Según el historiador Yuval Harari, lo que está en juego en la crisis de Ucrania es el rumbo de la historia humana

La actual crisis de Ucrania es objeto de análisis por parte de los mejores especialistas. El famoso historiador y filósofo israelí Yuval Harari -autor de best sellers internacionales como «Sapiens: Una breve historia de la humanidad», «Homo Deus» y «21 Lecciones para el siglo XXI»- no podía dejar de reflexionar sobre el conflicto y aportar su contribución.

Harari es profesor de Historia de la Facultad de Humanidades en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Se especializó originalmente en historia medieval e historia militar, doctorándose en el Jesus College de la Universidad de Oxford en 2002. Más adelante se especializó en historia del mundo y en los procesos macro-históricos a lo largo de la historia de la humanidad. Acaba de publicar un artículo sobre lo que considera que está en juego en la crisis actual de Ucrania.

Harari piensa que en el centro de ésta hay una pregunta fundamental sobre la naturaleza de la historia y de la humanidad: ¿es posible el cambio?, ¿pueden cambiar la manera de comportarse los humanos, o la historia se repite una y otra vez y los humanos están eternamente condenados sin que cambie nada, salvo el decorado?

Esta pregunta se encuentra en medio de las reflexiones que son propias del ámbito académico dedicado a las relaciones internacionales, donde conviven tres escuelas de pensamiento: la realista, la idealista o liberal y la ecléctica.

El realismo es una escuela con bases filosóficas tan antiguas como Tucídides (el autor de «La guerra del Peloponeso»), Maquiavelo (el autor de «El Príncipe») y Hobbes (el autor del «Leviatán»). Esta escuela percibe al Estado como una entidad suprema y de valiosa relevancia. Sostiene que la sociedad y la política se encuentran gobernadas por leyes objetivas, basadas en la propia naturaleza humana. Hobbes cree que la situación natural de los hombres es de «guerra de todos contra todos». Su concepción del ser humano es pesimista: «el hombre es un lobo para el hombre» (homo homini lupus). La garantía de la seguridad individual y la solución de los conflictos se basan en un contrato o pacto social que se encarna en un Estado fuerte. Esta primera escuela de pensamiento niega rotundamente la posibilidad de cambio. Argumenta que el mundo es una selva, que el pez gordo se come al pequeño y que lo único que impide que un país engulla otro es la fuerza militar.

La escuela idealista, por el contrario, se basa en una concepción de la naturaleza humana esencialmente altruista. Se supone que las personas son capaces de ayudarse y colaborar. El mal comportamiento humano es el resultado de las instituciones y no procede de la misma naturaleza de los humanos. En consecuencia, las guerras son evitables y, en caso de producirse, pueden ser neutralizadas.

Kant es el verdadero patrón laico de la UE. La UE es esencialmente «kantiana»

Los idealistas son partidarios de instituciones internacionales que reemplacen los sistemas anárquicos entre las naciones, del establecimiento de mecanismos de control, mediación y arbitraje sobre los conflictos, y del desarme. La primera gran obra representativa del idealismo es “Sobre la paz perpetua”, escrita en 1795 por el gran filósofo alemán Immanuel Kant. Como su título indica, el objetivo del tratado es encontrar una estructura mundial y una perspectiva de gobierno para cada uno de los estados en particular que favorezca la paz. Kant es el verdadero patrón laico de la UE. La UE es esencialmente «kantiana». El idealismo promueve una diplomacia abierta y multilateral, regulada por el Derecho internacional y los organismos internacionales. La escuela idealista  argumenta que la ley de la selva no es una ley natural, ni mucho menos. La han creado los humanos y los humanos pueden cambiarla. A diferencia de la gravedad, la guerra no es una fuerza fundamental de la naturaleza.

El paradigma ecléctico se sitúa entre los polos realista e idealista.

Harari cree que los idealistas tienen razón. Las guerras no son inevitables. Su intensidad y existencia dependen de factores tecnológicos, económicos y culturales subyacentes. A lo largo de las últimas generaciones, las armas nucleares han convertido la guerra entre superpotencias en un acto descabellado de suicidio colectivo que obliga a los países más poderosos de la Tierra a encontrar maneras menos violentas de resolver los conflictos. En las últimas siete décadas no ha habido guerra directa entre superpotencias. Durante el mismo período, la economía global se ha transformado y ha pasado de basarse en los materiales a sustentarse en el conocimiento. Si antes las principales fuentes de riqueza eran activos materiales como minas de oro, campos de trigo y pozos de petróleo, hoy la principal fuente de riqueza es el conocimiento. Así pues, la rentabilidad de la conquista ha disminuido.

También se ha producido un cambio tectónico en la cultura global. A lo largo de las últimas generaciones, por primera vez en la historia, el mundo ha pasado a ser dominado por élites que consideran que la guerra es tan mala como evitable. Como resultado de todos estos cambios, la mayoría de los gobiernos han dejado de ver la agresión bélica como una herramienta aceptable para defender sus intereses y la mayoría de países han dejado de fantasear con la idea de conquistar y anexionar a sus vecinos .

El declive de la guerra se evidencia en numerosas estadísticas. Desde 1945, el rediseño de las fronteras internacionales derivado de una invasión extranjera se ha convertido en algo relativamente inusual y ningún país reconocido por la comunidad internacional ha sido completamente borrado del mapa a raíz de una conquista externa.

El declive de la guerra ha sido un fenómeno tanto psicológico como estadístico.

El elemento más importante ha sido un cambio radical en el propio significado del término paz. Durante la mayor parte de la historia, la paz sólo ha significado «ausencia temporal de guerra». Durante las últimas décadas, la palabra paz ha pasado a significar «improbabilidad de la guerra». Para muchos países, la idea de ser invadidos y conquistados por los vecinos se ha convertido en algo casi inconcebible. El caso de la UE es paradigmático. Esto es una novedad sorprendente en la historia humana. El declive de la guerra no ha sido el resultado de un milagro o cambio de las leyes de la naturaleza. Ha sido el resultado de las decisiones que han tomado los humanos. Sin duda, es el logro más relevante de la civilización moderna. Desgraciadamente, el hecho de que derive de la elección humana también significa que es reversible.

Por todo ello, la amenaza rusa de invadir Ucrania debería preocupar, según Harari, a todas las personas de la Tierra. Si eso de que los países poderosos engullan a sus vecinos más débiles volviera a convertirse en norma, la forma de pensar y de comportarse de la gente de todo el mundo cambiaría. La primera consecuencia de una vuelta a la ley de la selva, y la más evidente, sería un fuerte aumento del gasto militar en detrimento de todo lo demás.

Si crees que el cambio histórico es imposible y que la humanidad no ha abandonado ni abandonará nunca la selva, la única opción que te queda es decidir entre desempeñar el papel de depredador o el de presa. Pero ¿es posible el cambio?, ¿puede ser que la ley de la selva sea una elección, más que un camino inevitable? Si es así, cualquier líder que opte por conquistar un vecino ocupará un puesto especial en la memoria de la humanidad. Pasará a la historia como el hombre que arruinó nuestro mayor éxito. Justo cuando pensábamos que habíamos salido de la ley de la jungla, nos hizo entrar otra vez. ¿Pretende Putin jugar este papel?

Harari no sabe qué va a pasar en Ucrania, pero como historiador cree en la posibilidad del cambio. Y va más allá: piensa que la única constante de la historia humana es el cambio. Durante muchas generaciones, los ucranianos han conocido poco más que la tiranía y la violencia. Pero últimamente han elegido otra cosa y han establecido una democracia. Se han sublevado para defender su libertad. Su democracia es nueva. También lo es la «nueva paz». Ambas cosas son frágiles y pueden durar poco. Pero tanto, una como otra son posibles y pueden arraigar con fuerza. Todo depende de la elección humana. Por todo ello, los ucranianos, con su lucha por la libertad, están marcando el rumbo de la historia humana.

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