Fútbol femenino: la guerra infinita

El fútbol femenino es un caso insólito de conflictividad entre todas las prácticas deportivas. No hay ningún otro deporte que practiquen las mujeres que presente el nivel de guerras internas de las futbolistas. Un solo dato lo constata: en las 5 últimas temporadas, se han producido 3 huelgas.

El problema comienza porque buena parte de sus reivindicaciones son sencillamente imposibles. Parece como si la consideración que se tienen a sí mismas fuese tal que les ha hecho perder la dimensión de la realidad, lo que ahora se acentúa después de haber ganado el mundial.

Está claro que en este sesgo que sufren colaboran también los políticos. Por ejemplo, la vicepresidenta Yolanda Díaz reivindica para los futbolistas el mismo salario que tienen los hombres. Si esto fuera así y si fuera el salario mínimo de 180.000 euros al año, significaría que cada plantilla debería cobrar 3,6 millones, lo que deja a prácticamente casi la totalidad de los equipos de fútbol femenino fuera de juego porque ni de lejos llegan a estos ingresos. Porque el fútbol femenino es muy deficitario. Por ejemplo, la plataforma DAZN paga 7 millones al año por 5 años. Otro patrocinio Finetwork iba a poner 8 millones, pero fue adquirido por un fondo y ya no les pagó. La Liga cubrió ese agujero.

Por su parte, los ingresos por partido de la gente que va al campo son simbólicos. La comparación está clara. A lo sumo los ingresos (publicidad, Liga, taquilla, Consejo Superior del Deporte) del fútbol femenino alcanzan los 20 millones anuales. Solo los derechos de televisión del fútbol masculino significan 1.970 millones y sus ingresos totales son de 4.300 millones. La desproporción es extraordinaria. Sin embargo, cabe decir que la reivindicación de la vicepresidenta Yolanda Díaz no es la que hacían las futbolistas, que pedían 30.000 euros, acabaron ajustándolo por debajo de los 23.000 si se obtenían determinados objetivos.

Pero es que, además, el fútbol femenino recibe una discriminación positiva por parte de la Federación española de fútbol que constituye un agravio comparativo con las demás federaciones.

Por ejemplo, el Consejo Superior de Deportes destinó una partida de 16 millones para instalaciones y otros 16 millones para el funcionamiento de la organización del fútbol profesional femenino para 3 años. El atletismo, hombres y mujeres juntos, recibe 5 millones. Hay 92.466 licencias de atletismo por 87.827 licencias de mujeres futbolistas. Y el atletismo es un deporte privilegiado por sus logros internacionales. Si lo comparamos con otras prácticas deportivas, algunas tan importantes como el rugby, del que ahora se juega el campeonato del mundo en Francia y constituye el evento más visto después de los JJOO y el Mundial de fútbol, ​​la desproporción sería aún mayor.

Ahora, el conflicto se ha trasladado al problema de la selección. Las futbolistas ya anunciaron el pasado 15 de septiembre, 39 de ellas, que no pensaban volver a la selección si no se introducían una serie de cambios.

Concretamente, eran 4:

  1. La reestructuración del organigrama del fútbol femenino para que sea igual que el masculino sin tener en cuenta que el masculino tiene 1.100.000 licencias frente a las menos de 90.000 del femenino.
  2. La dimisión del presidente de la Federación, que ya se ha producido.
  3. Y después medidas que afectan al conjunto de la Federación y no sólo al fútbol femenino
  4. La reestructuración del gabinete de la presidencia y la secretaría general, del área de comunicación y marketing y de la dirección de integridad.

Nunca se ha visto que un grupo de practicantes de un deporte quieran imponer sus criterios organizativos y de funcionamiento a la federación a la que pertenecen.

Es algo insólito y sitúa un precedente. Y acaba de llevarse a cabo. Esta amenaza con no acudir a la convocatoria está a punto de traspasar la línea roja porque sin atender a todas estas consideraciones la seleccionadora española, que sustituye al defenestrado seleccionador campeón del mundo, Vilda, ha convocado a 23 futbolistas para hoy. Si no acuden serán sujetos de sanciones económicas importantes, de 3.000 a 30.000 euros, e incluso de la retirada de la licencia deportiva por un período que puede llegar a hasta 5 años, que afectaría a sus clubs de origen.

La respuesta de las jugadoras se produjo ayer por la tarde reiterando su negativa a acudir a la convocatoria y anunciando que ésta no cumplía en tiempo y forma lo establecido en el art 3.2 del anexo 1 del reglamento sobre el Estatuto y Transferencia de jugadores de la FIFA. Y, por tanto, consideran que la Federación no puede obligarlas a presentarse.

Queda así abierto un nuevo contencioso que mantiene en el aire la formación del equipo y los entrenamientos previos con algo agravante. El día 22 hay un partido, Suecia-España, y el 26 otro, España-Suecia, que entran ya en la dinámica que debe servir para ver si se clasifican para acudir a los JJOO o no.

Este hecho agrava aún más la situación del fútbol femenino. Por si fuera poco, Jennifer Hermoso no ha sido convocada y la entrenadora ha manifestado que lo hacía para protegerla. Hermoso ha contestado con otro comunicado diciendo que hasta ahora no ha encontrado protección a la Federación y se pregunta: ¿protegerme de qué o de quién? Y manifiesta que es contradictorio afirmar que el ambiente sería seguro para sus compañeras, pero a ella no le convocan para protegerla.

El interrogante de todo ello es ¿por qué todo este tipo de conflicto colectivo está concentrado sólo en los vestuarios del fútbol femenino?

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