De nuevo ha vuelto a estallar el conflicto en el seno de la selección española de fútbol femenino, esta vez con ocasión de la derrota sufrida ante Italia y los problemas que se produjeron en la segunda parte, cuando España, por imprevisión propia, sólo pudo alinear a 10 jugadoras y una de ellas, Aitana Bonmatí del FCB, se negó a salir a jugar aduciendo que no estaba mentalmente en condiciones.
Es algo insólito, al menos por lo que estamos acostumbrados en el deporte de equipo que, a consecuencias de las discusiones en el vestuario en el descanso de un partido, un jugador, mujer en este caso, se niegue a salir porque mentalmente se considera alterada. Este escenario comporta, además, un cuestionamiento de la nueva entrenadora reciente en el cargo, Montse Tomé, y que sustituyó al defenestrar a Vilda, pese a ser el entrenador que llevó a la selección a ganar el campeonato del mundo.
Pero, evidentemente, no hablaríamos del fútbol de la selección femenina por este incidente, sino por la acumulación que convierte a este colectivo en algo insólito en el deporte.
De hecho, los primeros conflictos ya se iniciaron en el 2011, cuando había de entrenador uno de los más longevos, Ignacio Quereda, que ejerció el cargo desde 1988 hasta el 2015. Un período extraordinariamente largo para una función de alto riesgo como es ser entrenador de fútbol y, además, no haber logrado nunca una buena clasificación. Pero, la cuestión es que al final Quereda saltó por conflictos en el vestuario, que ha sido la tónica desde entonces. Como lo ha sido a posteriori ajustar cuentas con los defenestrados.
Empezó con Quereda, pero esta práctica ha continuado con Jorge Vilda y también con el presidente de la Federació, otro defenestrado, Rubiales. En 2021 se produjo un documental de Movistar+ “Romper el silencio” en el que se detallaban los 27 años de gestión de Quereda y se entrevistaba a algunas jugadoras que acusaban a Querada de abusos generalizados y de homofobia. A estos abusos en realidad en equipos de menor sensibilidad se les llama control y disciplina; quizás un exceso de control, pero una práctica que no es de extrañar en los entrenadores.
La cuestión de la homofobia venía derivada del choque que se producía porque dentro de los vestuarios había abiertamente lesbianas que mantenían relaciones con otras jugadoras. Algo que desde entonces ha continuado extendiéndose incluso con la relación con algún miembro femenino del staff técnico.
Al parecer, Quereda intentó liquidar estas situaciones cargadas de emotividad y fue un factor más que contribuyó a su defenestración. Le sustituyó Jorge Vilda en el 2015 y fue el entrenador hasta el escándalo extradeportivo del último campeonato del mundo. Vilda ha logrado situar el fútbol femenino en el nivel más alto, un hito que nunca había sido reconocido ni compensado. Pese al éxito, acabó siendo liquidado por la oposición del propio vestuario y por ser un hombre de confianza de Luis Rubiales, el presidente de la Federación que cometió errores de importancia en la celebración inmediata posterior a la consecución del título. Sobre todo, el beso que le dio a Jenni Hermoso durante la entrega de premios y que ha significado la destrucción de su carrera como dirigente deportivo y estar en la picota de la opinión pública.
Las jugadoras consiguieron, una vez más, cambiar al entrenador y el nuevo responsable fue la número dos de Vilda, Montse Tomé. Parecía que su condición de mujer y de formar parte del equipo técnico ganador de la copa del mundo podía facilitarle la dirección de un vestuario tan difícil. Ya se ve que no es así. Todas las informaciones señalan que no ha logrado imponer su autoridad y que en realidad son las líderes del vestuario las que hacen y deshacen. Y en este hacer y deshacer hay que situar lo que decíamos al inicio: la negativa de Aitana Bonmatí a salir a jugar en la segunda parte del partido contra Italia porque sus relaciones con estas líderes no son exactamente cordiales, a pesar de su importancia en el campo.
Sea como fuere, el fútbol femenino, que merced a una intensa campaña de los medios de comunicación y al hospicio del gobierno, ha ganado una gran notoriedad mediática y de público, y ha conseguido un importante reconocimiento profesional y económico, no sabe salir del conflicto permanente .
Si el deporte profesional además de ser una fuente de dinero, se presupone que es un ejemplo para la práctica deportiva, cabe decir que la enfermedad crónica de la selección española de fútbol desvirtúa totalmente esta función, aunque ahora las jugadoras disfruten de muchas más ventajas.