su industria de defensa. Por otra parte, China no acepta restricción alguna al libre desarrollo de la tecnología.

Xi ha advertido en serio a Biden, una y otra vez, sobre el apoyo de Estados Unidos a Taiwán.

La política china de Biden parece una de las pocas cosas en las que pueden coincidir demócratas y republicanos, tan radicalmente enfrentados en la mayoría de las cuestiones en un ambiente irrespirable de gran polarización rayando en el guerracivilismo en Estados Unidos, que Trump cultiva con fervor de cara a las elecciones presidenciales de noviembre. Algunos analistas califican la política china de Biden de cointainment-plus. El plus se debe a decisiones fuertes en materia de proteccionismo, antiglobalización, prohibición de exportaciones clave a China, como semiconductores, de uso civil y militar.

Xi se ha quejado a Biden de “supresión”, “sumisión” y “de cerco” por parte de Estados Unidos.

A la vista de todo esto, algunos analistas ya hablan abiertamente de una «nueva guerra fría».

La UE en un mundo de gigantes

El prestigioso colaborador del Financial Times, Martin Wolf, ha escrito hace poco que son tres los posibles papeles que la UE podría jugar en un mundo de gigantes: aliado, puente o poder (ally, bridge or power).

Últimas palabras de su artículo:

«Mientras Estados siga siendo una democracia liberal comprometida con la alianza occidental, la UE está obligada a estar mucho más cercana de Estados Unidos que de otros grandes poderes. Esto significa, en este mundo, ser probablemente un aliado subordinado (subserviente ally) Un papel de puente (mediador), especialmente de cara a China, se adaptaría naturalmente a una institución comprometida con el ideal de un orden gobernado por normas, como es la UE, pero la cuestión es cómo ser un puente en un mundo profundamente dividido en el que la UE está mucho más cerca de un lado que a otro. La tercera alternativa consiste en tratar de convertirse en un poder de la vieja escuela, un poder duro, con recursos dedicados a la política exterior y de defensa conmensurada a su escala, pero para que esto pueda ser realidad, la UE necesitaría una unión política mucho más profunda, y también una unión fiscal. Los obstáculos para ello son legión, incluyendo la profunda desconfianza mutua existente entre algunos estados miembros de la UE».

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1 comentario. Dejar nuevo

  • Oscar Llaudet
    11 abril, 2024 18:41

    Aquests darrers dies hem vist els EUA molt actiu amb els seus aliats propers (geogràficament) a la Xina, com la reunió amb els ministres d’afers internacionals dels estats membres de l’OTAN, on també es varen convidar als ministres aliats dels països de l’Indo-Pacífic, o la visita del primer ministre japonès ahir a la Casa Blanca. A més d’altres fets, tot plegat sembla indicar que observarem un apropament molt clar de l’eix «Oest Global» a l’Indo-Pacífic.

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