Cataluña. El primer plebiscito para Sánchez

Cataluña significa el primer plebiscito para Sánchez después de su carta y el «yo sigo».

Las elecciones catalanas estaban marcadas por la abundancia de situaciones críticas que sufre el país: el agua, la educación, el colapso de infraestructuras, el gran retraso en la transición energética, la inseguridad y la creciente entrada de mafias de la droga, la vivienda, la falta de recursos por el escalón de primaria de la sanidad, una administración ineficiente y envejecida, la mayor presión fiscal de España… el listado es grande y parecía que las elecciones era una buena ocasión para conocer respuestas.

Pero he aquí que la carta de Sánchez, y sobre todo el planteamiento de las razones por las que sigue, junto a la descarada llamada al apoyo, ha alterado el panorama convirtiéndolas en un «Sánchez sí»-«Sánchez no» preludio del segundo plebiscito que serán las europeas.

Sánchez necesita ganar y hacerlo con un gran resultado. Todo lo que sea ir por debajo de los 40 escaños que le daban la mayoría de encuestas antes de la carta será considerado un fracaso.

Y lo será también si no logra formar gobierno, porque ganar ya lo hizo en las anteriores elecciones, pero este éxito ha sido inútil. Porque la realidad es que el papel del PSC, como primera alternativa y fuerza que gobierna en España, durante estos años ha dado unos resultados muy pobres. Y este habría sido un factor a tener en cuenta.

Es, una vez más, la «paradoja catalana» que también afecta a ERC y en buena parte a Junts. Son decisivos para el Gobierno de Sánchez, pero el resultado conseguido de su importancia es muy pequeño, más allá de la cuestión de los indultos y la amnistía; todo lo que se refiere a intereses globales del país, poco se ha obtenido.

Promesas y compromisos los que se quieran, pero resultados tangibles, muy pocos. Y eso pese a que Illa y el PSC eran y, más aún, son ahora el puntal necesario de Sánchez. Hoy más que nunca Cataluña es Sánchez, y de ahí el carácter decisivo de las elecciones.

Y en el planteamiento electoral se produce otra paradoja.

Sánchez, el hombre que declaró en su discurso de investidura la existencia de «muros» en política, que clasifica a los ciudadanos en función de si pertenecen a no a la «fachoesfera», que ha reducido al mínimo las funciones del poder legislativo, el que en modo alguno está dispuesto a rendir cuentas de verdad, lo que ha convertido las sesiones de control del gobierno en un ataque a la oposición y ha reducido a una parodia la presidencia del Parlamento y la Mesa convertidos en un simple apéndice de la Moncloa. El hombre que ahora declara que hay que vigilar a los jueces y medios de comunicación para que actúen correctamente, siendo él quien decide lo correcto o no.

Este gobernante se presenta en Cataluña transmutado en la figura de Illa que habla de diálogo, pero ya se ve lo que hay en el Ayuntamiento de Barcelona y preconiza entendimientos amplios; pero ha sido incapaz de transaccionar el presupuesto con ERC. Preconiza una política basada en amplios acuerdos, sin líneas rojas, yendo más allá de las siglas, abriéndose a diferentes sensibilidades.

Illa y el PSC son el PSOE de Sánchez, no han manifestado la menor discrepancia; todo lo contrario, le han aplaudido siempre y en todo momento

En fin, se presenta como el alter ego de Sánchez, pese a ser un fiel subalterno seguidor de sus indicaciones. No es creíble. Illa y el PSC son el PSOE de Sánchez, no han manifestado la menor discrepancia; todo lo contrario, le han aplaudido siempre y en todo momento.

La conclusión es clara: votar a PSC, votar a Illa es apostar por la política de enfrentamientos, de polarización, de injerencias en el poder judicial y los medios de comunicación que caracteriza cada vez más la obra de gobierno de Pedro Sánchez.

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