Los dos años que quedan hasta las próximas elecciones se le pueden hacer eternos a Ada Colau si no decide dejar el cargo y no concurrir a los próximos comicios. La crisis de ciudad, agravada por el desarrollo de «el urbanismo táctico«, que levanta una oposición creciente, se ve ahora complicada por la acumulación de problemas judiciales de ella y de sus principales colaboradores.
Ya hubo una primera denuncia que ha dado pie a una investigación por parte de la Fiscalía de Barcelona. Después fue otra instancia, el Tribunal de Cuentas, que investiga las subvenciones por importe de 875.000 euros concedidas a entidades dedicadas a promover la municipalización del abastecimiento de agua; una forma de «construir» una opinión ciudadana pagada con dinero público. Estos asuntos afectan a la propia alcaldesa y a algunos de sus colaboradores.
Ahora se ven ampliados por una nueva denuncia de la Asociación de Abogados Catalanes por la Constitución, y que incorpora a las personas que formaban parte del entramado más cercano de Ada Colau, concretamente Gerard Pisarello y Jaume Asens que se añaden a nombres como Bahía, Laura Pérez, Laia Ortiz Gala Pin y Vanesa Valiño (pareja de Pisarello). El hecho adicional es que Pisarello, que fue primer teniente de alcalde entre 2015 y 2019, es ahora miembro de la mesa del Congreso de Diputados, y Jaume Asens, que fue tercer teniente de alcalde en el mismo periodo, es presidente en el Congreso del grupo confederal de Unidas Podemos. Por lo tanto, el lío político no afectaría sólo a toda la cúpula del consistorio barcelonés, sino también a lo que son altos cargos actuales del grupo de Iglesias en el Congreso.
El otro añadido preocupante es que la denuncia se amplía y se introduce el concepto «de organización criminal»; es decir, un conjunto de personas organizadas, jerarquizadas que actúan de manera coordinada con misiones específicas en cada caso, cuyo resultado es la vulneración de la ley. Hay que ver cómo acaban estas denuncias, pero el hecho concreto es que la Fiscalía las considera suficientemente solventes como para haber abierto la correspondiente investigación.
Por otra parte, el problema de Colau con su proyecto de lucha contra los automóviles y de implantación del urbanismo táctico como preludio de las supermanzanas, que quiere implantar en el Eixample y que supondrán una reducción de la capacidad de circular vehículos privados del 33%, va recibiendo críticas de todos lados.
Ya son públicas y notorias las del mundo de la arquitectura y el urbanismo: van desde razones estéticas, porque realmente la imagen visual de Barcelona está cada día más degradada, como urbanísticas, por la destrucción histórica que las supermanzanas significan de la trama Cerdà. Pero también en llueven de otros lados. La última, por parte de las personas con discapacidad que exigen que se acaben las plataformas únicas que se están instalando en las calles de Barcelona con la correspondiente desaparición de la acera. Consideran que son peligrosas para los desplazamientos de las personas con discapacidad física y piden que no se proyecten más. Lo hace la Federación ECOM,q ue agrupa a un centenar de entidades especializadas en colectivos con discapacidad física. Los invidentes, por ejemplo, son unos de los más perjudicados. La única solución, si se quieren suprimir las aceras, sería situar pavimentos táctiles que indicaran el uso de cada espacio, pero esto es muy costoso. También rechazan los actuales pilotes porque los consideran totalmente insuficientes. También la multiplicidad de barreras que se están instalando demuestran que en el urbanismo táctico no hay un criterio de inclusividad, porque no se tiene en cuenta las necesidades de todas estas personas.
El otro frente es el del automóvil. Casa mal el hecho de que Barcelona quiera ser la sede de uno de los proyectos estrella del programa de recuperación con la producción en Seat de vehículos eléctricos y una gran planta de fabricación de pilas de automóvil, con la beligerancia contra este vehículo que caracteriza la política de Colau.
Por otro lado, se multiplican los nuevos tipos de vehículos no contaminantes, más o menos automatizados, para circular por la ciudad. El último en llegar es el vehículo de Toyota dirigido al transporte eléctrico de mercancías urbanas y dotado de inteligencia artificial, que sería una nueva solución para lo que ahora es el problema de la creciente y contaminante actividad de este tipo. También se desarrollan vehículos pensados por car sharing que permita al ciudadano una movilidad a medida utilizando vehículos de alquiler de pequeña dimensión, eléctricos, que facilitarían la movilidad en el seno de la ciudad.
Todo lo que nos viene encima del mundo del automóvil choca frontalmente con los dos grandes proyectos estrella de Colau: el ya citado de las supermanzanas y la decimonónica solución del tranvía por la Diagonal atravesando el centro de Barcelona.
Y mientras, Collboni ha iniciado su campaña electoral a alcalde a base de apartarse físicamente, que no políticamente (dado que le da soporte), de todos los temas controvertidos de Colau, y refugiarse en una de las prácticas más entrenadas por el PSC, el city marketing. La venta de la ciudad futura rodeada de colores y grandes conceptos, promesas de futuro que forman parte de una nebulosa que esquiva afrontar la realidad. Collboni quiere ser el hombre de las buenas noticias de futuro, sin dejar de ser el responsable del desorden actual.