Empecemos por el último punto, el tranvía. La semana pasada se produjo un choque entre un tranvía y una ambulancia en la Diagonal que causó 8 heridos. Fue en el cruce de esta gran calle de Barcelona con la calle Llacuna por la esquina de las Glòries. Uno de los heridos está grave y otros pudieron ser atendidos por heridas leves.
Este hecho pone de relieve varios problemas que en ningún caso puede decirse que sean imprevistos.
Por un lado, que pese a las extraordinarias medidas existentes para preservar la preferencia y la indemnidad del tranvía, los accidentes se producen. La segunda cuestión es aún más evidente, cuando este hecho se da se produce el colapso y ese transporte público deja de funcionar. Disponer de una estructura tan rígida cuando un tranvía queda detenido por las razones que sea, la circulación de esa línea deja de funcionar.
Ahora trasladamos estos hechos al eje central de Barcelona, el tranvía por la Diagonal pero no a la periferia, sino a la yema de huevo de la ciudad. Un tráfico más denso, intenso y con mayores probabilidades de accidente. Cada vez que éste se produzca este medio de transporte público dejará de prestar servicio y no por poco rato. Es una de las razones por las que los tranvías desaparecieron del centro de la ciudad. Demasiado rígidos, demasiados problemas, ruptura de la prestación del servicio cuando se da el incidente. Todo esto, evidentemente no ocurre en el caso de los autobuses. Cuando uno de los vehículos sufre un incidente le afecta sólo a él, pero el resto del servicio sigue funcionando. La irresponsabilidad de Colau de querer hacer pasar el tranvía por medio de la Diagonal, ocasionará si no se detiene, un caos histórico en la ciudad.
Pero, mientras, la alcaldesa vive en su Matrix particular, su universo imaginario donde todo lo que hace y toca se mueve en el ámbito de la perfección.
Esta semana en una entrevista que le hacía La Vanguardia, le planteaban que el intendente de la Guardia Urbana calificaba el tráfico de Barcelona de tormenta perfecta. Colau no sólo eludía la cuestión sino que sacaba pecho y se vanagloriaba de que en Sant Andreu y Consell de Cent la calle estaba más pacificada y saludable y que nadie podía estar en contra de ello. Claro, la lógica de Colau es la misma que la del muerto el perro muerta la rabia. Evidentemente por Consell de Cent no pasan coches.
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Por eso resulta tan sorprendente que nada menos que 100 entidades preparen un documento presente y futuro de Barcelona para dirigirlo a todos los alcaldables y no se pongan de manifiesto de forma clara y contundente las consecuencias que tendrían para Barcelona si se lleva a cabo el proyecto de la supermanzana del Eixample.
En cierto modo es también una forma de vivir en un mundo imaginario y amable en el que nunca se les dice a quienes gobiernan o quieren gobernar la verdad cruda y pelada. Así nos van las cosas.