Cataluña. Quizás no sea decadencia, pero es evidente que económicamente no vamos bien

Basta con observar dos aspectos determinantes de la calidad del modelo económico. Uno es el del sector de la banca y los seguros, en el terciario, que es uno de los que aporta mejores retribuciones. Pues bien, las cifras cantan por sí solas. Entre 2009 y 2021 la evolución del empleo en la banca cayó un 22,6% en Cataluña, pasando de 71.869 puestos de trabajo a 55.624. España también registró una caída importante, pero menor que la catalana, al reducirse un 19,7%. Pero Madrid fue diferente en cuanto a tendencia, porque creció un 3,2% aumentando de los 107.835 a los 111.284. En otras palabras, si la distancia que nos separaba de Madrid en el 2009 era de un 30%, grosso modo, ahora prácticamente nos dobla. Nos hemos encogido hasta ser la mitad. Y este hecho, sin duda, debe preocupar porque señala la contracción de la actividad central que es indicador del grado de liderazgo sobre el conjunto que tiene la economía.

Y si de ese aspecto pasamos a otro determinante, que es el grado de empleo y de salarios en empresas tecnológicas, podemos constatar que Madrid atrae a empresas que necesitan servicios digitales. La información llevada a cabo en 2021 por el Informe Tech Cities elaborado por Experis (Manpower) partiendo de una muestra de 18.000 ofertas en España y datos del INE, constata la gran diferencia que separa a Madrid de Cataluña. En la comunidad del centro el número de ofertas de empleo digitales era de 91.510, mientras que en Cataluña estaba limitada a 58.293. Es decir, una proporción que se acerca también a la de los 2 a 1. En cuanto al nivel salarial, el salario medio digital es también mayor en Madrid, de 41.545 euros, mientras que en Cataluña se sitúa en 40.909 euros. El primer puesto, lo ocupa el País Vasco con 43.000 euros, aunque el número de ofertas de esta procedencia es muy pequeño, sólo 4.861. Tanto en el caso de Madrid como en el de Cataluña, existe una gran diferencia entre el salario medio y el tecnológico, de hecho es en los dos lugares de España donde la distancia entre ambos es mayor. En Madrid, el salario medio es de 28.898 euros, mientras que en Catalunya está ligeramente por debajo de los 28.551.

Y mientras que en este tipo de capítulos no sólo no avanzamos sino que retrocedemos, sobre todo de cara a Madrid, resulta paradójico, o no tanto, que en lo que destacamos sea en aspectos nada recomendables. Uno de ellos es que insospechadamente y en pocos años nos hemos situado en el primer puesto de Europa en producción y exportación de marihuana, de tal modo que se ha creado una nueva red de delincuencia que atrae a mucha gente que se encuentra en el paro o en la exclusión social. La producción de marihuana en naves, e incluso pisos, se ha multiplicado como expresa el número de plantaciones desmanteladas por la policial. Si en el 2020 fueron 393, el pasado año llegaron a 662 y cerca de 2.000 detenidos por esta causa. Cifra que multiplica casi por cinco la de los detenidos del 2015. Obviamente, no vamos bien porque, además, este tráfico y producción desarrolla redes delictivas violentas. Y es ya habitual la presencia de armas de fuego en los incidentes. Concretamente, en el 2021, en el 37% de incidentes violentos intervinieron armas de este tipo, algo que no era nada usual en el escenario delictivo catalán. Algo de fondo ha cambiado y crea condiciones de inseguridad que pueden tener graves consecuencias.

La otra gran novedad económica es el impulso que ERC aporta a la iniciativa del gobierno español, que necesita los votos del partido catalán para salir adelante, de legislar un impuesto sobre la plusvalía que aumente la presión fiscal y lo uniformice a escala española. ¡Cómo ha cambiado la mentalidad catalana! Al menos la que representan estos partidos, porque de querer evitar de todas las armonizaciones fiscales, se han convertido en grandes defensores de estas, pese al centralismo que caracteriza a esta visión. Todo está generado por conseguir que Madrid se vea obligado a subir impuestos. Podríamos decir que estos partidos catalanes han adjurado sus principios por una razón de envidia. Y no es sólo ERC. Es también JxCat y, el colmo de la paradoja y la contradicción, el grupo del PDeCAT que habita en el Congreso de los Diputados.

Cómo el PDeCAT puede presentarse como matriz inspiradora de una nueva opción política catalana que sacuda el escenario actual, si sus diputados en Madrid se dedican a hacer seguidismo del PSOE y Podemos, incluso en una cuestión tan crucial como es el impuesto de la plusvalía y el aumento de la presión fiscal. Ciertamente, el PDeCAT lo tendrá difícil para acreditar su credibilidad que representa o forma parte de una nueva política.

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