El escándalo de la Generalitat y el tranvía en Barcelona continúa avanzando por el mal camino

La Generalitat de Cataluña cuenta con un índice muy elevado de desbarajuste en cuanto al diseño y realización de grandes infraestructuras. Lo hacen patentes varias grandes obras, pero seguramente una de las más escandalosas es el enlace con el aeropuerto .

Ahora que Adif ha decidido hacer una línea lanzadera que funcionará en 2025 y enlazará el centro de la ciudad con las dos terminales, se pone de relieve el error inmenso y carísimo en el diseño de la línea metropolitana que la une a través del metro con la terminal 2. Mientras que el proyecto de Adif enlazará en 20 minutos el centro con el aeropuerto y además con las dos terminales, la actual línea L9 lo hace en 46 minutos y 20 paradas desde la plaza Cataluña. Este hecho explica que sea la única línea de metro que tiene un déficit abrumador de usuarios porque no sólo une un largo trazado, sino también la necesidad de hacer transbordos.

Ahora, la Generalitat, siguiendo en su línea de «éxitos», apoya con dinero -pocos de momento- las obras del tranvía por la Diagonal y antes de ayer mismo aprobó una inversión de 37,6 millones de euros para poner en marcha estas obras en el tramo que va de Glòries hasta Pg. de Sant Joan. Si este hecho se consolida, los vecinos y tiendas ya se pueden despedir de tener un paseo como es debido y una potenciación del comercio, como tiene el tramo comprendido entre Francesc Macià y Paseo de Gracia. Casi todo ese dinero irá dirigido a la infraestructura, porque sólo 5 millones se dedicarán a comprar nuevos tranvías y este es uno de los cuestionamientos de este sistema de transporte: el gasto extraordinario que se hace es en infraestructura física y no en el vehículo capaz de transportar.

Con estos recursos se podría dotar de una extraordinaria flota de autobuses modernos y eléctricos a la ciudad de Barcelona, que contribuirían eficazmente a la descontaminación y facilitarían los desplazamientos.

El mismo Ayuntamiento ha demostrado que es posible enlazar con autobús la plaza Francesc Macià y la plaza de las Glòries en 20 minutos sin además sincronización semafórica y no desplazándose por la distancia más corta, que es la Diagonal.

En estas condiciones, ¿qué sentido tiene el tranvía más allá de una obsesión ideológica de Colau, Collboni y Maragall? Pero es que además se está gastando dinero, y mucho, porque se está haciendo la ampliación del colector que pasa por debajo del futuro trazado del tranvía como una necesidad derivada de esta obra, lo que vuelven a ser muchos millones, sin haber aclarado quién gestionará el nuevo tramo. Porque hay que recordar que este medio de transporte, a diferencia de la red de autobuses que son de titularidad publica, lo explota una empresa privada que ha configurado un importante lobby con dos ex consejeros de la Generalitat de obra pública en torno suyo. Al final Colau, Collboni y Maragall se declararán tanto de izquierdas como quieran, pero están haciendo inversión pública para engrosar el negocio de una empresa privada para una obra que la ciudad no quiere ni necesita.

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