El “desacoplamiento” mundial que la guerra en Ucrania está produciendo

Los medios de comunicación y comentaristas hablan mucho desde el inicio de la ofensiva rusa contra Ucrania que la guerra puede suponer un cambio de rumbo de la historia de la humanidad .

Por el momento, lo que más bien parece, observando la magnitud de la reacción económica de Occidente contra Rusia, es que el conflicto supone un punto de no retorno para las relaciones entre Moscú y Occidente, al menos mientras Vladimir Putin siga siendo presidente de la Federación de Rusia.

Al cortar prácticamente todos los vínculos económicos con Rusia, el mundo occidental (considerado como la suma de los países anglosajones, de la Unión Europea y sus aliados culturalmente similares) acelera de repente un proceso que llevaba años produciéndose a cámara lenta.

Se trata del desacoplamiento (del inglés “decoupling”) de la economía mundial en dos sistemas independientes : el occidental y aquel promovido por China.

El primero está basado todavía en el orden promovido por Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, y tiene como principios el libre mercado y la democracia liberal. El segundo tiene como principal objetivo deshacerse de cualquier dependencia del primero, promoviendo también un modelo político alternativo basado en la supremacía absoluta de la autoridad estatal.

Rusia no es sino una pieza de este fenómeno de desacoplamiento , ni siquiera la más importante, pero actualmente sí la más evidente.

Las economías rusa y occidental llevan tiempo rompiendo vínculos. Una tendencia que se inició de forma marcada con la precedente crisis ucraniana y la anexión de Crimea en 2014 .

Entonces, los bancos occidentales ya redujeron su exposición a las instituciones financieras rusas en un 80%, relata el economista y columnista del Financial Times Rana Foroohar. Su participación en las otras empresas rusas ha descendido a la mitad durante el mismo período.

Las nuevas sanciones llevan la desconexión económica a un nivel casi absoluto. Y es que la intención de muchos países occidentales es «el derrumbe de la economía rusa». Así lo ha afirmado el propio ministro de la economía francés, Bruno Le Maire.

Rusia también llevaba años trabajando para reducir su dependencia de Occidente

Dejando a un lado el peligro político que comporta este posicionamiento (contra-sanciones rusas sobre el suministro de gas en Europa, sensación de acorralamiento de un Putin paranoico, etc.), en términos puramente económicos cabe decir que Rusia también llevaba años trabajando para reducir su dependencia de Occidente.

El nuevo régimen de sanciones tendrá el efecto de acelerar dramáticamente este proceso, incrementando la dependencia rusa de China.

Pekín no ha dudado ni un solo momento en aprovechar la actual oportunidad para avanzar en su propio proyecto de un mundo post-dólar

China necesita el gas ruso, pero también numerosas materias primas, armamento y aparatos de fabricación rusa. Su posicionamiento hasta ahora revela que Xi Jinping no tiene intención de dejar a Putin al descubierto.

Previsiblemente, cuanto más duras sean las sanciones occidentales, mayor será el apoyo chino a Rusia, puesto que podrá presentar como argumentos el imperialismo norteamericano o incluso un intento de cambio de régimen en Moscú.

Tan sólo unas semanas antes de la invasión de Ucrania, Rusia y China abrieron una nueva página en sus relaciones al anunciar una “amistad sin límites”A escasos días de la ofensiva, Pekín levantó también el veto a las importaciones de trigo ruso, firmando un nuevo acuerdo a largo plazo con Gazprom para el suministro de gas.

Ya en 2019, ambos países acordaron prescindir del dólar en todas las transacciones comerciales mutuas.

Es evidente que la visión de China es hacer de Rusia uno de sus principales estados dependientes, un objetivo que los rusos no comparten en absoluto pero en el que Xi Jinping trabaja infatigablemente desde hace años, por ejemplo con su iniciativa de las nuevas rutas de la seda.

Las propias decisiones de Putin, sumadas a la falta de iniciativas de Occidente durante años, empujan cada vez más a Rusia por el camino de la dependencia de China. Un camino que a Europa tampoco le interesa en absoluto.

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