Colau y Aragonès: Desconsideración hacia los cristianos

Colau al final lo ha logrado. Su proceso progresivo de deconstrucción del pesebre de la plaza Sant Jaume hasta conseguir liquidarlo. Cada año, con la excusa de la “creatividad”, el pesebre ha quedado reducido a una expresión alejada de su significación, que no es otra que recordar la fecha en que celebramos el nacimiento de Jesús en Belén y la escenografía que acompaña a San José y la Virgen María.

Éste es el núcleo fundamental de la tradición navideña y es el que con imágenes hace siglos que expresa el pesebre en unos términos universalmente inteligibles y que resultan atractivos tanto para las personas mayores como para los más pequeños.

Colau, que es una alcaldesa que milita claramente en el anticristianismo, ha hecho siempre lo posible para que esta tradición quedara oscurecida hasta hacerle perder todo el sentido. Luego vienen los exégetas que nos explican lo que debemos entender de lo que nos han enseñado, y nos hacen pasar buey por bestia gorda.

Sin embargo, el pesebre hace años que ha desaparecido del centro histórico y político de la ciudad. El niño Jesús no está, y la Virgen María y San José tampoco, o al menos no de forma claramente visible, como elementos centrales. Por algún rincón, con alguna simbología, se puede decir que están ahí, pero es una forma como otra de engañarnos. Hay, eso sí, en la plaza Sant Jaume un ganso, un cerdo, una paloma, un conejo, un buey o una mula repartidos por los balcones, una especie de granja vertical luminosa. También podemos encontrar a alguien que esté bebiendo de un porrón, que pretende ser un ángel y que más bien recuerda una figura terrorífica surgida de la “Matanza de Texas”. Además, la situación de las figuras, todas colgadas arriba, obliga a una contemplación que convierte al sujeto en un objetivo fácil para los conductores de bicicletas y patinetes que pululan entre los peatones.
Colau, que se quiere anticapitalista y progresista, ha convertido el significado de una tradición que forma parte de nuestra cultura y puede ser compartida con amor para todos, en el Black Friday que es el único que realmente aparece en plenitud el mes de diciembre. Fracasado el intento de celebrar el solsticio de invierno y otras chorradas, con expresión ilustrada de Josep Pla, similares como el otro gran fracaso del “Sr. Invierno”, lo que queda es la luminaria comercial para impulsar la compra compulsiva. Al final prescindir de la dimensión espiritual de la fiesta aboca a que la alcaldesa se postre genoflexa ante el ternero de oro.
Y a esta desconsideración hacia la cultura cristina y la tradición de nuestro país, se le añade la llevada a cabo por la Generalitat en su anuncio a toda página conmemorando el día internacional por la eliminación de la violencia hacia las mujeres, cuando se ha gastado lo que no tenía para hacer publicidad de unos torpes anuncios que dicen «ni ideología, ni cultura, ni prejuicio, ni broma, ni hostias». No hace falta ser un experto en lingüística para saber cuál es el significado de esta última palabra y su consideración para los católicos. Se refiere a la masa redonda y delgada de pan ácimo que una vez consagrada se convierte en el cuerpo y la sangre de Jesucristo. Es, por tanto, una referencia que forma parte de lo sagrado católico y no se puede utilizar como una expresión malsonante, como hace el anuncio de la Generalitat. Es una manifestación de la falta del mínimo respeto a sus conciudadanos que son seguidores de una determinada fe.
El argumento de que la palabra tiene una expresión popular, evidentemente malsonante, no justifica para nada su uso y menos por parte de la institución del gobierno de Cataluña. Después nos extrañamos de la falta de consideración y respeto que nos profesamos. ¿Cómo debemos ejercerlo, si las propias autoridades hacen manifestación de todo lo contrario? Que la palabra sea de uso popular precisamente lo que obliga es a no utilizarla, no puede que sea tan restrictivo con el lenguaje políticamente correcto en todos los aspectos, pongamos por caso con la expresión despectiva “maricón”, a la vez que esta corrección se agote cuando debe afectar a palabras y conceptos que se relacionan con el hecho cristiano. A ambos lados de la plaza impera la propia cultura de la ofensa, el menosprecio y la descalificación por la cultura que en definitiva nos ha hecho como pueblo y que no es otra que la cristiana.

El testimonio de esta evidencia es tal que está construida con piedra viva. El símbolo internacional de Barcelona es hoy precisamente la Sagrada Familia que, coincidiendo con la fechoría de Colau y Aragonès, los poderes políticos de Cataluña coronaban la torre de María a 138 metros, con una estrella de 12 puntas y 7,5 metros de diámetro, que ahora constituirá y de forma extraordinariamente visible el sky line de Barcelona. Naturalmente, todo el esfuerzo está hecho al margen de los poderes públicos, pero lo que se ve de Barcelona en el mundo es precisamente esa imagen que aún crecerá más cuando se complete la torre más alta, la de Jesús.

Y por si fuera poco la visión de Barcelona, se hace evidente también y sobre todo por la noche con el templo del Sagrado Corazón del Tibidabo . ¡Qué paradoja! En una ciudad en la que mandan los descreídos, sus dos principales enseñas vivas son dos templos. Uno dedicado al lugar que Colau ha echado de la plaza Sant Jaume, la Sagrada Família, pero que permanece presente y bien visible en una construcción que soportará el paso de los siglos. El otro es aquél que hace referencia a una expresión malsonante. El anuncio de la Generalitat se manifiesta en lo alto del Tibidabo con una luz que es imposible no contemplar por las noches desde la ciudad.

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