La obligación del barómetro municipal llevado a cabo sobre 800 entrevistas, deja claro algunas cosas, ninguna de ellas buena. La primera que un 45,5% de los votantes responden que no saben o no contestan. Es una cifra extraordinariamente alta que demuestra quizás desinterés, frustración, desesperanza o todo al mismo tiempo.
A partir de estas cifras es lógico que todos los partidos obtengan resultados pírricos.
Ganaría Barcelona En Común, pero con un paupérrimo 11,9% de los votos. Le seguirá ERC con un 10,9% y el PSC que sólo alcanzaría un 7,5%. Más abajo iría JxCat con un 3,4% y la CUP un 2,9% que sería la única fuerza que subiría 3 décimas. El PP no notaría el efecto Feijóo y se quedaría con un insignificante 1,7%. Mientras Vox llega al 1,1% y Cs desaparecería prácticamente al no llegar al 1%. Tampoco llegaría a ese dígito el PDeCAT. Estas últimas cuatro formaciones no lograrían representación municipal. Todos los partidos, exceptuando a la CUP, y también Vox con pocas décimas, retroceden sensiblemente. ERC pierde más de 3 puntos, los Comuns casi 2, el PSC 4,6, y Junts se desploma a la mitad de lo que tenía, 6,9 puntos.
Tenemos, por tanto, un escenario señalado por unos ciudadanos que casi en su mitad de momento no saben qué votar o no quieren hacerlo. Que los resultados de los partidos son de una gran pobreza electoral, que todos ellos prácticamente retroceden desde los resultados de las últimas elecciones, que existe una gran fragmentación, porque sólo contando los más significados hay 9 ofertas sobre la mesa, y que con todo ello Colau que suspende de forma clara en la valoración (4,1) y se transforma en el alcalde peor valorado de toda la historia democrática, podría volver a ocupar la alcaldía.
Peor imposible, desilusión, falta de respuestas, liderazgos y partidos quemados o agotados.
Es evidente que es necesaria una respuesta nueva. La ciudad la necesita, y no se trata de construir más colas de ratón que fragmenten más la oferta electoral. Lo que se necesita es una alternativa de ciudad situada por encima de los partidismos y que logre integrar a todas aquellas personas que realmente quieren servir a la ciudad, y construir una alternativa al desastre actual.
Esta respuesta sólo es posible si existen concesiones mutuas y grandes actitudes de servicio.
Una alternativa de este tipo seguramente debería ir por la siempre más difícil vía de la agrupación de electores, pero podría utilizar la recogida de firmas como el gran catalizador de una campaña electoral persona a persona, que comienza en una fase previa a la recogida de contacto y vinculación con decenas de miles de barceloneses. Los posibles liderazgos en la alcadía de Barcelona, deberían ponerse al servicio de esta iniciativa colectiva que en su momento se desarrollaría en unas primarias. Todo el proceso sería supervisado por un consejo de personalidades de significación contrastada, que en ningún caso participaría ni en las listas electorales, ni en posibles cargos municipales. Su trayectoria e independencia garantizaría que todo el proceso se condujera desde el punto de vista del interés de toda la comunidad y de la independencia de los partidismos.
Se trata de concretar un objetivo al alcance, un programa de redireccionamiento de 4 años, que tenga en cuenta las necesidades reales de la inmensa mayoría de barceloneses y resuelva todos los líos, problemas y el dinero mal utilizado del actual gobierno municipal.
Se trataría de poner Barcelona a tono, convirtiéndola en una buena ciudad para los que vivimos y para los que vienen a trabajar. Y al mismo tiempo, estos 4 años servirían, en una segunda línea, para trabajar un gran consenso del proyecto de Barcelona para este siglo, que sólo puede ser real si es inclusivo y representativo. Buena gestión y dibujar un horizonte compartido de futuro que trae esperanza.
Ésta sería la tarea de la alternativa de ciudad. Esto o 4 años más de Colau que acabarán de destruir la capital de Catalunya.
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