Los científicos no acaban de entenderlo.
Es evidente que estamos bajo los efectos del cambio climático que determina un aumento de la temperatura media mundial, lo que se incrementa en el espacio de clima mediterráneo además de otras alteraciones fruto de la mayor temperatura atmosférica que incrementa la energía de todos los fenómenos meteorológicos.
Pero, a pesar de este hecho, la prolongación del verano con temperaturas en el Valle del Guadalquivir que rozan o superan los 35 °C en octubre, no responde sólo a lo previsto por la dinámica del cambio climático. Es un hecho mundial. Septiembre de 2023 es el más cálido desde que existen registros, 0,93 °C por encima de la media 1991-2020, y en Europa esta anomalía ha sido mayor porque ha tenido temperaturas superiores a los 2,51°C.
En el caso de Cataluña, este hecho obviamente también se da. Se preveía que este año, y sobre todo el próximo, las temperaturas empezarían a aguantar más por el efecto del fenómeno conocido como el Niño que opera calentando la superficie oceánica ecuatorial del Pacífico con efectos globales. Hasta ahora estábamos bajo los efectos contrarios de la Niña, pero estamos demasiado al inicio del proceso para que sea una explicación suficiente. De todas formas esto significa que el año que viene previsiblemente tendremos temperaturas más elevadas todavía, por la razón apuntada. Sea como fuere, no parece que exista una explicación clara para esta transformación y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) no esconde que desconoce las causas.
Si de este asombro generalizado, del momento presente pasamos a la situación de Cataluña, si bien no podemos referirla a fecha de hoy, se acaba de publicar un excelente instrumento para tener conocimiento. Se trata del Atlas Climático elaborado por el Servei Meteorològic de Catalunya. Comprende el estudio del período 1991-2020 y se da una información detallada a escala comarcal de la precipitación y la temperatura anual de las cuatro estaciones y mes por mes.
El trabajo permite constatar una evidencia: la variabilidad climática de Cataluña es consecuencia de la diferente altura de cada punto del territorio. Entre el nivel del mar y la cumbre más alta hay 3.100 metros de diferencia, lo que significa unos 20 °C de distancia entre ambos puntos en las temperaturas medias anuales. A este hecho hay que añadirle las inversiones térmicas, especialmente en invierno, que afectan a las tierras bajas del interior. Y todavía un tercer factor, la latitud entre los dos puntos extremos en el norte y el sur de Catalunya, Aran y Montsià.
A todos estos factores que inciden sobre las variables climáticas hay que añadir el efecto isla de calor, muy potente en Barcelona, pero también perceptible en ciudades como Tarragona.
En el caso concreto de la capital de Cataluña, la temperatura media en la estación del Raval es de 17,9 °C, mientras que la de Cataluña es de 13,1 °C. Naturalmente, este diferencial varía según la época del año y tiende a ser mayor en invierno, pero castiga mucho más en verano y sobre todo en las noches con abundancia de noches tropicales tórridas. Los puntos más cálidos de Cataluña se dan en el litoral y básicamente en el Barcelonès, Baix Llobregat, Garraf, Tarragonès, Delta del Ebro y Montsià.
En el caso del verano este hecho se da en parte en los mismos territorios, pero con mayor extensión. Toda la franja mediterránea desde Tarragona hasta el Delta que penetra hacia el interior sin solución de continuidad por Tortosa hasta llegar a Móra d’Ebre y después a la gran área del Segrià y Les Garrigues. Naturalmente, estos territorios son los que ven acentuado el problema de temperatura a partir de 2018 y sobre todo en los tres últimos años. En este sentido, el Atlas da cifras que no reflejan bien el escenario más inmediato actual porque expresan temperaturas ligeramente inferiores.
En todo caso a efectos prácticos lo que debe preocuparnos desde el punto de vista humano son las áreas de temperaturas extremas en verano y en especial las islas de calor de las grandes ciudades catalanas, así como las temperaturas nocturnas porque son las que tienen una peor afectación sobre la salud de la mayoría de la población porque dificultan el descanso.
Los datos no indican un factor determinante en el caso catalán sobre todo en el litoral y parte del prelitoral, como la humedad. La sensación de calor que percibimos, conocida como índice de calor (IC) no depende sólo de la temperatura, sino también de la humedad atmosférica a la que se le añade el viento. A mayor humedad mayor sensación de calor, hecho que ya sabemos. Por ejemplo, una temperatura de 25 °C, pero con una humedad del 80% nos da una sensación de calor de 30 °C. Este hecho es muy importante, ya que como ocurre en el litoral catalán, la humedad relativa suele ser continuadamente alta.