La reciente Conferencia de Seguridad de Múnich pone en evidencia que el mundo avanza hacia un nuevo orden imperial

El mundo avanza hacia un nuevo orden mundial marcado por el fuerte regreso a las esferas de influencia de las potencias y por las consiguientes lógicas imperiales. Esta percepción ha aflorado muy potente en los discursos públicos y en las conversaciones privadas de la recientemente celebrada Conferencia de Seguridad de Múnich (14 / 15 de febrero).

El prestigioso analista de relaciones internacionales, Gideon Rachman, acaba de publicar un artículo en el Financial Times con un título muy significativo: “Trump, Putin, Xi Jinping y la nueva era imperial”.

Trump ha declarado que “Estados Unidos se vuelve a considerar a sí mismo como un estado creciente, un estado que quiere aumentar su riqueza y su territorio”.  Se ha referido concretamente a Groenlandia, Canadá y Canal de Panamá.  También aspira a convertir Gaza en un gran resort turístico controlado por intereses inmobiliarios estadounidenses.

Las ambiciones territoriales de Trump forman parte de una tendencia global.

Putin y Xi Jinping tienen sus propias ambiciones expansivas en materia de territorios y zonas de influencia. El veterano ministro ruso de asuntos exteriores, Sergei Lavrov, ha declarado que “Putin, antes de invadir Ucrania, se asesoró con tres consejeros: Iván el Terrible, Pedro el Grande y Catalina la Grande”. Los tres consiguieron, a su manera, expandir en gran medida la superficie del imperio ruso. Putin aspira a pasar a la historia como un gran líder del Kremlin que habrá recuperado territorios rusos perdidos injustamente, a su juicio, después de la implosión de la URSS en 1991.  Putin declara repetidamente un pensamiento que le define: “el acontecimiento geopolítico más desastroso del siglo XX ha sido la descomposición de la URSS”.

Xi Jinping ha declarado que “la cuestión de un Taiwán independiente no puede pasar indefinidamente de generación en generación sin que Taiwán se reintegre finalmente a la gran patria china, a la que pertenece”.

Gideon Rachman concluye que los líderes actuales de Estados Unidos, Rusia y China “tienen en común ambiciones de expansión territorial y de fijación de zonas de influencia”. Estados Unidos se concentraría en el hemisferio occidental, Rusia en la Europa del este y China en Asia Oriental e Indopacífico.  

En tiempos normales, los políticos y militares acuden a la reunión anual de la Conferencia de Seguridad de Múnich para acordar estrategias y profundizar en los vínculos transatlánticos y tácticas para contener a Rusia, el enemigo común. Este año no ha sido así y por este motivo puede ser histórica por haber puesto en evidencia una realidad determinante: “el final de ochenta años de un cierto tipo de relaciones transatlánticas”.

Rusia lleva a cabo desde hace años una política imperialista por medios militares. China se declara sostenedora de un orden mundial multilateral, pero no lo respeta en lo que concierne a los intereses de su zona de influencia.  Por ejemplo, ignorando sentencias internacionales.  Ahora, como se ha comprobado en la reunión de Múnich, Estados Unidos también se adscribe a una lógica de rasgos imperialistas, pretendiendo decidir la suerte de un continente sin consultar siquiera con sus aliados.

La decisión de Trump de abrir un diálogo con Putin- con lo que parecen ser enormes concesiones previas a la negociación- ha sido definido por muchos como un Múnich 2.0, en referencia a la política de apaciguamiento que ensayó con Hitler en 1938 el entonces primer ministro británico, Neville Chamberlain.

Alexander Stubb, presidente de Finlandia, ha declarado en la reunión que “estamos viviendo momentos semejantes a Yalta y Helsinki”, en referencia tanto al acuerdo con el que, en 1945, Roosevelt, Churchill y Stalin se repartieron el mundo en esferas e influencia, como al que en 1975 encumbró en la capital finlandesa los conceptos de soberanía e integridad territorial de los países. “Espero que podamos revivir el espíritu de Helsinki, vivimos momentos muy importantes”.

El pesimismo ha presidido los pasillos del hotel Bayerischer Hof, lugar de celebración de la Conferencia. No solo el espectro de Yalta ha aflorado con fuerza antes y durante la gran cita bávara, también en las conversaciones de los expertos recurría el concepto de un nuevo y temido imperialismo.

Un diplomático europeo ha declarado: “Sin duda avanzamos hacia un orden de esferas de influencia. Un mundo peor que el anterior, un mundo imperial, en el cual Estados Unidos, Rusia y China se consideran potencias imperiales”.

Para muchos de los presentes, el ya famoso discurso del vicepresidente Vance en la Conferencia ha sido un verdadero “electroshock”del “sheriff” Trump.

Vance fue al grano y dijo que lo que le preocupaba no era la amenaza exterior, sino la interior de Europa.  Acusó a los gobiernos europeos en general y a tres de ellos en particular – el del Reino Unido, el alemán y el sueco – de censurar las voces conservadoras y religiosas que discrepaban de sus políticas. Vance arremetió con inusual dureza contra los gobiernos e instituciones europeas. Vino a decir que una decadente Europa se había adherido a la agenda woke y no aceptaba la libertadora del “nuevo sheriff”en Washington.  Allá ella, vino a decir, pero que se atenga a las consecuencias. Sostuvo que en Europa se está reprimiendo de manera antidemocrática el discurso de los ultraderechistas y señaló que, a su juicio, es la principal amenaza que se ciñe sobre el continente, por encima de los tanques y de los misiles de Putin.

La dureza del discurso de Vance – o la dureza del no con el cual el enviado especial de Trump para Ucrania, el general Keith Kelogg, respondió a la pregunta de si habría un asiento para los europeos en la mesa de negociación con Rusia – dejan poco margen a dudas acerca de la consideración de Washington hacia los países de Europa.

En este contexto, los líderes europeos buscan con urgencia perfilar una respuesta y en este marco se ha inscrito la reunión convocada en París el 17 de febrero por el presidente Macron, inmediatamente después de la reunión de Múnich.

En la edición de 2007 de la Conferencia de Seguridad de Múnich, Putin pronunció un histórico discurso en el que por primera vez de forma explícita y desafiante dijo que no aceptaba la hegemonía estadounidense. Entonces reclamó, sustancialmente, que se reconociera a Rusia una esfera de influencia. La conferencia de Múnich de 2025 ha ofrecido muchos elementos que hacen pensar que está más cerca que nunca de conseguirlo.
Sin duda avanzamos hacia un orden de esferas de influencia. Un mundo peor que el anterior, un mundo imperial, en el cual Estados Unidos, Rusia y China se consideran potencias imperiales Share on X

 

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