La consellera Teresa Jordà, ahora responsable de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural y antes de Agricultura, Pesca y Alimentación, constata que no es necesario ser una persona competente para dirigir un departamento, más si es tan heterogéneo como el que parió la Generalitat con el que regenta Teresa Jordà, que puede combinar energía nuclear con la cría de conejos.
Teresa Jordà ha manifestado que es partidaria de avanzar el cierre de las nucleares al 2027 y conseguir que las energías renovables aporten el 50% de la electricidad en 2030. Por decirlo en plata y entendernos con claridad, es una parida de dimensiones cósmicas. La propia Generalitat publicó el balance energético del año 2019 y el eléctrico del 2020. Este último no es representativo de un ciclo normal porque la covid redujo sensiblemente el consumo de energía.
De acuerdo con el informe el consumo de energía primaria en Cataluña, en 2019 tenía como principal componente el petróleo con un 46%, la nuclear con un 24,5%, el gas natural con un 22,9% y las energías renovables con un 5,4%. Esta es la referencia del consumo total, en la que el transporte significa la parte más importante, 45,1%, por el 25,5% de la industria, el 14,7% del sector doméstico, el 13,1% de los servicios y finalmente el sector primario con tan solo 1,6%.
De este conjunto la energía eléctrica representa un 25,1%, siendo la segunda componente después de los productos petrolíferos, el 49,8%, y el gas natural 20,4%. Las energías renovables de este consumo final solo presentan el 3,9% .
El tercer paso para darnos la composición de sitio es contemplar, y aquí ya entramos directamente en el planteamiento de la consejera Jordà, la composición de la producción bruta de la energía eléctrica, en este caso para 2020. El 54,9% es producida por las centrales nucleares. Más de la mitad de la electricidad consumida por Cataluña es de origen nuclear, mientras que las renovables sólo representan el 19,8% , pero con una observación importante, 12 puntos de estos 19,8 son aportados por energía hidroeléctrica, que es una infraestructura física de difícil ampliación en las circunstancias actuales, mientras que lo que entendemos hoy como renovables, la eólica y la fotovoltaica, solo representan respectivamente 5,8 puntos y 1,1 puntos, a lo que hay que añadir la aportación de otras renovables de 0,9 puntos.
En definitiva, las renovables que pueden crecer en la actualidad para suplir a la energía nuclear hoy solo representan un triste 8% del total. La pregunta del millón es ¿Cómo en 5 años Teresa Jordà y la Generalitat piensan sustituir el 51% de producción de la energía nuclear? Porque es absolutamente imposible que en tan poco tiempo y más aún con la legislación catalana vigente las energías alternativas crezcan de manera importante.
Vale la pena recordar que la energía eólica está prácticamente estancada en Catalunya, no por falta de proyectos, sino porque la reglamentación que pone la Generalitat hace muy difícil que estos salgan adelante. También es ridícula la aportación del autoconsumo fotovoltaico, aunque con la pandemia ha crecido mucho, pero sólo representa 49,5 megavatios del total, es decir, un 0,049%.
En estas condiciones la única forma por la que sería posible sustituir las nucleares, y aún es dudoso que pudiera ser en toda su dimensión, sería por medio de aquellas producciones de energía que consumen gas y derivados del petróleo. Concretamente, los ciclos combinados que hoy en día representan el 12,2% del total y la cogeneración, lo que significa un 10,9%. Pero esto sería un contrasentido, porque es evidente que estas aportaciones deben reducirse si se quiere cumplir con los requerimientos de disminuir los gases de efecto invernadero que produce Cataluña.
La situación es la que es, y la respuesta sólo puede ser una. Es necesario mantener la energía nuclear a expensas de las fuentes más contaminadas y modificar la reglamentación catalana para favorecer las energías renovables, a la vez que se incentiva más el autoconsumo fotovoltaico. Y este no es un trabajo que pueda resolverse en pocos años.
Anuncios como los de la consellera Jordà solo crean confusión y unas falsas perspectivas para un problema tan grave como es llevar a buen puerto la transición energética.