Cataluña y Sánchez, el perdedor

En contra de la mitología que presenta a Sánchez como un ganador nato, sus victorias políticas han sido fuera del partido siempre pírricas y muy circunstanciales; es decir, nunca ha logrado validar con fuerza su figura. Pero es que, además, el balance después de todos estos años de gobierno señala un gran declive del PSOE y presenta los peores resultados de toda su historia desde la recuperación de la democracia.

En 2020 mantenía el gobierno en 9 comunidades autónomas y participaba en la de Cantabria. En 2024 ha quedado reducido a 3 comunidades autónomas (La Rioja, Asturias y Castilla la Mancha) y, por tanto, tiene un poder territorial mínimo. En el 2019 en las elecciones territoriales, tenían en el conjunto de los parlamentos, 363 diputados, ahora tiene 123. Ha perdido prácticamente 2/3 de los escaños que tenía, que es una caída brutal, y todavía le salva de la quema el PSC porque a la inversa de lo ocurrido, los socialistas catalanes han logrado un éxito extraordinario, pasando de 17 diputados a 33, es decir casi doblando. Esto ha hecho que, si en 2019 los diputados del PSC en el parlamento de Catalunya representaban el 4,6% del total de los diputados autonómicos, ahora signifiquen el 26,8%. Más de 1 de cada 4 diputados socialistas es catalán.

Además, el PSOE queda como tercera fuerza en lugares tan importantes como Madrid, Galicia y País Vasco. Y en estos momentos tiene nulas posibilidades de reconquistar el gran feudo andaluz.

La importancia de Catalunya se ve aumentada porque Barcelona es la única gran ciudad con alcalde socialista, gracias, eso sí, a los votos del PP, que permitieron que Collboni ganara a Trias. Existe, por tanto, una anomalía catalana en el sentido de que expresa una diferencia excepcional con el comportamiento general del voto socialista. ¿Por qué es posible ese hecho? La causa es el indulto, primero, y la amnistía después, que aunque no se ha producido en este segundo caso, seguramente ha penetrado el discurso de Sánchez de la reconciliación. Pero no está claro que este hecho sea la causa fundamental del ascenso socialista en Catalunya. Porque quienes estaban contra la independencia no lo ven claro y pocos independentistas han cambiado de voto para pasarse a las filas del PSC.

La anomalía más bien es necesaria buscarla en otro ámbito. En el de los posicionamientos políticos, y no deja de ser paradójico. Por un lado, el PSC de Illa es el principal puntal de las políticas de Sánchez y de su régimen de alianzas con ERC, Bildu, BNG y del gobierno con Sumar, de leyes que han producido tanto escándalo como la del “Sólo sí es sí” o la ley trans, de haber impulsado la eutanasia, de haber ampliado aún más la generosa ley del aborto de Zapatero.

Por tanto, desde este punto de vista el PSC está alineado con planteamientos bastante radicales tanto estratégicos como de principios, pero al mismo tiempo, y ésta es la paradoja, pasa como “partido de orden” en Cataluña y es la opción predilecta para un sector de clases dirigentes que se consideran sensatas y que ven en Illa y Collboni factores de moderación y estabilidad ante los comunes y los independentistas. El PSC ha logrado la cuadratura del círculo: formar parte de la radicalidad sanchista en España como pieza decisiva, y del orden y la cordura en Catalunya.

En realidad lo que ocurre es que la anomalía socialista es fruto de otra anomalía más importante. Cataluña es el único territorio con significación propia de Europa, en el que el centro y la derecha son prácticamente inexistentes, marginales y arrinconados a un lado del tablero, porque ésta es la gran cuestión, el gran centroderecha que en Galicia sustenta el PP galleguizado por Fraga y en el País Vasco el PNV, en Catalunya explotó y se convirtió en múltiples productos fragmentados que poco tienen que ver con el original. Es como si una gran estrella hubiera explotado y sus fragmentos de varios tamaños bailaran por el espacio. Incluso alguno de sus pequeños trocitos, como Units, hubiera quedado capturado por la fuerza gravitatoria del campo socialista.

Esta anomalía castiga a la alternativa porque resulta que todo se mueve en un círculo de fuerzas políticas que tienen presupuestos muy parecidos. El PSC, ERC, y los Comuns, que lógicamente no son iguales y, por tanto, tienen diferencias dialécticas, pero que coinciden en lo sustancial. En este sentido, hay pocos incentivos para gobernar bien porque no existe una alternativa clara que ponga en peligro su hegemonía, y menos cuando ERC y socialistas pactan. Mientras esta ecuación no se altere, Sánchez tiene vida política en Madrid mientras que en Catalunya vive todas las crisis y colapsos fruto del mal gobierno.

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